
Ricardo Vicente López
«El capitalismo es la asombrosa creencia de que los hombres más perversos harán cosas para ofrecer un mayor bien común al resto».
John Maynard Keynes (1882-1946) – economista político británico.
Les propongo, amigos y compañeros, un alto en el camino. Creo tener bastante conciencia, después de una larga carrera docente, para poder entrar en el nivel que exige el Pensamiento Crítico. Es lo que debemos utilizar para abrirnos camino; es un esfuerzo muy poco conocido, devaluado o no requerido, por la educación institucionalizada en todos sus niveles. Para una aproximación ofrezco la historia profesional mía, como un caso entre otros, para analizar y comprender mi recorrido investigativo en esta materia.
Siendo ya mayorcito [más de setenta años], revolviendo las mesas de libros usados de aquellas librerías de la calle Corrientes de Buenos Aires tuve un insight [[1]]. En ellas lo nuevo y lo usado se entremezclaba, sin respeto alguno por los contenidos, autores y fechas de edición, etc. En una de esas exploraciones apareció un libro, no muy grande, de un autor que yo no conocía, con un título sorprendente: El humanismo semita de Enrique D. Dussel [[2]], como decía Discépolo, describiendo su época, o también la nuestra, que se las puede comparar con esas mesas:
«Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, generoso, o estafador. Todo es igual, nada es mejor. Lo mismo un burro que un gran profesor».
Volvamos a esa mesa, no sin antes quedarse rumiando esta metáfora que contiene profundas semejanzas con tiempo nuestro. En la lectura de ese libro comencé a encontrar respuestas a las muchas preguntas que yo tenía. Siguiendo, a quien comenzó a ser mi Maestro a la distancia, inicié mi introducción al pensamiento crítico, y hoy sigo transitando por esos caminos que abren nuestra mente.
Por estas razones propongo abastecernos con las preguntas primeras, que fueron el comienzo de la filosofía en la Atenas del siglo V (a. de C.). Partir de esas preguntas que nos irán orientando por senderos de reflexión: ¿Cuál es el proyecto al que hoy responde la educación institucional? ¿Cuál es el perfil de persona que está implícito en ese modelo, que no surgen en el Bar ni en las cátedras? ¿Por qué estos temas no son parte, por regla general, de los debates y propuestas vigentes? A las que debe agregarse las que surjan de Uds., los que siguen estos encuentros.
Todo ello debe tener en cuenta la necesaria crítica al proyecto imperante de la globalización. Éste recorre ya su camino final, teniendo a la vista las consecuencias que las actuales crisis, que hoy ya son evidentes, con sus características propias, en todos los rincones del mundo [[3]]. Ante una educación que oculta todo ello, aunque esto no sea su propósito primero, pero que funciona así por omisión. Dado esto, no se hace cargo de que una parte fundante de la realidad del mundo de los últimos siglos, se ha agravado en las décadas recientes; se necesita un nuevo oxígeno
Estas reflexiones que ofrezco para la lectura de Ustedes, están lejos de ser un análisis suficiente. Sin embargo, a pesar de ello, mantienen la intensión de hacer pensar un tema que tiene ya una larga historia. Reconoce como punto de partida las consecuencias que las transformaciones que la Revolución industrial inglesa (1760 – 1840) impuso, desde la segunda mitad del siglo XVIII. La transformación del modelo de hombre dio sus primeros pasos en la Europa naciente de la mano de una burguesía triunfante. Las resultantes culturales de ese proceso, en mi opinión, no fueron debidamente estudiadas dentro del marco institucional educativo. Por el contrario, y esta es una tesis que voy a sostener en estos encuentros, se fue naturalizando como el modelo que el sistema debía formar. Por tal razón desapareció como problema a pensar.
Por lo expuesto presento ahora una especie de síntesis de los anteriores encuentros [del II al VI]. Creo que, como primer paso, debe establecerse una base de análisis común para coincidir en un primer diagnóstico estructural que, aunque sea aproximativo, recomponga todo el armazón sociopolítico. Este puede ser enunciado con una frase bastante repetida pero poco comprendida en toda su magnitud: «No estamos en una época de cambios, sino ante un cambio de época». Si nos detenemos a meditar la idea con la que nos enfrentamos debemos saber que lo que está en juego no es sólo el sistema educativo, éste es sólo una parte de un todo mayor. Lo que debe ser pensado, entonces, es la cultura occidental moderna [[4]] como tal, que ya ha demostrado sobradamente signos claros de agotamiento (recordar el Cambalache de Discépolo).
Lo que estoy proponiendo, como un primer ejercicio, es una tarea intelectual de análisis crítico respecto de la Sociedad Occidental Moderna, como ya dije, tarea que nos deberá preparar para enfrentar, dentro de nuestras limitaciones, una larga investigación y reflexión, que recupere los valores centrales del humanismo como instrumento de revaloración de todo lo existente. Esto es muy importante, para un proyecto de sociedad humana deseada y posible. Colocada esta plataforma de análisis, sobre ella podremos comenzar nuestra tarea crítica. La mirada sobre el conjunto nos posibilita percibir que el sistema educativo está en crisis en la medida en que lo está el conjunto de las instituciones que integran nuestro modelo cultural – acá cultura hace referencia a la totalidad de un sistema de ideas y valores que ha nacido hace unos cinco siglos, heredero de una larga tradición milenaria−. Ello nos impone someterla a una deconstrucción minuciosa para analizar cada una de las partes componentes, sus relaciones internas y el estado de los valores que las sostienen. A partir de allí se abriría una etapa de reconstrucción tomando decisiones sobre lo rescatable y lo descartable.
Todo ello debe ser intentado a partir de envolvernos con una actitud humilde y sincera acerca de nuestras limitaciones, como personas y como comunidad, para no desviarnos en proyectos ya agotados o quiméricos. Tener bien puestos los pies en el terreno que hoy pisamos, recordando la sabiduría del poeta Francisco Luis Bernárdez: «porque después de todo he comprendido que lo que el árbol tiene de florido vive de lo que tiene soterrado» será una ayuda imprescindible para no traicionar ni traicionarnos. Lo imperioso del reclamo debe ser respondido sabiendo que esta tarea no es de fácil y ni de rápida solución.
[1] El origen del término insight se encuentra en psicología es una iluminación, descubrimiento, reconocimiento o percepción inesperada.
[2] Dussel es reconocido internacionalmente por su trabajo en el campo de la ética, la filosofía política, la filosofía latinoamericana y por haber sido uno de los fundadores de la Filosofía de la liberación. El libro citado se lo puede leer en https://biblioteca.clacso.edu.ar.
[3] Se puede consultar en la página www.ricardovicentelopez.com.ar – mi trabajo titulado La realidad social y su conocimiento.
[4] Se puede consultar en mi página www.ricardovicentelopez.com.ar mi trabajo en el Cuaderno de Reflexión: La decadencia de Occidente.