49.- Debemos liberarnos del neoliberalismo para ser felices

Por Ricardo Vicente López

Porque después de todo he comprendido que lo que el
árbol tiene de florido vive de lo que tiene sepultado.

Francisco Luis Bernárdez

La mayor victoria del imperialismo no es sólo la obtención de beneficios
materiales, sino su conquista del espacio interior de las conciencias a través de los
medios de comunicación de masas, primero, y de las llamadas redes digitales.

Aram Aharonian – Periodista y comunicólogo uruguayo

En una entrevista que el diario La Jornada de México le realizó al filósofo Dany-Robert Dufour, Doctor en Ciencias de la Educación, en Letras y en Ciencias Humanas, Profesor en Ciencias de la Educación en la Universidad de París VIII, expuso sus críticas al mundo de hoy, al que caracteriza como un “liberalismo desquiciado”. Es todo un desafío seguir paso a paso sus reflexiones porque instala su crítica en un punto de partida que, en una primera  aproximación nos descoloca. Señalo esto, amigo lector, porque debemos estar atentos a sus argumentos ante el riesgo de ubicarlo, prejuiciosamente, en algún lugar del espacio ideológico que se abre entre los límites de la izquierda y la derecha. Debemos arriesgarnos a salir de ese encuadramiento clásico para comprender la profundidad de lo que nos propone.

Ante la pregunta respecto de su afirmación de que el mercado, actualmente, está ocupando el lugar de Dios (¡afirmación sorprendente!) lo cual nos estaría hablando de una nueva religión: la religión liberal. Aceptar esa propuesta, como dije antes, nos despista y nos exige pensar. Por ello le pido que sigamos los pasos de su argumentación:

Hay que comparar esta religión con las antiguas religiones, que se caracterizaban por tener ciertos mandamientos que eran prohibiciones: “no matarás”, “no robarás”, “no mentirás”, “no desearás a la mujer de tu vecino”, etc. Esta nueva religión es absolutamente diferente de las anteriores porque prescribe el goce, así que puedes mentir, puedes hacer valer tus intereses privados y egoístas, puedes ser feliz en la lujuria, puedes llevar un estilo de vida dispendioso. Todo eso ¿por qué? Porque es bueno para el mercado. Todo lo que antes se prohibía o se reprimía ahora tiene que ser liberado. El liberalismo es en primer lugar eso, algo que libera, y libera según la terrible fórmula que fue establecida para siempre por Bernard de Mandeville en 1704: “Los vicios privados constituyen la virtud pública”.

Si se acepta que el liberalismo económico enarboló la bandera de ese tipo de libertades, es necesario que ya nada impida el libre juego del individuo: desear y obtener todo aquello que desee, ya no importa cómo.

La frase laissez faire, laissez passer es una expresión francesa que significa «dejen hacer, dejen pasar»; una práctica caracterizada por la abstención de toda posible intervención o interferencia del Estado, especialmente con la libertad individual de elección y acción. Se sentó así la doctrina que se opone a la injerencia gubernamental en asuntos económicos. La razón que la fundamenta es que el mercado realiza en la economía una supuesta asignación más eficiente de los recursos. En otras palabras: la libertad de los mercados. Consiste en liberar a los individuos de toda restricción que pueda limitarle sus conductas.

Dice el profesor:

Ustedes saben que el laissez-faire es el lema principal del liberalismo (“no regulemos ya nada”) y, de hecho, lo que es necesario reconocer es que cuando se deja que actúen libremente los egoísmos privados se produce más riqueza pública. Pero el problema no está ahí, a nivel de la producción de la riqueza mercantil; este principio funciona ahí perfectamente y funciona bien, incluso funciona demasiado bien. El problema es que cuando se aplica a las otras actividades de la vida social, las puede destruir por el enfrentamiento de los egoísmos privados en pos de sus deseos libres. Entonces la ecuación a través de la cual se libera al mercado para su mejor funcionamiento, empeora la función de las otras actividades humanas, liberadas de toda restricción. Entonces llegamos a esta ecuación extraña y paradójica: la economía mercantil destruye la vida comunitaria. Ese es el gran problema y la gran contradicción del liberalismo.

Debemos detenernos a pensar su propuesta. Toda religión tiene mandamientos, el primero de esta religión liberal dice: “Te dejarás llevar por tu egoísmo”. Asumir ese mandamiento debe obligarnos a definir si eso es bueno para nuestra sociedad. La liberación del egoísmo tiene efectos nocivos sobre la socialización y la salud subjetiva. Este primer mandamiento, muy lejos de llevar a la generalización del individualismo en nuestras sociedades, ha conducido a lo contrario. La libertad proclamada, que lleva a competir en el mercado, produce ganadores y perdedores. Entonces, la libertad de consumir la tienen los ganadores. Los que pierden quedan fuera de competencia [las enormes mayorías excluidas del mundo]. Esas pierden esa libertad. Transformó al individuo en un miembro de esas vastas manadas de consumidores (siempre y cuando tengan dinero en el bolsillo). Nuestras sociedades no se convirtieron en encuentros de individuos comunitarios sino en luchas individuales para el logro de la obtención de la mayor porción posible del reparto.

