103- No hay peor ciego que el que no quiere ver

Ricardo Vicente López

Este viejo refrán nos recuerda que muchas cosas que nos suceden, o se dan en nuestro derredor, social o políticamente, no son percibidas por muchos de nosotros. Cabe que nos preguntemos ¿por qué esto es así? Por lo tanto, requiere de una vocación para reflexionar sobre  esos hechos, presentes o pasados. Una primera aproximación nos dice: debe haber algo en nuestra conciencia que funciona como impedimento y este algo es de tal magnitud como para que, en ciertas situaciones, nos convierta en ciegos. Se trata de un no ver que no tiene causas orgánicas. Esto nos remite a la psicología, y podríamos definirlo como parte de nuestro pasado.

Sin embargo, no debemos ignorar que en ese refrán hay una pizca de malicia. Afirma que “el no quiere ver”, no es que “no pueda ver”, y sobre esta afirmación cae todo el peso de su sabiduría. Allí cambia todo el sentido del dicho. Encierra una acusación. Aunque hoy, sumergidos en el maremagnum informativo (en la significado de la Academia: “abundancia desordenada, confusión”), el tema se complejiza bastante. Permítame, amigo lector, hacer un breve análisis sobre el uso de dos verbos: ver (“Percibir algo material por medio del sentido de la vista”) y mirar (“Dirigir la vista hacia algo y fijar la atención en ello”). Esto nos permitiría modificar el refrán: “No hay peor ciego que el que no quiere mirar” y el significado se hace más evidente.

Introduzcamos ahora el vocablo masa:

Desde el principio, masa no fue solo un concepto, sino un modo de pensar y organizar la sociedad, una forma de modelar el mundo, un modelo concreto de sociedad, que corresponde al resultado posterior de la Revolución industrial (Reino Unido 1760–1840). Para algunos pensadores, la sociedad de masas fue la mejor forma con la cual se encontró el capitalismo para organizar la sociedad moderna.

La negación, individual y/o colectiva, de relacionar el presente con sus antecedentes, con su historia, sumerge a las personas en un hoy, carente de causas que expliquen la mayor parte de los males que se padecen. La idea de maremagnum me parece esclarecedora para entender la condición actual en la cual se encuentra el ciudadano de a pie. El tema que traigo para su consideración, amigo lector, es altamente preocupante, pero es evidente que ello no alcanza para que aparezca analizado en los medios públicos. Razón por la cual no llegan a ser parte de una preocupación compartida. Por el contrario, ha ganado mucho espacio en la conciencia ciudadana, lo que se podría calificar como un menosprecio por la historia, que le niega al pasado ser una fuente de sabiduría.

Esa actitud de ciertas capas de nuestra sociedad, es exhibida como una expresión importante de inteligencia personal. Revelan, como para quienes quieran tomar nota, que ellos viven el presente en su verdadera intensidad. Le quitan a la sabiduría acumulada en la experiencia de los pueblos, todo valor para la formación de un ciudadano comprometido con este presente y sus temas comunitarios. ¡Nada menos! Podríamos modificar el refrán: “El diablo sabe por diablo… pero no porque sea viejo”.

Se pretende imponer una filosofía, ya caduca en su tierra de origen: la del self made man (hombre hecho a sí mismo) que en tiempos recientes fue promocionado como el emprendedor.

En estos tiempos pandémicos, en los cuales la presencia de la responsabilidad personal adquiere una jerarquía mayor, por la importancia de la tarea del cuidado colectivo que debe adquirir centralidad. Es necesario, para ello, detectar la incidencia de filosofías de una Europa decadente que se expresan como la manifestación de la vida posmoderna. En ella predomina el cultivo del ego, el hedonismo, que acarrea una desestimación de la responsabilidad comunitaria.

Retrocedamos largamente hacia una época, que comparte con la actual, la vivencia de una cultura que ya había iniciado su proceso de decadencia. En aquella época imperaba una sensación de pérdida del valor de la vida que se expresaba en algunos de sus poetas.

La expresión “Carpe diem” es una locución latina que se traduce por “vive el momento”. Fue recogida siglos después en como «no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy» o «vive cada momento de tu vida como si fuese el último». La frase original se le atribuye al poeta latino Horacio (65-8 a.C.). Adquirió popularidad por el filme La sociedad de los poetas muertos (1989) en la cual un grupo de jóvenes se entusiasma por la prédica de su profesor de literatura.

