MATEANDO LA EDUCACIÓN IV – El misterio de lo humano

Ricardo Vicente López

“Qué es el ser humano en la naturaleza? Una nada frente al infinito y un todo frente a la nada, un medio entre la nada y el todo, pero incapaz de ver la nada de donde viene y el infinito hacia dónde va”.

Pensées  7 – .Blaise Pascal (1622-1662).

Creo que, como paso siguiente necesario, debe establecerse una base de análisis compartida para acordar un primer diagnóstico estructural que, aunque sea aproximativo, recomponga un punto de apoyo común respecto del cuadro sociopolítico al que pertenecemos. Este puede ser enunciado con una frase bastante repetida pero poco comprendida en toda su magnitud: «No estamos en una época de cambios, sino ante un cambio de época». Si nos detenemos a meditar la idea con que nos enfrentamos debemos saber que lo que está en juego no es sólo el sistema educativo. Lo que debe ser pensado es la cultura occidental moderna [[1]], que ya ha comenzado a demostrar signos evidentes de agotamiento.

Lo que estoy proponiendo es una tarea intelectual de análisis crítico sobre la sociedad occidental moderna, como ya dije, tarea que nos deberá sumir, dentro de   nuestras limitaciones, en una larga investigación, reflexión, que recupere los valores centrales del humanismo; estos constituyen un instrumento de valoración de todo lo existente, tema muy importante, para el proyecto de una sociedad humana deseada y posible. Colocada esta plataforma de análisis, sobre ella podemos comenzar nuestra tarea crítica.

La mirada sobre el conjunto nos posibilita percibir que el sistema educativo padece esa crisis acompañando al conjunto de las instituciones que integran nuestro modelo cultural – utilizo el concepto cultura como una referencia a la totalidad de un sistema de ideas y valores que ha nacido hace unos cinco siglos, heredero de una larga tradición milenaria y que se la ha denominado Modernidad−.

Ello nos impone someterla a una revisión minuciosa para analizar cada una de las partes componentes, sus relaciones internas y el estado de los valores que la sostiene. A partir de allí se abrirá una etapa de reconstrucción tomando decisiones sobre lo rescatable y lo descartable. Toda esta tarea está justificada por la seriedad y profundidad que exige el tema de la Educación de la Persona.

Todo ello debe ser intentado a partir de una actitud humilde y sincera acerca de nuestras limitaciones como personas y como comunidad para no desviarnos en proyectos quiméricos o trasladados de los países centrales. Tener, para ello, bien puestos los pies en el terreno que hoy pisamos, la realidad sudamericana con el acento puesto en nuestra Argentina. No olvidar quiénes somos, dónde habitamos, será una ayuda imprescindible para no traicionar ni traicionarnos. Lo imperioso del reclamo debe ser respondido sabiendo que esta tarea no es de fácil y ni de rápida solución.

Esos proyectos no deben ser circunscriptos a temas puntuales, parciales, técnicos, metodológicos, económicos, etc., no porque haya que dejarlos de lado sino porque se su riqueza conceptual impone un análisis crítico más profundo e integrador: un diagnóstico sociopolítico y un proyecto de hombre-persona frente a la masificación que impone la sociedad moderna. Una sociedad que concentre sus esfuerzos en dibujar un horizonte deseable y posible que contenga qué queremos ser y qué queremos llegar a ser como comunidad nacional.

Ello es posible de asumir sólo a partir del compromiso personal y colectivo respecto de ese nivel de exigencias. Entonces, la necesidad y la obligación de encontrar una salida adecuada a la situación imperante nos reclamará aproximarnos al mejor diagnóstico posible: el buceo en las causas más profundas que nos han llevado a esta conformación socio-cultural-económica es condición necesaria para el comienzo de esa tarea.

Propongo ahora la lectura de una nota interesante, como comienzo de nuestro camino hacia un análisis más exhaustivo y detallado del concepto Educación, comentarios y reflexiones posibles. Para ello analizaré un texto desafiante poniéndolo como disparador.

