El justo paga por los pecadores – El poder y la injusticia

Ricardo Vicente López

Me voy a tomar el atrevimiento, amigo lector, de poner en paralelo algunas historias, contando con la tolerancia de Plutarco (46-120 d.C.) [[1]] para, a partir de los paralelos, obtener algunas conclusiones. El trabajo más conocido este historiador fue las Vidas paralelas, una serie de biografías de griegos y romanos famosos, elaborada para revisar las analogías con el fin de comparar virtudes conductas y valores morales comunes. Además, parafraseando un famoso comentario irónico: «La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa» que  Carlos Marx escribió en El 18 de brumario de Luis Bonaparte (1852).

Después de esta presentación me remito a la primera de estas historias (que fueron seleccionadas, caprichosamente, por mí):

I.- La de Sócrates (470.-399 a. C.) que vivió y enseñó en su ciudad Atenas, ¿Quién fue Sócrates? No es casualidad que este gran Maestro de la Filosofía que no escribió nada de lo que predicaba, por su convicción de que el aprender es un ejercicio que requiere la relación personal entre Maestro y discípulo, y que a pesar de ello ha sido recordado como uno de los pensadores más importantes de la historia. Logró revolucionar las prácticas filosóficas de la antigua Grecia y, actualmente, sus ideas siguen permeando en la memoria y el pensamiento colectivo, por lo menos, de Occidente.

Sócrates fue una persona que se adelantó a su tiempo, con cualidades de profeta, que su humildad no aceptaría: sus ideas atravesaron 28 siglos de Historia: fue el padre de la  ética y el más grande de los filósofos: considerado el hombre más sabio de su tiempo. En el libro Apología de su discípulo Platón (389 a. C,) se puede leer lo siguiente:

«En uno de los encuentros con sus discípulos, contó Cherafón que había preguntado al Oráculo de Delfos si había algún hombre más sabio que Sócrates. Éste le contestó: «Es el más sabio de todos los hombres». Al oír Sócrates esto, quedó confundido, pues él estaba seguro de que no era sabio; sin embargo, pensando llegó a esta conclusión: «Un Dios no puede estar mintiendo”. Entonces visitó a los personajes más sobresalientes de la ciudad que se decían sabios, dialogó con ellos y se convenció de que no eran sabios, «creían ser sabios, pero no lo eran en realidad… y se lo demostró»… —En cada visita obtenía un nuevo enemigo que no olvidaría el desaire —.

Sócrates reflexionó de la siguiente manera: «Ellos se hacen llamar sabios porque creen saber algo. Entonces, me parece que soy algo más sabio que ellos, porque yo no creo saber lo que no sé». Esto lo llevó al entendimiento del sentido de las palabras del Oráculo: «La máxima sabiduría humana era en realidad una minucia, por lo que el más sabio de los hombres es aquél que reconoce su falta de sabiduría». Esto lo sintetizó en la famosa frase: «Sólo sé, que no sé nada».

Él cultivaba una rigurosa conducta y muy severa consigo mismo, con una Ética muy exigente como filosofía de vida. El era riguroso con el cumplimiento de la ley. «Para ser libre hay que ser esclavo de la Ley». Por ello estaba muy disgustado con los funcionarios de su época. Esto lo llevó a un juicio en el cual algunos miembros del Jurado — personas que había visitado en su investigación–: lo acusaron de corromper a los jóvenes, dado que estos estaban aprendiendo a reflexionar críticamente y no se sometían a los mandatos de sus mayores.

El Tribunal ateniense le dio a elegir entre renegar de sus ideas o beber la cicuta [3], el filósofo se negó a renegar de la Verdad, puesto que había predicado toda su vida los valores de la Polis –que eran violados por algunos funcionarios–. Entonces renegar de sus ideas era la peor enseñanza que podía dejar a sus discípulos.

¿Cómo murió Sócrates?

Condenaron al filósofo por el delito de ser fiel a sus ideas y por su manifiesto  escepticismo muy disruptivo [[2]] sobre la existencia del panteón griego. La sentencia lo condenó a beber la cicuta [3]ejecutado en el año 399 a.C.; por el único y verdadero delito de ser un rebelde respecto del status quo que imperaba en la ciudad.  Consideraba que una vida tenía que ser buena y virtuosa, tratando por igual a todos sin importar su ubicación en la sociedad.

Según relata Platón en la Apología, Critón fue a visitarlo a la celda y le ofreció una fuga, dado que la sentencia era injusta y además él ya había sobornado a los carceleros; esto le permitiría salvar su vida y escapar de Atenas. Sócrates, fiel a su conducta de vida, contesta: «Toda mi vida prediqué que para ser libre es necesario ser esclavo de la Ley. Ahora que el sentenciado soy yo ¿puedo desdecirme por el sólo hecho de salvar mi vida?».

Finalmente, tomó el recipiente con la cicuta: «Murió su cuerpo, aunque no sus ideas», dijo uno de sus discípulos. Platón cuenta en su diálogo Fedón «Este es el fin de nuestro amigo. A mi parecer, el más sabio y justo, y el mejor de los hombres que he conocido».

