MATEANDO LA EDUCACIÓN VI – EL MISTERIO DE LO HUMANO

Ricardo Vicente López 

«Qué es el ser humano en la naturaleza? Una nada frente al infinito y un todo frente a la nada, un medio entre la nada y el todo, pero incapaz de ver la nada de donde viene y el infinito hacia dónde va».

Comienzo con una expresión un tanto desesperanzada, del filósofo francés Blaise Pascal (1622-1662):

Para contextualizar su contenido debemos conocer el mundo de su tiempo: el racionalismo de René Descartes (1596-12650); que postulaba la Razón como señora fundante  del ser humano, una de las bases de la lucha contra la fe dogmática que se heredaba del la Edad Media (desde el siglo V hasta el siglo XV). El cartesianismo fue una de las armas ideológicas que la burguesía triunfante esgrimió  ante una Iglesia aferrada al pasado. Pascal, creyente cristiano, se desespera ante una Razón que no está en condiciones de dar pensar sobre el Problema Dios. Algo de esto reaparece hoy, con otros ropajes, ante la declinación de un capitalismo que ha subordinado los valores humanos al Imperio del Dinero.  

Creo que, que un paso necesario siguiente, debe replantearse este dilema con la mirada puesta en un análisis crítico del tema para construir un primer diagnóstico estructural que de una base más sólida, aunque sea demasiado  simple, aproximativa y hasta burda, nos ofrezca un punto de apoyo común, una base de lanzamiento, respecto del cuadro sociopolítico al que pertenecemos. Es necesario reflexionar con criterios amplios sobre lo humano., para superar el estancamiento existente. Para ello se debe proponer un modo de pensar abarcador, incluyente, para avanzar en este tiempo. Es un punto posible, partir de la afirmación, que contiene una advertencia: bastante repetida pero muy poco comprendida en toda su magnitud: «No estamos en una época de cambios, sino ante un cambio de época».

Esta frase expresa que la transformación que estamos viviendo no es un cambio gradual o cíclico dentro de una época, sino algo más dramático: una transición más profunda y radical que implica un cambio en la forma en que concebimos el mundo y nuestras relaciones con él. Escribe el sociólogo Manuel Castells (1942) [[1]]:

«Este cambio de época se caracteriza por una serie de transformaciones profundas y simultáneas en las relaciones de producción, relaciones de poder, la experiencia humana y la cultura. No se trata solo de cambios superficiales, sino de cambios que modifican las bases de nuestra existencia».

Si nos detenemos a meditar, con una reflexión profunda el estado de la cuestión, debemos saber que lo que está en juego no es sólo el sistema educativo; éste es solo una pieza dentro de una complejidad mayor, lo que debe ser pensado y revisado es la cultura occidental de la modernidad [[2]], como totalidad dominante que ya ha comenzado a demostrar signos evidentes de agotamiento. Por lo cual el panorama ante nuestra mirada nos obliga a interrogarnos respecto de lo ya sabido, sacude nuestras certezas para que, ante este descubrimiento, seamos conscientes de nuestras carencias que son el resultado de nuestra formación intelectual deficitaria, en parte dogmática y encerrada en sí misma. Entonces involucra nuestra concepción del vocablo educación.

Lo que estoy proponiendo es una tarea intelectual de análisis crítico sobre la Sociedad Occidental Moderna, como ya dije, tarea que nos exigirá tomar conciencia de la dimensión de nuestras carencias que componen el bagaje de nuestras limitaciones. Por lo tanto, ello supone la necesidad de dar los primeros pasos en el camino de una larga investigación. Esta reflexión nos zarandea, diré hasta que nos cachetea para revisar el esquema que contiene y avala nuestra ignorancia autosuficiente; estado que nos hace creer que ya sabemos bastante respecto de qué es educar. Sobre todo, y al mismo tiempo, debe recuperar los valores centrales del Humanismo. Todo ello constituye un instrumento de valoración de todo lo existente. Tema muy importante, para el proyecto de una sociedad humana más justa, deseada y posible.

Colocada esta plataforma de análisis, que no va a ser sencilla de asumir, pero que es un requerimiento de esa realidad. Sobre ello podemos comenzar nuestra tarea crítica.

La mirada sobre el conjunto nos posibilita percibir que el sistema educativo padece, como no puede ser de otro modo, los ramalazos de la crisis de la totalidad del mundo en el que vivimos, acompañando al conjunto de las instituciones que integran nuestro modelo cultural – utilizo el concepto cultura como una referencia a la totalidad de un sistema de ideas y valores que ha nacido hace unos cinco siglos, heredero de una larga tradición milenaria (hebrea-griega-latina) que se la ha denominado Modernidad−.

Ello nos impone someterla a una revisión minuciosa para analizar cada una de las partes componentes, sus instituciones y relaciones internas, el estado y vigencia de los valores que la sostiene. A partir de allí se abrirá una etapa de reconstrucción tomando decisiones sobre lo rescatable y lo descartable. Toda esta tarea está justificada por la seriedad y profundidad que exige el tema de la Educación de la Persona, sin olvidar el estado de crisis terminal de un tiempo que abarcó cinco siglos.

Todo ello debe ser intentado a partir de una actitud humilde y sincera acerca de nuestras limitaciones, como personas y como comunidad, para no dejarnos llevar por  proyectos quiméricos o importados de los países centrales. Tener, para ello, bien afirmados los pies en el terreno que hoy pisamos, la realidad sudamericana con el acento puesto en nuestra Argentina. Siguiendo la sabiduría del poeta Francisco Luis Bernárdez (1900-1978): «Porque después de todo he comprendido por lo que el árbol tiene de florido vive de lo que tiene sepultado».

No olvidar quiénes somos, dónde habitamos, será una ayuda imprescindible para no traicionar ni traicionarnos. Lo imperioso del reclamo debe ser respondido sabiendo que esta tarea no es de fácil y ni de rápida solución.

Esos proyectos no deben ser circunscriptos a temas puntuales, parciales, técnicos, metodológicos, económicos, etc., no porque haya que dejarlos de lado sino porque su riqueza conceptual impone un análisis crítico más profundo e integrador: un diagnóstico sociopolítico y un proyecto de hombre-persona frente a la masificación que imperante de la sociedad capitalista moderna. Una nueva sociedad que concentre sus esfuerzos en dibujar un horizonte deseable y posible que contenga qué queremos ser y qué queremos llegar a ser como comunidad nacional.

Ello es posible de asumir sólo a partir del compromiso personal y colectivo respecto de ese nivel de exigencias. Entonces, la necesidad y la obligación de encontrar una salida adecuada a la situación imperante nos reclamará aproximarnos al mejor diagnóstico posible: el buceo en las causas más profundas que nos han llevado a esta conformación socio-cultural-económica inhumana es condición necesaria para el comienzo de esa tarea.


[1] Sociólogo y Profesor universitario español, que ejerció como ministro de Universidades; es un académico de la Real Academia de Ciencias Económicas y Financieras,​ de la Academia Británica, de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales de Estados Unidos, y de la Academia Europea.

[2] Para más información ver en la página www.ricardovicentelopez.com.ar mi trabajo El marco cultural del pensamiento político moderno y La decadencia de Occidente.

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