
Ricardo Vicente López
«Transformar la realidad impone una transformación de la persona que se lo propone; quien no se atreve a transformarse a sí mismo, no puede transformar nada».
A lo largo de estos últimos años he abordado en mi página web [[1]] una problemática muy variada, pero que tuvo siempre, de diversos modos, a la persona humana [[2]] como centro de mis investigaciones. Esta vocación me ha llevado a transitar una variedad de caminos y temas que fui sintetizando, desde distintos enfoques, en dicha página. Para concentrarnos en un concepto que apunta a lo más profundo del tema diré:
«La persona humana, en su carácter de ser única e irrepetible, tiene una naturaleza corpóreo-espiritual: está dotada de una razón abierta al conocimiento y al reconocimiento de su propia dignidad por lo cual está atenta, en sentido pleno, a los valores que debe realizar y a las normas que debe respetar para obtenerlos (inscrito todo ello en su misma naturaleza)».
El vocablo persona, entre tantos otros, expresa mejor la profundidad de su ser y en un aspecto que se presenta como controversial: encierra un misterio constitutivo: su condición de única e irrepetible, no explicada, después de cinco siglos de presencia de las varias ciencias, dado que sólo lo describen [[3]]. Podría ser expresado históricamente como la consecuencia del paso avasallador de la burguesía comercial hacia una mundialización del capitalismo; ello generó la necesidad de conocer la conducta del hombre-masa, para su mejor gobierno de la sociedad moderna. Ésta quebrantó el orden social como efecto de la división en clases enfrentadas por la desigual distribución de la riqueza producida. Todo ello necesitó un manejo controlador más preciso y especializado para la adaptación y articulación de las especialidades del trabajo moderno.
Fue evidente que quedaba un campo muy grande y profundo, no estudiado: la conciencia humana. Esta soportaba con mucha incomodidad y quejas profundas el avasallamiento del avance del sistema de producción capitalista [[4]]. A fines del siglo XIX, la genialidad del Doctor Sigmund Freud [[5]] (1856-1939), desarrolló sus investigaciones sobre el funcionamiento de la conciencia y las posibilidades de curación de sus anomalías, parte de ellas producidas por una sociedad injusta. También desarrolló una teoría sobre el origen de las enfermedades de la conciencia y sus posibles abordajes. Más allá de sus desmadres teóricos, abrió un campo de estudio. Por sus tesis padeció de muchos impedimentos e incomprensiones. Una ciencia sobre lo humano concebida por fuera de los cánones del positivismo no era aceptable.
Hasta entonces el alma era un objeto de estudios y reflexiones para filósofos y teólogos, no muy bien vistos por los científicos. El iluminismo y la ilustración menospreciaron y hasta ignoraron, los estudios sobre la conciencia humana, por fuera del romanticismo.
«Se denomina iluminismo al movimiento cultural, político, jurídico que se desarrolló en Europa durante el siglo XVIII. Tuvo su filiación doctrinal en el renacimiento, en el humanismo, y en las corrientes racionalistas y empiristas del siglo XVII».
Los tiempos no eran los mejores para prestar atención a esas investigaciones, cuyas consecuencias ponían a la sociedad moderna en el banquillo de los acusados. Además loa duros resultados sociales de la Revolución industrial desconocidos por los manuales de economía fueron pintados la literatura inglesa del siglo XIX, particularmente durante la Revolución Industrial, que se caracterizó por reflejar la miseria y las condiciones de vida de la clase trabajadora. Autores como Charles Dickens, Elizabeth Gaskell y los Hermanos Brontë abordaron temas sociales, como la pobreza, la desigualdad y el impacto de la industrialización en la vida cotidiana.
La verdad y la persona que la propone
El Doctor Jaume Patuel i Puig –Pedagogo y Psicólogo y Psicoanalista, de la Fundación Cardenal Vidal y Barraquer de Barcelona, de la Asociación Catalana de Psicólogos de Barcelona y de la Fundación Europea de Psicoanalistas. Propone esta reflexión:
«El juego de palabras en uso nos hace reflexionar dada la dificultad que presenta la profundidad e interioridad del ser humano. Efectivamente, el hombre de la verdad es el hombre que siente y vive la verdad. El problema se encuentra en el vocablo verdad. Para diferenciar el contenido, diría que una es en minúscula, la verdad que cada hombre se hace, se cree, se imagina: el hombre de la verdad. En el fondo, esta verdad para que tenga peso, va a depender de qué hombre la manifiesta, la expresa. El testimonio va a ser esencial.
La otra Verdad, en mayúscula, es aquella Verdad que cada persona tiene, y que posee en su profundidad interior. Podríamos indicarlo con el término esencia: la Verdad que es válida para todos. La Verdad del hombre, es lo que lo constituye. Es una Verdad vivida, vivenciada. Ahora bien, la persona que conjuga ambas verdades, es el Maestro, el que no impone sino que expone. No dirige sino que indica. No habla ni escribe sino que vive y hace. Hay toda una coherencia en él. Todos tienen en su interior este Maestro, sólo es preciso despertarlo»
En este siglo XXI es muy posible tener en cuenta la existencia de estos grandes Maestros, pero sin ignorar, al mismo tiempo, que cada época tiene sus propios Maestros. Es muy difícil detectarlos porque son nuestros coetáneos, coincidimos en el tiempo y en el espacio. El tiempo permite tomar distancia y constatar quienes han sido esos Grandes Maestros. Pero tenemos muchas resistencias interiores para aceptar que alguien, otro ser humano, nos pueda indicar la Verdad del hombre, esto se detecta, fundamentalmente, a partir de la instauración de la persona-individuo de la Modernidad.
[1] wwwricardovicentelopez.com.ar.
[2] Si bien la expresión persona-humana contiene una redundancia, dado que no hay persona por fuera de lo humano, y no hay humano que no sea persona. Sin embargo, el uso del derecho habla de persona jurídica. Creo que en un sentido más estricto la expresión es correcta, aunque no niega la redundancia.
[3] Este tema lo abordé en el encuentro III, sin embargo volveré sobre él con otras reflexiones sobre el tema.
[4] Un estudio más detallado se puede encontrar en mi trabajo El capitalismo en crisis –Parte I – en mi página web.
[5] Fue un neurólogo y psicólogo austríaco, fundador del psicoanálisis, una teoría sobre el funcionamiento de la mente y un método para tratar las consecuencias nuevas. Sus ideas sobre el inconsciente, la sexualidad infantil, los sueños y el complejo de Edipo revolucionaron la psicología y la cultura popular.