64.- Las fuerzas subterráneas que no aparecen en la historia oficial de los Estados Unidos

Por Ricardo Vicente López

I.- A modo de introducción.- Yo he publicado varias notas en las que se pone en evidencia que los sucesos reales y el relato sobre ellos presentados en los Informes de la Casa Blanca dejan huecos sin explicación, aparecen varios de los datos fundamentales tergiversados. Hasta ahora nunca se me había presentado la hipótesis de que en la mayoría de ellos, si se los lee con una mirada crítica, se pueden detectar hilos que los unen en una matriz común. El tema es extremadamente complejo, pero estoy convencido que Ud., amigo lector, merece ser respetado en su inteligencia, en su madurez política y en sus apetitos y necesidades de verdad.

Utilizar esta palabra, verdad, en tiempos en los que se alardea, con aires de sabiduría, que la verdad no existe, que puede haber tantas verdades como personas, es un recurso inteligente para colocarnos a todos en un plano de igualdad. «¡Todo es igual! ¡Nada es mejor! Lo mismo un burro que un gran profesor», sentenciaba y denunciaba el gran Discepolín. Esta igualdad, que distorsionaba el reclamo francés revolucionario, ponía tras una misma línea a lo peor de la sociedad. Magnífica maniobra para exculpar la inmoralidad. Hace poco menos de un siglo, con ese espíritu profético que demuestran los mejores poetas, nos advertía que el mundo había entrado en una pendiente que se precipitaba hacia una vida sin valores, sin horizonte, sin solidaridades, sin respeto por la verdad: «Pero no ves, gilito embanderado, que la razón la tiene el de más guita… que la honradez la venden al contado y a la moral la dan por moneditas…»

Estos versos desesperados fueron escritos en la década del veinte de siglo pasado, poco tiempo antes del estallido de la Bolsa de Nueva York. Ya se vivía un clima de catástrofe del cual no se podía atisbar una salida posible. Pero Discépolo no era un escéptico, en otros versos reclama: «Enséñame una flor que haya nacido del esfuerzo de seguirte, ¡Dios! Para no odiar».

Esto nos plantea las variaciones que imponen los tiempos a la conciencia moral. Entonces, si Ud., amigo lector, me viene acompañando en estas notas, le puedo decir que compartimos una convicción de que los valores del humanismo no se negocian. Que tenemos la fuerza que nos da esa convicción de que hay un futuro mejor que nos está esperando, si nos unimos en la defensa de la verdad. Para ello estamos dispuestos a no arrodillarnos ante los poderosos porque nos sostiene en esa fe el saber que nos dirigirnos hacia un mundo mejor.

El Mahatma Gandhi dijo una vez: «Me mintieron una vez y yo les creí, me mintieron otra vez y yo les seguí creyendo, hasta que no le quedó más que decirme la verdad». Esto quiere mostrarnos que si no claudicamos en la defensa de la verdad, si somos fieles a ella, si perseveramos en su búsqueda, tarde o temprano se elevará en toda su envergadura y reinará entre los hombres. Y todo ello a pesar de que los agoreros pregonen su muerte.

II.- Todo lo anterior intenta ser una guía ética para la investigación que vamos a abordar. El tema es muy espinoso y presenta muchas dificultades para su comprensión. Ello exige que lo abordemos despojados de tantos prejuicios, de falsas certezas, de conceptos integrados a nuestra matriz de pensamiento. Digo esto, y ya se va a ir presentado a lo largo de estas páginas, que en más de una ocasión Ud., amigo lector, puede tener la tentación de no llegar hasta el final, hastiado de afirmaciones que no puede admitir. Sólo le pido que haga el esfuerzo de leer todo. Y después emita su juicio. En mi investigación, que ahora paso a contarle, después de muchas lecturas, me quedé con aquellas que pertenecen a personalidades prestigiosas, serias, creíbles, de las que aportaré sus antecedentes profesionales. He descartado las informaciones de periodistas que sólo están preocupados por lo que es “noticia”, lo que impacta, lo que sirve para el título de un diario. Lo que leerá ha podido resistir los ataques de todos aquellos que, por creerlo, o por defender el estatus quo, se desinteresan de la verdad y la subordinan a sus intereses.

