43- Los relatos de la historia que ocultan la Historia

Por Ricardo Vicente López

Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que

hay otra historia: la verdadera historia, quien quiera oír que oiga.

Litto Nebbia

«La omisión, es la mentira más poderosa».

                 George Orwell (1903-1950)

El Día “D”, 6-6-1944 se produjo el desembarco en Normandía de las fuerzas de los aliados (salvo la Unión soviética que estaba combatiendo contra Alemania desde el 22-6-1941). En la semana pasada su cumplieron 75 años de aquel acontecimiento. Rafa de Miguel, Director Adjunto de información del El País (España) publicó el 6-6-2019 una nota al respecto:

El 75º aniversario del Día D ha logrado este miércoles, durante una fugaz mañana en la localidad costera de Portsmouth, brindar un espejismo de unidad entre naciones con intereses revueltos… Los líderes de los 14 países que participaron en el segundo frente para liberar a Europa de la invasión nazi han celebrado aquel espíritu de colaboración y las instituciones internacionales que trajo consigo el final de la Segunda Guerra Mundial.

La BBC News (5-6-2019) comenta:

Qué pasó el Día D que decidió el destino de la Segunda Guerra Mundial. El 6 de junio de 1944, fuerzas británicas, estadounidenses y canadienses invadieron la costa de Normandía, en el norte de Francia. El desembarco fue la primera etapa de la Operación Overlord, la invasión de la Europa ocupada por los nazis, y pretendía poner fin a la Segunda Guerra Mundial.

Quiero, amigo lector, que Ud. tome nota de algunas sorprendentes omisiones fundamentales para comprender aquellos tiempos violentos. Ni El País (España), ni BBC News (Londres), como la mayoría de los grandes medios internacionales, percibió que entre los líderes de los países aliados no estaba nadie que representara a Rusia. ¿Por qué pasó esto? Porque se oculta que fue la Unión soviética la que derrotó al ejército alemán y que Normandía fue una tardía respuesta para evitar que el ejército rojo ocupara toda Europa. Veamos algunas investigaciones sobre aquellos dolorosos momentos históricos.

El tema de la Segunda Guerra Mundial, y la participación de los EEUU, han cobrado nuevo interés de parte de los investigadores y los académicos, aunque no sólo de ellos. Tomaré algunos ejemplos que nos permitirán ver relatos que se publicaron después de largos y fatigosos estudios. El Doctor Michael Rivage Seul, Profesor de Estudios Generales y Director de Estudios de Paz Social y Justicia en el Berea College, Universidad de Artes Liberales de Kentucky (EEUU), publicó en enero del 2002 los resultados de sus investigaciones sobre la Segunda Guerra Mundial, donde afirma:

En otras palabras, no importaba cuál bando ganara, los capitalistas debían triunfar. No se peleó por los derechos humanos… de hecho, el desdén por ellos fue virulento tanto de parte de los aliados cuanto de parte de los nazis: Dresden (13-2-1945), Hiroshima y Nagasaki (6 y 9-8-1945) son la mejor evidencia. Los EE UU hicieron lo mismo con los ciudadanos japoneses que fueron llevados a los campos de concentración durante la guerra y a quienes les fueron confiscadas sus tierras. En la Segunda Guerra Mundial tampoco se peleó para derrotar a las fuerzas del racismo o el antisemitismo, o para liberar a las víctimas de los campos de concentración. La propia cultura estadounidense en la década de 1940 era intensa, sistemática y legalmente racista. El antisemitismo en los EE UU era igual al de toda Europa Occidental. Por tal razón, los aliados dilataron su respuesta a los campos de concentración de Hitler hasta último momento en el que fueron liberados por las tropas soviéticas. Entonces su reconocimiento llegó a ser una medida de guerra útil para transformar la lucha intestina del capitalismo en una cruzada moral.

¿Por qué ingresó los EE UU en la Segunda Guerra si Roosevelt había prometido neutralidad en la campaña electoral? Una de las razones fue la dificultad para salir de la profunda crisis, originada en la caída de la Bolsa de Nueva York (1929). El destacado economista y Profesor de Harvard, John Kenneth Galbraith (1908-2006), publicó La Era de la Incertidumbre (1977), en el cual afirma:

La recesión de 1937 ayudó a que las ideas de Keynes fuesen aceptables en Washington. Había desánimo por no lograr levantar el nivel de empleo. En 1939, el mismo año en que la guerra empezaba en Europa, había nueve millones y medio de estadounidenses sin trabajo. Esto representaba el 17 por ciento de la fuerza laboral. Al año siguiente la misma cantidad seguía sin empleo. Entrar en la guerra puso a caminar la receta keynesiana. Los gastos se reduplicaron y el déficit disminuyó. Ya en 1942, el desempleo estaba casi desaparecido.

