Sigamos recorriendo los diagnósticos de personas influyentes para que nos ayuden a pensar sobre la gravedad de la situación internacional y nacional que estamos atravesando. Entre ellos, una voz más que autorizada es la de George Soros. Tiene hoy 78 años y hace 10, en un libro que lleva por título La crisis del capitalismo global- La sociedad abierta en peligro, pronosticó el derrumbamiento de ese capitalismo.Para más datos sobre su persona y sus capacidades Soros labró su fortuna como especulador financiero. La proeza más famosa fue provocar una devaluación de la libra esterlina en 1992 que le deparó mil millones de dólares de ganancia en 24 horas. Mayor eficacia no parece fácil de conseguir. Ahora, en su madurez se dedica a la filantropía y a analizar y explicar las claves de la crisis de la economía mundial. En su último libro del 2008, El nuevo paradigma de los mercados financieros. La crisis crediticia de 2008 y lo que significa, se explaya sobre las consecuencias de lo que él había advertido diez años atrás.
Leamos sus reflexiones: «Las autoridades estadounidenses adoptaron una economía de mercado fundamentalista. Creían que los mercados acabarían corrigiéndose a sí mismos. El secretario del Tesoro Henry Paulson es un ejemplo. Pensaba que seis meses después de la crisis de Bear Stearns, el mercado se habría ajustado y, «bueno, si Lehman (Brothers) se hunde, el sistema puede asumirlo». Sin embargo, todo se vino abajo. Como no entendían la naturaleza del problema -que el mercado no se corregiría por sí solo- no veían la necesidad de intervención estatal. No prepararon el plan B». Yo me siento atraído por esta explicación, porque estoy convencido de que entre los especialistas, y los economistas no son una excepción, es perfectamente aplicable el viejo dicho: «no hay peor sordo que el que no quiere oír». Tienen una capacidad para escuchar sólo la música que conocen, que no es mucha, y el resto les suena sólo a ruidos, por lo tanto los desprecian.
Los funcionarios de Busch funcionaron con el libro de catecismo bajo el brazo y actuaron en consecuencia aplicando las más rancia ortodoxia, pero la realidad es muy empecinada, por ello dice Soros: «Cuando se declaró la crisis de Lehman, tuvo que cambiar de opinión y rescatar a AIG. Al día siguiente se produjo la estampida en los mercados de dinero y en los mercados de instrumentos negociables, de modo que volvió a cambiar de idea y dijo que necesitábamos una ayuda financiera de medio billón de euros. Pero quería meter el dinero en el lugar equivocado: quedándose con los activos tóxicos de los bancos. Al final han recuperado el sentido, y la Administración pública está comprando acciones de los bancos, porque comprende que el sistema financiero está al borde del colapso».
Uno tiene la mala tendencia a sospechar que detrás de todas esas maniobras hay siempre negocios para unos pocos. No es que crea que esto no existe, pero resulta ser una explicación pobre de lo que ocurrió. No puede despreciarse la sordera y la miopía con que vienen equipados muchos de esos funcionarios. Entonces ¿se podría pensar que con Obama todo cambió? El Sr. Soros es muy poco optimista: «Pero después, me temo, la economía real sufrirá los efectos secundarios, que ahora están cobrando brío. A estas alturas, la reparación del sistema financiero no impedirá una recesión mundial grave. Puesto que en estas circunstancias el consumidor estadounidense ya no puede servir de locomotora de la economía mundial, el Gobierno estadounidense debe estimular la demanda. Dado que nos enfrentamos a los retos amenazadores del calentamiento del planeta y de la dependencia energética, el próximo Gobierno debería dirigir cualquier plan de estímulo al ahorro energético, al desarrollo de fuentes de energía alternativas y a la construcción de infraestructuras ecológicas. Este estímulo podría convertirse en la nueva locomotora de la economía mundial».