Voy a comenzar por Peter Dale Scott (1929​), Profesor canadiense de Lengua Inglesa en la University of California, Berkeley, famoso crítico de la política belicista y de la política externa de los Estados Unidos desde la Guerra de Vietnam. Sobre el tema que vamos a analizar ha publicado una decena de libros. En un artículo que escribió para www.voltairenet.org el 23-5-2015, comienza sosteniendo:

Hace ya cierto tiempo que vengo analizando la Historia de Estados Unidos a la luz de lo que yo llamo los «acontecimientos profundos estructurales» (APE), como el asesinato del presidente Kennedy, el caso Watergate, el escándalo Irán-Contras (o Irángate) y las Torres Gemelas del 11-9-2001. Son hechos que desde el principio parecen rodeados de misterio. Por otro lado, implican sistemáticamente la realización de actos criminales o violentos y forman parte de los procesos clandestinos de los servicios de inteligencia. Por último, la consecuencia de esos hechos es que extienden la parte secreta del Estado y posteriormente dan lugar a todo tipo de disimulaciones sistemáticas en los grandes medios de prensa y en los archivos internos del gobierno.

El párrafo es lo suficientemente explícito y abarcador como para que nos preparemos para los pasos siguientes:

A medida que profundizaba en el estudio de esos hechos, noté que compartían muchos puntos comunes. Eso refuerza la posibilidad de que esos hechos no sean resultado de intrusiones externas y fortuitas en la Historia de Estados Unidos sino más bien fruto de un proceso endémico y que provengan de una fuente común. Existe, por ejemplo, un factor común entre el asesinato de Kennedy, el Watergate, el escándalo Irángate y las Torres Gemelas. Ese factor común es la implicación, entre bastidores, de individuos que participaron en el plan más secreto e importante de Estados Unidos para el manejo de situaciones de crisis.

No se puede ignorar la sorpresa que puede experimentar cualquier lector frente a la nota del Profesor Dale Scott. La acusación es gravísima. Aún las personas que han leído la Historia de los EEUU, que hayan seguido la evolución de cada uno de estos acontecimientos, (para recordar a algunos de ellos, se debe tener hoy más de sesenta años). La lectura de esa tesis choca, inevitablemente, con las ideas que el sistema propagandístico grabó en las conciencias de lo que se considera “personas bien informadas”. Se enfrentan dos líneas de lectura histórica: la tradicional que “todo buen ciudadano estadounidense” debe tener (sin que sea, necesariamente, consciente de ello), respetuosa de los Informes de la Casa Blanca; y, esta otra, severamente crítica, que da vuelta la tabla de valores del sentido común: los buenos aparecen como criminales y los malos como víctimas.

Desde los años 1950, afirma el Profesor, ese plan se ha conocido como programa de «Continuidad del Gobierno» (Continuity of Government o COG), más comúnmente designado en el Pentágono como «Proyecto Juicio Final». Como supervisores de la planificación altamente confidencial de la COG (top secret = ultra secreto), un restringido número de sus planificadores lograron alcanzar altas responsabilidades. Ejemplo de ello son Donald Rumsfeld (1932) y Dick Cheney (1941). Otros individuos, que irán apareciendo, operaron en niveles inferiores de la red secreta de comunicaciones de ese programa. Continúa el Profesor:

Yo veo ese círculo de planificadores de la COG como uno de los numerosos elementos de lo que he optado por llamar el «Estado profundo estadounidense» (Deepstate). También pertenecen a este Estado profundo agencias como la Central de Inteligencia Americana (CIA) y la National Security Agency (NSA) –la agencia de inteligencia del Gobierno de los Estados Unidos que se encarga de todo lo relacionado con la seguridad de la información–. Estas dos agencias más las empresas privadas como Booz Allen Hamilton, absorben como contratistas más de la mitad del presupuesto de los servicios de inteligencia estadounidenses. Este Estado profundo incluye, finalmente, los poderosos bancos y otras multinacionales, cuyos intereses y opiniones están ampliamente representados dentro de la CIA y la NSA.

