11- La manipulación de la propaganda (Bernays)

11.- Programa Nº 11 – ¡Qué mundo maravilloso!

1.- Quien les habla, Ricardo Vicente López y Paula Molini, les damos la bienvenida a este  programa número 11. Después de haber analizado, en partes, el largo artículo de Noam Chomsky El control de los medios de comunicación, en el cual apareció un extraño personaje el Doctor Eduard Bernays (1891-1995) reconocido como el creador de las Relaciones públicas. En este encuentro, amigo radio-escucha, se lo vamos a presentar. Comencemos por algunos datos biográficos. Nació en Austria y su familia emigró a los EEUU a principios del siglo XX. Estudió en la Universidad Cornell. Su vocación lo inclinaba hacia la comunicación y la publicidad.

Un dato familiar muy importante es haber sido sobrino de Sigmund Freud (1856-1939). Mantuvieron una relación epistolar. De algunos artículos que le envió a Eduard, que éste publicó en una revista de medicina, comenzó a relacionarse con temas de la psicología profunda. Fundamentalmente los descubrimientos de su tío sobre las pulsiones inconscientes que condicionan las conductas humanas. De la posibilidad del manejo terapéutico del inconsciente, aplicado a la conciencia colectiva le abrió un amplio campo investigativo. Un mirada muy interesante, nos propone un artículo publicado en la página www.elmundo.es que lleva el desenfadado título: Edward Bernays y el arte de manipular. Debemos reparar en el significado de la palabra manipular:

“La manipulación mental o control mental se produce cuando un individuo o grupo de individuos y ejerce una toma de control de sus comportamientos, utilizando técnicas de persuasión o de sugestión mental. Se logra eliminar las capacidades críticas de la persona, esto es, su capacidad de juzgar o de rehusar informaciones u órdenes mentales.

2.- Algo que puede llamar la atención es que este notable investigador, que transformó la cultura de los EEUU, hoy sea un desconocido. El artículo mencionado nos sugiere una respuesta:

Muchos son los hombres poderosos desconocidos, es tal vez una ventaja para sus manejos. Bernays, el hombre inventor de la propaganda y las relaciones públicas, puede haber sido uno de esos casos. Ahora bien: si usted se siente atraído irremediablemente por un producto que en realidad no necesita, o apoya a un partido del que conoce poco, ha sucumbido, como muchos de nosotros, a las artes de este mago de la manipulación.

Este párrafo, si Ud. amigo radio-escucha, se detiene un momento en analizarlo, resulta ser una especie de cachetazo a nuestro ego. Nos está tratando de ingenuos o sonsos. ¡No se enoje con nosotros! Porque nos está advirtiendo de que nos comportamos como títeres en el teatro de la vida cotidiana. Sin embargo, en la medida en que podamos desocultar los mecanismos con los cuales nos manejan, debemos asumir que algo de complicidad nuestra debe haber:  

Antes de Bernays, los estadounidenses no desayunaban huevos con panceta, los varones  no llevaban reloj de pulsera y las mujeres no fumaban. Todas estas transformaciones las ideó él. Todo el trabajo que tomó como fundamento el descubrimiento de esos mecanismos es susceptible de ser manipulado para diversos fines.

3.- Un aspecto llamativo de su personalidad es que estaba convencido que sus aportes a la vida de los ciudadanos representaban una ayuda y un avance para la felicidad social:

No había atisbo de mala conciencia en él, porque estaba convencido de que la propaganda y las relaciones públicas, eran disciplinas necesarias para «convivir en una sociedad funcional sin sobresaltos». En su libro titulado precisamente Propaganda, resumía su maestría en el arte de conseguir que las personas se comportaran de manera irracional al lograr vincular los productos o la política con sus emociones y deseos más profundos. Durante la I Guerra Mundial, se puso al servicio del Gobierno de EEUU para motivar a los jóvenes para que se alistaran en el ejército.

El verdadero salto de su carrera lo logró con el contrato con la Compañía Americana de Tabaco., Se proponía agregar otros millones de fumadores al incluir a las mujeres en ese hábito. Bernays envió a un grupo de jóvenes modelos a marchar en el desfile de Pascua de Nueva York y avisó a la prensa de que aquellas mujeres iban a encender cigarrillos. Estos eran presentados como un símbolo de liberación femenina: las «antorchas de libertad».

La operación se completó contratando a cientos de mujeres para que fumasen en lugares públicos. Pagó a directores de cine para que las actrices fumasen en sus películas. Las tabacaleras y el propio Bernays se hicieron ricos con aquella campaña maestra en lo que hoy llamamos aceptación de un hábito mal visto con anterioridad. El tema merece que volvamos sobre él. Hasta nuestro próximo encuentro.