CURSO VIRTUAL DE FILOSOFÍA POLÍTICA

Reflexión introductoria para todos nuestros encuentros

Una simple mirada sobre el mundo actual puede sumergirnos en la desesperanza, en la incomprensión, en el fatalismo, en el escepticismo, ante todo ello debiéramos detenernos a pensar: ¿qué está pasando que nuestra vida cotidiana que nos presenta tantas incertidumbres?:

«En este tiempo que nos toca vivir: estamos ante un cambio de Ciclo Histórico [[1]]. Los finales se caracterizan como un tiempo convulso y desorientado: con pérdida de valores jamás imaginada, para nuestra historia occidental: sus bases greco romanas, judeocristianas, son las que han edificado el desarrollo del mundo moderno –hoy en crisis–. Los principios morales se esfuman en el viento. Los valores universales se incumplen con absoluta normalidad».

Nos advertía la aguda inteligencia de Discépolo [[2]]:

«Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio o chorro, pretencioso estafador, todo es igual, nada es mejor: lo mismo un burro que un gran   profesor».

La televisión es una muestra lamentable de todo ello, pero, al mismo tiempo un termómetro fiel para medir tanta tristeza, tanta maldad, tanta hipocresía. Por ello propongo, a aquellos amigos, que estén dispuestos a reservar un tiempo para estos encuentros virtuales, dedicarlo a un momento semanal para el intento de desarrollar y crecer en nuestra capacidad crítica intelectual: es decir, para definir qué nos pasa, detectar qué aspectos de nuestra formación, recibida en las aulas, están hoy desactualizados.

Todo ello con el objeto de llevar un poco de tranquilidad y claridad, a nuestras conciencias, para comprender que este mundo se derrumba, por tal razón, deja un espacio abierto para construir una sociedad nueva. Dicho de otro modo: ¿Qué partes de nuestras capacidades para ver y entender deben ser revisadas para que crezcamos en nuestras cualidades y aptitudes, especialmente intelectuales y espirituales, de comprensión en nuestras vidas sumergidas en el caos social que nos rodea.

El formato coloquial que estamos utilizando nos permite apartarnos del tono académico, acartonado, que le quita a la filosofía el corsé de cosa difícil e inabordable, que el ciudadano de a pie sospecha, y con razones. El resultado aparecerá mientras recorreremos una senda de búsquedas: a la vez grata, profunda y reveladora de todo aquello que se nos esconde ante nuestra mirada ingenua [[3]] El formato que les propongo permite quitarle a la filosofía ese corsé de cosa inabordable que, que se ha ganado por méritos propios que y se le atribuye. El método que planteo, intenta un recorrido que a la vez sea grato, profundo y revelador de los problemas que hoy debemos enfrentar.

Nuestra Argentina de hoy debe estar en el centro de nuestras preocupaciones

«Algunos dicen, «que suerte tiene Francia, siempre le aparece el hombre que la salva”. ¡No es suerte, es cultura política! El nuestro es un país politizado, pero sin cultura política. Nosotros tenemos mucho para trabajar. Claro, que para adquirir cultura política, el primer paso es politizarse. En un país despolitizado la cultura política no es accesible. Tenemos que trabajar intensamente para llegar a una cultura política que nos de esa posibilidad… Estas cosas no hay que hacerlas el día siguiente, hay que hacerlas el día antes.»… Se terminaron los tiempos de la politización, hay que comenzar a hacer política en serio, y con un solo fin, cultura Política en beneficio de la Patria».

Modelo Argentino para el Proyecto Nacional (1974) – Juan Domingo Perón

A unas cinco décadas de estas palabras, su lectura nos obliga a reflexionar sobre el estado político de nuestro pueblo, su historia, sus éxitos y fracasos. Esto se torna mucho más acuciante al tomar conciencia de la situación actual. Esto nos enfrenta a la pregunta: ¿cómo fue posible que llegáramos hasta este punto? Debemos intentar reconstruir las dos últimas décadas de nuestra historia para encontrar allí las raíces de este deterioro político. Para ello debemos formarnos con conciencia de nuestras carencias políticas y dedicarnos a estudiar con seriedad.

En la búsqueda de superar nuestras carencias políticas.

Propongo comenzar a pensar qué cosa es la filosofía, como el instrumento intelectual  que nos desafía para encarar esta tarea. De inmediato, se nos presenta una pregunta, que no es sencilla. Puesto que para responderla, dicen los que saben, es necesario partir de alguna base que es ineludiblemente filosófica. Pareciera, entonces, que para preguntar por la filosofía se debería ser filósofo. Si esta fuera la única respuesta sería evidente que esta disciplina es sólo una actividad “para unos pocos elegidos” (como decía la ironía de los inigualables Les Luthiers [[4]]).

Para desarmar esta incógnita se puede establecer una analogía, una comparación, que creo posible y útil: “para hablar de la Fe se debe partir de un modo de pensar muy cercano a lo religioso. Eso nos obligaría a pensar si lo religioso (o lo filosófico en este caso) ¿No está imponiendo una condición limitante? ¿No deja esto fuera de posibilidades a aquellos no iniciados  en esas tareas? Con lo cual está impidiendo acercarse a estos temas. ¿No es esto lo que le ha sucedido al ciudadano de a pie? Por lo tanto, es evidente que no podemos aceptar esas definiciones.