Se utiliza desde hace unas décadas, en gran parte de la prensa diaria, aun en los que todavía tienen buena voluntad y buenas intenciones, los sectores progresistas o los liberals (en el sentido que tiene esta palabra en los EEUU), un concepto que pretende denunciar el poder organizado: se habla del establishment: «Conjunto de personas, instituciones y entidades influyentes en la sociedad o en un campo determinado, que procuran mantener y controlar el orden establecido». Sin embargo, la denuncia del Profesor va mucho más al fondo cuando habla del Deep State ya definido antes, pero que él cree que hay que definir con más precisión:

Se denomina Estado profundo, también conocido como Estado dentro de otro Estado a una forma de gobierno clandestino de un Estado, operado mediante redes de grupos de poder encubiertas, que actúan de manera en la que sus pactos perjudican a terceros. Los lleva el objetivo común de seguir una misma agenda, con objetivos propios, de manera independiente y en paralelo al gobierno elegido democráticamente. En esas operaciones quedan incluidos, muchas veces, actos de corrupción. Ejemplos de los órganos del Estado que son utilizados para estos fines son las fuerzas armadas o autoridades civiles (servicios de inteligencia, policías, policías secretas, agencias gubernamentales y de la Administración Pública en general).

Si bien este tipo de organización secreta puede operar en cualquier estado del llamado Primer Mundo, lo cierto es que esta idea fue concebida y puesta en funciones, por primera vez en los EEUU. 

En abril del 2011 el Profesor Dale Scott fue entrevistado por la publicación en francés de su libro El Camino hacia el Nuevo Desorden Mundial. En ella vuelve sobre su definición del Deep State introduciendo algunas precisiones más para dejar el concepto lo más claro posible:

Yo definí la política profunda como el conjunto de prácticas y de disposiciones políticas,  intencionales o no, habitualmente criticadas o no mencionadas en el discurso público, además de no reconocidas. O sea que la expresión «Estado profundo» no es cosa mía. Se refiere a un gobierno paralelo secreto organizado por los aparatos militares y de inteligencia, financiado por la droga, que se implica en acciones de violencia de carácter ilícito para proteger el estatus y los intereses del ejército de las amenazas que representan los intelectuales, los religiosos y en algunas ocasiones el gobierno constitucional.

En el libro La Routevers le Nouveau Désordre Mondial (español: La ruta que lleva al Nuevo Desorden Mundial), explica que adapta un poco esa expresión para referirse a la más amplia conexión que existe:

En Estados Unidos, entre el Estado público constitucionalmente establecido, por un lado, y las fuerzas profundas que se mueven en segundo plano de ese Estado, las fuerzas de la riqueza, del poder y de la violencia que están fuera del gobierno existe una conexión. Podríamos llamarla la «puerta trasera» del Estado público, puerta que sirve de acceso a fuerzas oscuras situadas por fuera del marco legal. Esa conexión es formidable, por ello necesita una apelación como «Estado profundo» para describirla.

III.- Le voy a proponer, amigo lector, una analogía que nos puede aproximar a comprender el tema, que presenta sus dificultades. La página www.rsn.ucr.ac.cr, de la Red Sismológica Nacional que pertenece a la Universidad de Costa Rica, describe el fenómeno del comportamiento de las placas tectónicas. Éstas se desplazan muy lentamente, a unos 150 Km de profundidad, por lo que es muy difícil detectarlas. Cuando golpean unas con otras producen efectos en la superficie que denuncian esos movimientos. Es decir su actividad constante pasa desapercibida, las consecuencias (estallidos de volcanes, tsunamis, etc.,) ponen en evidencia esos procesos. Podríamos decir, entonces, que el Deep State funciona de modo similar a esas placas.