Es una nota que publicó, hace varios años, el periodista y profesor Mariano Molina, egresado de la Universidad Nacional de La Plata; y Docente de esa prestigiosa casa de estudios. Guardé la nota, como a tantas otras, sabiendo que siempre aparece un tiempo en que los problemas socio-políticos se replantean pero, por regla general, no desaparecen, salvo en las grandes revoluciones de la Historia. Por esta razón guardo en mis archivos lo que me parece importante y que puede iluminar nuestro pensamiento. Me reencontré con esta nota, buscando temas y problemas que se van escurriendo de mi memoria.

Planteo y análisis de la pregunta

Me parece muy interesante para nuestro tema, en primer lugar, por su título tan provocador “¿A quién le interesa la educación?”, que nos obliga a pensar en los términos que nos impone la pregunta, encontrar y volver a leer la nota me volvió a desafiar por lo ingenioso de su análisis; porque creo que nos obliga a pensar al plantear:

a.- ¿por qué nos interpela y por qué nos sentimos convocados al debate?

b.- El autor debe tener “sus razones” para hacerlo, pero ello no nos limita para incorporar, con la libertad que seamos capaces de permitirnos, preguntas nuestras que se nos puede presentar.

Para ello debemos recordar que siempre hay limitaciones muy variadas en un amplio abanico: personales por quiénes somos: sociales, culturales, políticas, ideológicas, económicas, etc., de las cuales podemos ser conscientes de ello y detectarlas, y otras que operan sobre nuestra conciencia sin poder saberlo.

Nuestro crecimiento, nuestra formación y nuestra experiencia, en la medida en que vamos creciendo funciona como una levadura que al fermentar va modificando nuestra ecuación personal. 

A todo ello se le va incorporando, en la medida en que el tiempo vital lleva a nuestra conciencia datos, conocimientos, experiencias que nos van, necesariamente, enriqueciendo. Las experiencias según el grado de compromiso familiar y social, las que hayamos ido incorporando en nuestra práctica social, política (no necesariamente partidaria, pero no la excluye). Esas experiencias de vida van madurando nuestro entendimiento: recortando  y, al mismo tiempo incorporando, densidad y profundidad de nuestra capacidad reflexiva.

La batalla entre las ideas enriquece nuestro conocimiento

La práctica social del análisis y el debate del acontecer cotidiano, aún en nuestra intimidad intelectual, abre la posibilidad de reflexionar en nuestro espacio socio-cultural con todos aquellos que acepten este convite; nos sumerge en un mar de ideas que chocan entre sí, como las olas en el mar y, al volver, propone síntesis para que nuestra conciencia delibere consigo misma. Volvernos hacia nuestra intimidad, es un ejercicio sano para revisar y reconstruir un nuevo entramado ideológico personal: todo ello, sin que seamos totalmente consciente de esos procesos (que podríamos definir como maduración personal), puede ir desarrollando, haciendo más denso y profundo nuestro pensamiento y nuestra capacidad de análisis y reflexión.

Aquí aparece la importancia y necesidad del diálogo entre las personas como ejercicio intelectual para la conformación de ciudadanos reflexivos, respetuosos de la palabra del otro (“sea este quien sea”), sobre todo, en tiempos como el que estamos atravesando en nuestra Argentina en el cual se pretende imponer la prepotencia del grito por sobre el tranquilo y bien fundamentado argumento. Para ello la palabra pensada, bien fundada, puede abrir un sendero constructor para ir proponiendo las bases de una sociedad más igualitaria.

Se me dirá que puede sonar muy bonito, pero irreal, en este clima de brutalidades y vociferaciones… Yo respondo que ninguna sociedad perdurable se ha construido de ese modo, y que la violencia pudo haberse adueñado del poder… si, pero la mayor parte de ellos no perduraron. 


[1] Para más información ver en la página www.ricardovicentelopez.com.ar mi trabajo El marco cultural del pensamiento político moderno.

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