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Quiero avanzar con otro ejemplo de vida de alguien que, en su calidad de persona histórica, ha tenido algunas ideas que predicaba para llegar a ser buena persona: en sus ideas y en su conducta son parangonables: Jesús de Nazaret, nacido en Belén en los primeros años de Nuestra Era, unos cuatrocientos años después de Sócrates, entregó su vida a su prédica de amor a todos y protección de los desvalidos, que ha recogido los Evangelios:

El Evangelio es un conjunto de cuatro libros del Nuevo Testamento que narran la vida, y la doctrina de Jesús de Nazaret. La palabra Evangelio proviene del griego y significa “Buena Noticia”. Los evangelios fueron escritos por Mateo, Marcos, Lucas y Juan.

«El Jesús histórico es la reconstrucción realizada de la vida de Jesús de Nazaret mediante investigación rigurosa basada en el método histórico. Esta reconstrucción es, por ello, una aproximación al Jesús real, la cual engloba todo lo que realmente pensó, sintió, experimentó, hizo y dijo Jesús».

Algunos aspectos de su prédica, teniendo en cuenta las diferencias culturales entre la cultura ateniense y la semita, pueden ser comparables, como una vida entregada a la prédica del Bien y a la defensa de los marginados, con el amor al prójimo, y su dedicación a la formación ética de ellos. Fundamentalmente, su actitud ante la aceptación de las sentencias injustas que los llevaron a la muerte por el delito de no renunciar a sus prédicas que criticaban las conductas inmorales vigentes en sus acusadores.

Se puede decir, como una línea histórica que une a ellos –comparación que podría incluir a algunos otros que corrieron la misma suerte– el conflicto entre el Poder y la Ética de la responsabilidad en la defensa de los Justos, fue resuelto eliminando a los que defendían a los débiles.

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Le pido ahora, amigo lector, perdone mi obstinación y que me permita avanzar en mi análisis de las injusticias que los poderosos aplican a todos aquellos que se atreven a elevar su palabra para denunciar una paradoja: «las injusticias de la Justicia». Quiero incluir un caso presente, escandaloso para quienes quieren acercarse a conocer lo que está sucediendo: un juicio burdo, absurdo, aberrante, antijurídico que viola las normas constitucionales, las leyes y procedimientos vigentes cuya tramitación está al alcance de todos aquellos que se interesen en conocerla.

Este juicio fue llevado adelante por un tribunal compuesto por tres jueces, que llegaron a esos cargos violando las normas que rigen su elección, desarrollado todo ello ante el silencio del resto de los miembros del Poder Judicial, con la complicidad de la mayoría de los medios de información, y de la mayoría de los partidos políticos. Todo ello ha permitido condenar sin pruebas aportadas al tribunal, con el argumento de sólo la certeza jurídica [[4]] personal (¿?). Es decir que ante la falta de pruebas se le debe aceptar al “Señor Fiscal” que se le acepte su opinión. Todo ello contra una persona de militancia política que ocupó los más altos cargos políticos, siempre por el voto popular: me refiero a la Doctora Cristina Fernández de Kirchner. Parafraseando la sentencia del poeta romano Horacio (65-8 a. C): «Mutato nomine de te fabula narratur» — «Cambiando los nombres la Historia habla de ti»

Sé que incluir a esta persona es un acto disruptivo, pero también sé que la acusación es disruptiva frente a una inocente que se la acusa con una causa armada con toda desprolijidad, que viola de Derecho Procesal y la Constitución de la Nación; rechazada por la prueba de la Inteligencia Artificial como falsa y antijurídica.

Amigos y compañeros: en los tres casos que expongo –salvando tiempo y lugar–, ponen en evidencia lo que dice la sabiduría bíblica: «El justo paga por los pecadores», es un refrán que significa que cuando un miembro de un grupo se comporta de manera incorrecta, se tiende a generalizar y a decir que todos son iguales: ¿se podría aplicar al Poder Judicial? Todo esto nos trae a la memoria estos versos del Martín Fierro:

«La ley es tela de araña, en mi inorancia lo explicó, no la tema el hombre rico, nunca la tema el que mande, pues la rumpe el bicho grande y sólo enrieda a los chicos».


[1] Sobre el año 67 inició un viaje de estudios que lo llevó a Alejandría y a Asia Menor, en el cual visitó Esmirna, que en aquel entonces era un importante centro filosófico.

[2] Se trata de una actitud contestataria para romper con las reglas y los valores establecidos; persona con la capacidad para romper con las reglas establecidas o la forma de hacer cosas.

[3] Es una hoja de una planta muy amarga, pero no dolorosa. En Atenas se utilizaba para ejecutar a los que violaban la Ley.

[4] La certeza jurídica se manifiesta a través de preceptos como: La irretroactividad de la ley, La tipificación legal de los delitos y las penas, Las garantías constitucionales. Un proceso similar al que soportó Lula, el actual presidente del Brasil.