El Profesor nos dice que ha detectado ciertos patrones de funcionamiento que les ha permitido descubrir que, por detrás de esos acontecimientos, aparecen algunas líneas de conductas que denuncian su pertenencia a un plan maestro general.

La pregunta que se nos presenta, que no se puede soslayar en este camino para encontrar una verdad que pueda darnos razones para aceptar esta creación es: ¿quiénes crearon este monstruo y para qué lo hicieron? No parece ser que la intención original haya sido tan aterradora. Nuestro investigador nos aclara:

La planificación de la COG (Continuidad del gobierno) fue autorizada inicialmente por los presidentes Truman y Eisenhower como preparación preventiva ante las consecuencias que podía tener un ataque atómico devastador que lograse decapitar el gobierno estadounidense. [hipótesis que sostenía la Guerra fría] Por consiguiente, el grupo a cargo del desarrollo de la COG se planteó la adopción de medidas extremas y excepcionales, que incluyen la «suspensión de la Constitución». Sin embargo, en los casos que ya quedaron mencionados (asesinato de Kennedy, el Watergate, el escándalo Irángate y las Torres Gemelas), su red secreta de comunicaciones – que debía activarse sólo en caso de decapitación catastrófica del Estado – en realidad fue utilizada para burlar las consecuencias que habrían que afrontar si se hicieran públicas sus participaciones.

En 1961, en el discurso que pronunció el General Dwight Eisenhower [[1]], al entregar el mando de la Presidencia de los Estados Unidos a su sucesor John Fitzgerald Kennedy, usó un tono de advertencia respecto de algo que, según sus palabras, fue necesario armar, pero que sus consecuencias podrían acarrear situaciones imprevistas y muy difíciles para la Nación:

Esta conjunción de un inmenso sistema militar y una gran industria armamentística es algo nuevo para la experiencia norteamericana. Su influencia total (económica, política, incluso espiritual) es palpable en cada ciudad, cada parlamento estatal y cada departamento del gobierno federal. Existe y existirán circunstancias que harán posible que surjan poderes en lugares indebidos, con efectos desastrosos. Nunca deberemos permitir que el peso de esta combinación ponga en peligro nuestras libertades y nuestros procesos democráticos.

A la luz de las investigaciones del Profesor Dale Scott, hoy podemos leer las palabras del General Eisenhower con una clave diferente a lo que se podría haber entendido en aquella época. La necesidad a la que alude el General Eisenhower, con el correr del tiempo, dio lugar a la formación de una burocracia con poderes ilimitados, totalmente autónoma, que tiene representantes poderosos, en puestos claves, dentro de la estructura del Estado republicano. Ellos son los encargados de manipular la legislación; desviar, cajonear, los procesos judiciales. Son parte de las instituciones republicanas, para obstaculizar cualquier intento de atacar al Deep State. Éste se ha convertido en un Súper Estado que funciona por sobre y al margen de cualquier intento de limitar sus funciones.

Amigo lector, le hago ahora unas preguntas que quedaron pendiente del apartado II: ¿Qué piensa Ud., después de lo que ha leído? ¿Cree que es aceptable la denuncia del Profesor Peter Dale Scott? De ser así ¿Esta explicación le es útil para rever las ideas que Ud. tenía respecto de las verdaderas causas de lo que se han denominado “misterios de la historia de los EEUU”? Si hasta aquí me siguió en este recorrido investigativo, le propongo que cambiemos la palabra misterio por otra que da una imagen mucho más clara: Conspiración.


[1]Se puede leer mi nota del 15-9-19 publicada en Kontrainfo Dwight Eisenhower y la denuncia de la aparición del Complejo Militar-Industrial.