Las inteligentes palabras del Profesor Galbraith nos hacen ver que el inicio de la Segunda Guerra Mundial anuló todo prejuicio liberal que existiera en los EEUU con respecto a las ideas keynesianas y, además, potenció de inmediato la economía. Los préstamos federales para financiar los gastos de la guerra se multiplicaron. El gasto público estaba en el orden del día: aviones, tanques, barcos, fusiles, obuses y uniformes hicieron el milagro. La fuerza de trabajo en los EE UU había logrado el pleno empleo. En otras palabras, casi una paradoja: Hitler obligó a Roosevelt a tomar medidas que salvaron el capitalismo. Galbraith señala por ello que:

Hay otra manera de ver esta historia. Habiendo terminado Hitler con el desempleo en Alemania, también terminó con el de sus enemigos. Hitler fue el verdadero protagonista e impulsor de las ideas keynesianas (aunque él no se lo hubiera propuesto) y el salvador del capitalismo internacional.

El escritor belga, Michel Collon, fundador y director en Bruselas del Colectivo Investig´Action, conduce un programa que bautizó Las mentiras mediáticas. Publicó una nota que tituló Lo que no os dirán (6-6-2014) en la que establece un paralelo entre las mentiras de los medios y las del relato histórico. Estas últimas no tienen nada que envidiarle a las mentiras cotidianas de los medios. Por ejemplo: «la intervención de los EEUU fue decisiva para derrotar a los nazis». Dice Collon:

Es necesario hacer ciertas aclaraciones. Algunos hechos inquietantes han sido documentados en un excelente libro El mito de la Guerra Buena: América en la Segunda Guerra Mundial (2002) del historiador Jacques Pauwels, Licenciado en Historia en la Universidad de Gante (Bélgica) y Doctorado en la York University de Toronto (Canadá). Sus documentos irrefutables demuestran que gran parte de las empresas de Estados Unidos colaboraron directamente con Hitler, y no sólo al comienzo de la guerra: Du Pont, Union Carbide, Westinghouse, General Electric, Goodrich, Singer, Kodak, ITT, JP Morgan… y otras más. La gran novedad estratégica de Hitler fue la «Blitzkrieg», la guerra relámpago −dirigir muy rápidamente sus tropas hacia el corazón del enemigo−. Ello exigía dos condiciones esenciales: camiones y gasolina. Como Alemania no tenía ninguno de los dos, fue la Esso la que aprovisionó la gasolina, mientras que los camiones provenían de las fábricas alemanas de Ford y General Motors.

El investigador Pauwels demuestra que una gran parte de los empresarios de los Estados Unidos apoyaban a Hitler en los años 30 y 40. De hecho, los Estados Unidos se prestaron a un doble juego. Ellos deseaban que la guerra durase mucho tiempo. ¿Por qué? Por un lado, las enormes ganancias que sus empresas hacían en Alemania iban en constante aumento. Por otro lado, se enriquecían por los préstamos a Gran Bretaña, que soportó sola todo el peso de la guerra entre julio y octubre de 1940. Washington también ponía como condición que Londres abandonase sus colonias después de la guerra. Así se hizo. Los Estados Unidos se las arreglaron para aprovecharse de la Segunda Guerra Mundial, debilitando a sus rivales y convirtiéndose en la única superpotencia capitalista.

¿Quiénes se beneficiaron con la guerra? El investigador Pauwels nos ofrece expresiones de algunos importantes personajes de la época que nos pueden orientar hacia alguna respuesta posible:

Henry Ford (1939): «Ni los Aliados, ni el Eje deberían ganar la guerra. Los EE.UU. deberían proporcionar a ambas partes los medios para seguir luchando hasta que ambos se desmoronen«.

El senador Harry Truman – luego futuro presidente− dijo en 1941: «Si Alemania gana, debemos ayudar a Rusia y si Rusia gana, debemos ayudar a Alemania, para que muera el máximo de cada lado«.

