Ricardo Vicente López
El tema de la libertad ofrece una dificultad que es necesario, en primer lugar, ponerla bajo el análisis riguroso para poder decir algo sobre ella. La dificultad radica en que todas las personas tienen la certeza de saber qué es la libertad. Es muy difícil encontrar a alguna persona que confiese que no sabe de qué se trata. Este saber funciona como una primera barrera que es necesario superar para seguir avanzando en esta investigación. Por tal razón el problema requiere lo que propone el enunciado del título de esta nota: ¡reflexionar! Para una primera aproximación a una respuesta vamos a revisar lo que nos propone el Doctor Luis Roca Jusmet, Profesor en el Departamento de Filosofía de la Universidad Autónoma de Barcelona y en el Instituto de Educación Superior La Sedeta de Barcelona. Su propuesta comienza así:
El problema de la libertad remite a dos dimensiones, que son la libertad interna y la libertad externa. La libertad interna quiere decir que, por muy condicionados que estemos, tenemos siempre un margen de decisión. La libertad externa es el límite que nos marcan nuestros condicionamientos externos. La libertad interna depende de uno mismo. La libertad externa, en cambio, depende de la sociedad en la que vivimos. Si la primera es la capacidad de decidir y de llevar a término lo que queremos, la libertad externa es el marco de posibilidades que da la sociedad en que vivimos para elegir. Cuando hablamos de la libertad interna quiere decir la capacidad de hacer lo que decidimos, sin estar limitados por “nuestras pasiones”, como decían los antiguos. Es un trabajo interior el que nos posibilita desarrollarla. Es una cuestión ética.
El profesor nos remite a aventurarnos en la reflexión sobre un tema nada sencillo. Es muy común en el lenguaje coloquial oír decir: “desde el punto de vista ético y moral…” dando por sentado que estos dos conceptos funcionan como sinónimos. La diferencia entre la ética y la moral es que esta se refiere al conjunto de normas y principios en los cuales que se basa la cultura y las costumbres de determinado grupo social. Deriva del latín “Mores”, lo relativo a las costumbres. Es un conjunto de reglas que se aplican en la vida cotidiana y que son usadas por todos los individuos de una sociedad.
Para el filósofo argentino Enrique Dussel, partiendo de su etimología griega, la ética, que deriva del vocablo griego “ethos”, tiene dos acepciones: 1.- ha sido traducida al latín como “costumbre” y por ello se confunde con la moral latina; 2.- la otra se refiere al «modo de ser», al «carácter» y debe pensarse como la relación a una especie de segunda naturaleza en el hombre. Es el fundamento de la moralidad, entendiendo por «fundamento» la razón de ser de los valores de la existencia humana. En ese fundamento juega, de modo decisivo, la pertenencia a la cultura del pueblo al que se pertenece, a la polis, como comunidad en la que se asienta y echa raíces la vidas humana.
Entonces la libertad interior y exterior, aceptando las definiciones de Dussel, se encuentran en una zona en la cual el compromiso con la vida de su comunidad impone valores que pasan a ser el contenido básico del hombre griego. (Por ejemplo la negación de Sócrates a evadirse de Atenas para no morir ejecutado; o la noción de patria en el Gral. San Martín; o la expresión de Fidel Castro: “Patria o muerte”). Esta segunda definición de la ética, como el valor de la pertenencia a la vida comunitaria. ha perdido vigencia en los últimos siglos. Tal vez, hoy pueda decirse:
La ética apunta siempre al compromiso con nosotros mismos y con los otros. Es nuestro compromiso, es nuestra responsabilidad. Se trata de asumir no solamente las consecuencias de nuestros actos, en relación con nosotros mismos y con los otros, sino también de hacernos cargos de nuestras vidas. Entonces, respecto a la libertad externa, puede pensarse, también, como dimensión política. Se elaboran unas leyes para regular la libertad y los derechos de todos porque la libertad común solo es posible si cada cual respeta la de los otros.
El Profesor Roca Jusmet propone una formulación más sencilla, de claro sesgo liberal decimonónico, acerca de cómo debe plantearse esta libertad externa como la han hecho John Stuart Mill (1806-1873) [[1]] y Philip Pettit [[2]] (1945):
Mill separa lo privado de lo público para afirmar que la libertad solamente puede ser limitada si afecta a la libertad del otro. En el momento en que mi libertad coacciona la del otro las leyes deben intervenir. Con lo cual las leyes lo que hacen no es limitar la libertad, sino la de cada uno para favorecer la de todos. No van contra la libertad sino que se ponen a su servicio.