Entonces acerquémonos, nosotros en nuestro carácter de ignorantes  [[5]]– según dice el diccionario: «personas que no saben» −. Bueno, asumiendo esa condición de ignorantes, pero con la honestidad y la necesidad de aclarar, de inmediato, que no somos ignorantes absolutos, sino sólo en algunas temas determinados. Decía Aristóteles Que: «Existe una ignorancia “sabia”: la de quien “sabe que no sabe”». En este caso: no sabemos qué es la filosofía y ese no saber nos abre la necesidad de preguntar. Recurramos a esos que dicen que saben y veamos qué son capaces de ofrecernos. Por ejemplo podemos leer:

«La filosofía es un conocimiento, un saber, de los tantos que posee el hombre, que resulta de una actividad que se llama filosofar”. Podríamos contestar: «muchas gracias, ¡chocolate por la noticia!» Equivale a decir: «hablar es lo que hacen aquellos que hablan», pero esto no nos permite avanzar ni un milímetro».

Veamos a “otro de los que saben” que nos dice: «Hay algunos que sostienen que no se puede enseñar filosofía, pero sí a filosofar». ¡Interesante! Podríamos entenderlo comparando el filosofar con el aprender a andar en bicicleta: se aprende intentado subirse a la bicicleta y pedalear. Pero ¿eso nos pone en el riesgo de darnos un golpe? Entonces, “otro de los que saben”, que parece más pedagógico, nos responde:

«El hombre comienza a filosofar cuando pierde todas las certezas que tenía, que es cuando todo a su alrededor se tambalea y no tiene de dónde agarrarse para no caer; entonces la humildad nos abre a la pregunta. La filosofía nos responde que estamos en las mejores condiciones de aprender, abiertos a pensar, sin nada que nos condicione; equivale a decir, que no parte de ningún saber anterior a sí mismo; una especie de infancia del pensar».

De esta afirmación se desprende, entonces, que los que están seguros de saber todo, los necios [[6]], no están en condiciones de filosofar, por lo tanto de poder saber qué es la filosofía y de sumergirse en sus sabidurías. Aparece, entonces, la humildad de reconocerse ignorante, al menos en algunos problemas; es, por lo tanto, una condición del filósofo. Cuenta la tradición ateniense  que uno de los mejores amigos de Sócrates (470-399 a. C.), le preguntó al Oráculo [[7]] de Delfos: «si había alguien más sabio que Sócrates», y la Pitonisa (adivina o profetiza) le contestó: «no hay ningún griego más sabio que él»: «Al escuchar lo sucedido, Sócrates dudó del oráculo, y comenzó a buscar alguien más sabio que él entre los personajes más renombrados de su época, pero llegó a la conclusión de que los que creían saber, y se decían sabios, realmente sabían muy poco, en cambio él era consciente tanto de la ignorancia los que le rodeaban como de la suya propia. A partir de allí sale su afirmación: «Solo sé que no sé nada».

Ahora, creo, que hemos llegado a un buen punto de partida a algo importante: si preguntamos ¿Qué es eso que se llama filosofía? Es porque no lo sabemos y, además, hemos descubierto que no lo sabemos, hemos dado ya un paso importante. Entonces también tomamos conciencia de que lo estábamos ignorando, que no teníamos certezas o que las habíamos perdido. De cualquier modo entramos en un estado de necesidad de saber aquello que nos aguijonea y ahora nos remite a esa necesidad de saber y, por lo tanto, de comenzar a preguntar.

Dicho con otras palabras: hemos llegado a un comienzo del filosofar que nos ayudará a comprender los porqués de nuestro estado de conciencia. Es el comienzo de aceptar nuestra ignorancia, es lo que nos remite a preguntar: ¿qué es eso que se llama filosofía?

Hasta nuestro próximo encuentro.


[1] Se denomina ciclo al período de tiempo en el cual se desarrollan o suceden un conjunto de acontecimientos, etapas o fenómenos que, una vez agotados, se abre un tiempo nuevo.

[2] Enrique Santos Discépolo (1901-1951) fue compositor, músico, dramaturgo y cineasta argentino. También era conocido como Discepolín.

[3] Diccionario RAE- «Se dice de quien es sincero, candoroso y sin doblez y actúa sin tener en cuenta la complejidad de una situación.

[4] Fue un grupo argentino humorístico-musical, ​​ muy popular en los países hispanohablantes.​

[5] Ignorancia ​ indica falta de saber o conocimiento, o experiencia, en determinados casos, no existe el ignorante absoluto.

[6] Persona que insiste en sus propios errores o se aferra a ideas o posturas equivocadas, demostrando con ello muy poca inteligencia.

[7] Mensaje o respuesta que las pitonisas y/o sacerdotes daban en nombre de los dioses a las consultas y peticiones que los fieles les formulaban.