Agrega el Profesor:

El individualismo consiste en entrar en un proceso de individualización en el cual por fin se logra –después de una larga formación–, hablar en nombre propio. Y si eso fueran las sociedades liberales sería formidable, pero no es para nada eso, incluso hoy vemos lo contrario: es atrapar a la gente encerrada en su egoísmo y se les dice: “Ustedes quieren esto, muy bien, y tienen razón en quererlo. Miren, los vamos a llevar hacia los bellos objetos manufacturados que hicimos para ustedes, para satisfacer así sus deseos más locos”. ¿Y cómo funciona esto? Pues bien, con un catecismo publicitario, que hace que cada vez más personas se incluyan en estas manadas virtuales. Todo ello a través de las industrias culturales, como la televisión, que capta la energía psíquica de los individuos, la capitaliza, le da un formato y la lleva hacia los buenos objetos que la buena economía del capitalismo hizo para satisfacer a todos os individuos ¿Todos?. Claro que esto es un poco irónico.

Preguntado por su propuesta de los nuevos mandatos de la nueva religión, el sexto mandamiento que propone es: “Ofenderás a todo maestro que esté en posición de educador porque te impide ser tú mismo”, y el séptimo: “Ignorarás la gramática, porque es un lugar común para todos y sólo debe haber lugares individualizados”. De ser esto así, le preguntan al Profesor: ¿qué lugar tiene hoy la escuela? Contesta:

La escuela está gravemente amenazada por la extensión del liberalismo. Los primeros que se dieron cuenta de esto fueron, por supuesto, personas que vivían en Estados Unidos en los años sesenta; pienso sobre todo en Hannah Arendt [[1]], quien hablaba de la destrucción de la escuela. ¿Y por qué habría una destrucción? Pues bien, porque aquellos que se presentan en la escuela son jóvenes o adolescentes que están en posición de esperar de la generación anterior la transmisión de lo que la humanidad ya ha acumulado, ideas, pensamientos, valores, etcétera. Están esperando la transmisión de un patrimonio cultural. Esto no quiere decir para nada que los jóvenes tienen que aceptar este patrimonio; al contrario, justamente porque les es transmitido lo pueden criticar; es necesario que critiquen lo que la generación anterior les dio para reinventar el mundo. Ahora bien, todas las renovaciones pedagógicas, desde hace más o menos cincuenta años, han tendido a arruinar esta transmisión, ya no se les transmite nada, y cuando no se les transmite nada les niegan toda capacidad crítica.

Debemos tener en cuenta que habla del primer mundo al cual pertenece. Ello debe ponernos en guardia cuando vemos que las reformas educativas tienden a eliminar las humanidades, las ciencias sociales y reducir los secundarios a cuatro años, etc. El modelo que se copia es el que el Doctor Dany-Robert Dufour está criticando. Le preguntan si rescata alguna virtud dentro del liberalismo y del capitalismo. Esta es su respuesta:

Creo que hay puntos verdaderamente positivos en el liberalismo. El problema ahora es que el liberalismo puede ser presa de un giro donde algunos efectos perversos empiezan a invadir el sistema y pueden hacer que este sistema se vuelva anti-productivo. Ahora el liberalismo está prometiendo la felicidad generalizada, y mucho me temo que una buena cantidad de horrores vinculados con el liberalismo se acentúen. Esto no quiere decir que haya que rechazar al liberalismo, sino que hay que hacer que vuelva a la razón, que ya no podemos someternos al principio del laissez faire. Hay que restaurar la función política, es decir, la salvaguarda de los intereses colectivos contra los intereses privados.

Es muy interesante su reivindicación de la política como el instrumento idóneo para evitar los errores que nos han traído hasta este hoy. Suplantar el economicismo como el camino único, y abrir el debate de ideas para construir un mundo mejor, que es deseable y posible.

La socióloga argentina Mónica Peralta Ramos agrega este comentario, que podemos entenderlo como un buen cierre:

El desafío es salir del aislamiento y la disgregación que imponen distintas formas de represión del conflicto social: desde el hambre, la recesión económica, el endeudamiento y el blindaje mediático, hasta los aprietes, carpetazos y la violenta represión política. Esto implica sustituir el individualismo, la lucha por el bolsillo propio y la pequeña cuota de poder político individual, por una visión de conjunto. Privilegiando las relaciones entre colectivos que sufren las distintas formas de ninguneo: expoliación, falta de representación e invisibilidad que impone la actual estructura de poder. Es necesario hacer valer sus múltiples demandas en un clamor único que apunte al cambio de la relación de fuerzas que impera en la coyuntura actual. No será fácil. Sin embargo, es posible a condición de conocer lo que está en juego.

Creo que es muy importante, sobre todo en la situación actual a la que fue arrojada nuestra sociedad, por el dogmatismo, la ignorancia y la ineptitud del equipo gobernante, poder superar los estrechamientos ideológicos. La ideología que sostiene la concepción económica que nos han impuesto pertenece a una escuela que sólo se enseña en las facultades. Teorías desasidas de los problemas reales. Cuando los que ocupan cargos públicos, sin haber pasado por la sabia tarea de la experiencia de gobierno, han mostrado dos líneas de acción: 1.- Utilizar el cargo para negocios privados, 2.- Pensar que la teoría se debe aplicar sin tener en consideración las peculiaridades sociales, culturales y políticas. En ambos casos han perjudicado a una inmensa mayoría con sus cegueras políticas e ideológicas.

¿Podremos pensar que ya ha llegado la hora de hacernos cargo de la crisis en la que estamos? ¿Seremos capaces de asumir una ciudadanía responsable que se movilice para poner fin a esta etapa?


[1] Hannah Arendt (1906-1975) filósofa alemana, especializada en filosofía política, nacionalizada estadounidense, una de las personalidades más influyentes del siglo XX.