Le agrega una condición para distanciarse del individualismo liberal:
Pero sin olvidarnos de la igualdad, como nos enseñó Marx. ¿cómo podemos hablar de libertad si no hay unas condiciones dignas de existencia? Philip Pettit, por su parte, complementa lo dicho por Mill. La libertad como no-dominación, es decir como el derecho a que no sea limitada de manera arbitraria por la voluntad del otro. Nos permite entender que la libertad debe complementarse con la igualdad. Es la necesidad de vincular la libertad social con la idea de justicia. Es decir, que a veces las leyes deben limitar la libertad en nombre de un valor diferente que es el de la justicia.
En estas definiciones aparece la necesidad de ubicar a cada pensador en su contexto histórico. Eso es imprescindible que lo tengamos presente entre nosotros. Hablar de libertad en un contexto del liberalismo dominante del siglo XIX, en el cual la libertad del individuo era pensada contra la posible opresión del Estado monárquico, extremaba la exigencia de libertad, aun en épocas en las cuales las grandes mayorías estaban lejos de poder reclamarla. El siglo XX, acompañado por el avance de los derechos sociales, generalizaron el concepto de libertad, ya expresados en la Declaración de los Derechos del hombre y el Ciudadano (1789), pero que el siglo XIX no los plasmó en la práctica social. La cuestión fue entendida en los términos de una justicia que debía mantener el equilibrio entre un Estado justo y la defensa de las libertades individuales. Dice el Profesor Roca Jusmet:
Para mí se resumiría hoy en lo que recoge la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948). Es decir que la libertad individual debe estar vinculada a la necesidad de garantizar unos derechos sociales para todos. Pero hay que entender también la libertad externa como libertad política. La libertad política es la de expresarse, asociarse, reunirse y manifestarse libremente. Es lo que podríamos llamar libertad republicana. Esta libertad cierra el círculo con la libertad interna. Porque solamente los ciudadanos con información y con criterio pueden dar contenido a una democracia. Es decir, son las virtudes cívicas las que necesitamos para que esta democracia sea no solo un procedimiento formal sino también una cultura. Esto nos lleva nuevamente a la sociedad, a la educación, a los medios de formación y de información.
La conclusión es que la libertad interna y la externa no pueden separarse y que todo lo humano tiene una dimensión social. La sociedad hace al individuo y el individuo hace la sociedad. Sin embargo, debo agregar un comentario respecto a una dimensión que no ha aparecido: la dimensión económica. Todo lo dicho queda en mero enunciado en una sociedad global en la cual el domino del poder financiero del capital concentrado convierte todo lo dicho en meras ilusiones. Una libertad integral que respete la totalidad de lo humano no es posible bajo una dictadura encubierta de los mercados globales. Esto es una clara limitación de las declaraciones liberales, cuando no (y tal vez las más de las veces) sólo son manifestaciones de la hipocresía imperante.
Es aceptable la buena voluntad del Profesor Roca Jusmet. Pero, debo agregar que, tal vez, pensar desde una Europa que todavía disfruta del saqueo colonial, le ciega la visión de cómo se ve la justicia y la libertad desde la periferia excluida del mundo rico. Es imprescindible que esos intelectuales arriesguen a levantarse de sus cómodas poltronas y se asomen a mirar esa periferia pauperizada que está muy lejos de estas consideraciones filosóficas. Entonces, estas palabras podrán asumir un compromiso que, en los términos de este artículo, no aparece:
Cada cual ha de asumir la
responsabilidad que tiene para hacer que sea posible, como decía Paul Ricoeur, con
las cuales cierra su artículo adquirirían mayor valor: «Una buena vida,
compartida con los otros y en el marco de unas instituciones justas. Es el
necesario complemento entre la ética y la política”.
[1] Filósofo, político y economista inglés de origen escocés, representante de la escuela económica clásica y teórico del utilitarismo.
[2] Politólogo y filósofo irlandés, egresado de la Universidad Nacional de Irlanda.