En estos tiempos, en el que las ideas aparecen “en un mismo barro, todas manoseadas…” comparten un fondo similar: la posmodernidad. El escepticismo de un presente perpetuo se suma a las incertidumbres pandémicas. Ahora, con su permiso, amigo lector, le voy a proponer una modificación del refrán del título: “No hay peor ciego que el que quiere mirar y no sabe qué ve”. Este es el estado de alienación del hombre masa. Todo ello conforma un peligroso caldo de cultivo, “especialidad de la casa” de los medios de comunicación concentrados. Y en esto juega un importante papel, en sus campañas de deterioro de la conciencia colectiva. Le propongo, ahora, la siguiente lectura de una entrevista que la periodista Silvia Nicolini, de il manifestó global, le realizó al Doctor Noam Chomsky, publicada en www.sinpermiso.info (2-6-2020).

El tema propuesto fue el análisis de las protestas en los EEUU, por el asesinato del joven  George Floyd. El título: “Protestan por cuatrocientos años de represión”. Comienza respondiendo a esta pregunta: ¿Qué está pasando en los Estados Unidos? ¿Hay algo más profundo detrás de las protestas contra el racismo y el abuso de poder de los policías blancos? Prestemos especial atención a su respuesta:

Lo que hay de más profundo son cuatrocientos años de brutal represión: primero, el más feroz sistema esclavista de la historia humana, que proporcionó buena parte de la base del crecimiento económico y la prosperidad de los EE.UU. (y de Inglaterra)Lo que hicieron fue criminalizar la vida de los negros, creando la “esclavitud con otro nombre”. Esto duró prácticamente hasta la II Guerra Mundial, época en la que se necesitaba mano de obra… Llegó luego otra oleada de criminalización de la vida negra. Ya se puede imaginar el resto. Persiste el racismo, aunque sea menos rampante que antes. Y cuando se manifiesta, como en el caso del asesinato de Floyd, se produce naturalmente una explosión, a la que en este caso se suma buena parte de la población blanca, parece ser un reflejo de progreso de parte de la población a la hora de superar esta espantosa maldición.

La pregunta siguiente introduce el problema de la pandemia. Pregunta la periodista cómo evalúa el peso que puede tener su aparición como un componente de las protestas. Pareciera que han emergido las desigualdades del país y los profundos problemas de justicia social. Contesta el Profesor:

La pandemia ha puesto de relieve algunos de estos problemas. Así, por ejemplo, los negros mueren tres veces más que los blancos a causa de la Covid-19. Trump, cuya mezquindad no tiene límites, se ha aprovechado de la pandemia para recortar las regulaciones que limitan la contaminación del aire, que tiene efectos demoledores en la actual pandemia respiratoria. La prensa económica estima que, como resultado de ello, pueden morir decenas de miles de personas, con una elevada concentración entre personas negras que pueden permitirse vivir solamente en las zonas más contaminadas.

Amigo lector, el juego que le he propuesto, al exponer dos tiempos diferentes, pero con características que se pueden poner en paralelo, puede comenzar a despejar las nieblas de las ideas neoliberales, que todo lo oscurece. Es la que encuentra un campo propicio para la ignorancia de «los que tienen ojos y no ven» como advertía el mensaje evangélico. Pero, además, es necesario comprender que sólo hay presente en la medida de que haya habido pasado, dado que somos tiempo vivido y tiempo por vivir. Sin el pasado vivido, seríamos presa de una desmemoria causante de las más tremendas patologías, como nos enseñó Sigmund Freud (1856-1939), genial investigador austríaco, buceador de las profundidades de la conciencia personal.

Pero, para el tema que estoy analizando, necesito subrayar la importancia de saber que es imposible un presente sano sin un pasado más o menos claro. Todo aquello que la persona niega, respecto de realidades vividas, tiende a enquistarse como tumores psíquicos que enferman si no reciben un tratamiento adecuado. Pero, además, estos aportes de Freud, nos permiten salir al cruce de aquellos que se postulan como vivientes de un presente sin historia.

Entrando en el terreno político esas posturas conducen a resultados muy graves. Los predicadores de presentes perpetuos son totalmente inconscientes de las manipulaciones que imponen y padecen. Recuperando la línea de pensamiento del Profesor Chomsky, respecto de las consecuencias del virus pandémico y su ataque mayor a las personas marginadas, queda expuesta la evidencia de los resultados de la negación del pasado. Esa historia necesita ocultar las diferencias de clases que se han acentuado brutalmente a partir de las últimas décadas del siglo pasado: “Cada vez hay ricos más ricos y hay pobres más pobres”. Es este el pasado impresentable que se quiere ignorar. Así tenemos ciegos ideológicos enfermos de neoliberalismo.