Ese juego cínico sólo terminó cuando la Unión Soviética derrotó a Hitler en la Batalla de Stalingrado (2 de febrero de 1943). Sólo entonces, los Estados Unidos se apresuraron a salvar sus intereses en Europa. Recién el 6-6-1944 se produce el desembarco en Normandía, el famoso día D. Una mirada más abarcadora de los relatos de esta guerra podemos leerla en Wikipedia, que la presenta así:

El comienzo del conflicto se suele situar en el 1 de septiembre de 1939, con la invasión alemana a Polonia, el primer paso bélico de Alemania en su pretensión de fundar un gran imperio en Europa. Esto produjo la inmediata declaración de guerra de Francia y la mayor parte de los países del Imperio Británico al Tercer Reich. Desde finales de 1939 hasta inicios de 1941, merced a una serie de brillantes y certeras campañas militares y la firma de tratados, Alemania conquistó o sometió gran parte de la Europa continental.

Alexander Cockburn, irlandés, periodista político y escritor, calificó el Día-D como un «acto secundario» y explicó que la II Guerra Mundial:

Ya había sido ganada por los rusos en Stalingrado (23-8-1942 al 2-2-1943). Un año antes del Día-D, en la batalla de Kursk (julio-agosto de 1943), los rusos habían aniquilado 100 divisiones alemanas. Los generales de Hitler sabían que habían perdido la guerra, y su tarea más importante era lograr que el punto de encuentro entre el avance ruso y los ejércitos occidentales fuera lo más lejos posible hacia el este.

Michael Zezima, escritor, editor, es autor de 12 libros y ha dado conferencias en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), en la Universidad de Yale, en la Universidad Libre de Ocupación. Escribió una larga investigación que tituló El Día D – con D de desinformación (2004). En ella sostiene que:

Franklin Delano Roosevelt, el líder de las fuerzas aliadas en nombre del combate contra los campos de prisión alemanes se convirtió en el arquitecto de los campos de prisión estadounidenses. Además, antes, durante y después de esa Guerra, la clase empresarial estadounidense comerció con el gobierno nazi. Entre las corporaciones de EE.UU. que invirtieron en apoyo de las tropas nazis se encontraron: Ford, General Electric, Standard Oil, Texaco, ITT, IBM, y GM, su máximo ejecutivo, William Knudsen, calificó a Alemania nazi de «el milagro del siglo XX».

No puede dejar de sorprender semejante denuncia, que implica un cinismo político, no titubeaba al hacer negocios mientras miles de vidas se perdían en los campos de batalla. Continúa:

Para muchas compañías de EEUU las operaciones en Alemania continuaron durante la guerra con abierto apoyo del gobierno. Por ejemplo, los pilotos estadounidenses recibieron instrucciones de no atacar fábricas en Alemania de propiedad de compañías estadounidenses. Los negocios con la Alemania de Hitler o con la Italia de Mussolini resultaron ser muy atractivos para los capitanes de la industria.

Lo que se va conociendo de las nuevas investigaciones se parece bastante a una película de terror. Por lo tanto, se vuelve evidente la necesidad de correr ese nefasto e interesado velo que tapó hasta ahora la verdad sobre la más sangrienta historia de guerra. Se deben confrontar las numerosas verdades incómodas sobre la II Guerra Mundial, sin dejarse desviar por los trucos de los lobistas públicos y de la propaganda, utilizados por los estados corporativos occidentales. Ellos transformaron un conflicto entre poderosos intereses capitalistas presentados como una cruzada santa. 

En 1941, un pacifista estadounidense, Abraham Muste (1885-1967), activista contra la guerra y líder de los movimientos laborales y de los derechos civiles, cuya integridad personal le posibilitó ganar un muy grande respeto universal, declaró:

«El problema después de la guerra es el vencedor. Piensa que acaba de demostrar que la guerra y la violencia son útiles. ¿Quién le va a dar una lección?» Esa lección que solicitaba está comenzando a aparecer, pero es muy improbable que se publique como parte de la Historia oficial. No se dirá, por ejemplo que «Hitler perdió el 90 % de sus soldados en el frente ruso. Que por cada soldado muerto de EE.UU., hubo 53 bajas de los soviéticos».

Como cantaba Bob Marley: «Emancipaos de la esclavitud mental, nadie que no seamos nosotros mismos podrá liberar nuestras mentes».