El politólogo, profesor de la Universidad de Buenos Aires, Atilio Boron, en una reciente ponencia en un congreso internacional nos ofrece comenzar a pensar por el lado opuesto de lo que se viene diciendo y escribiendo: «Comencemos caracterizando a esta crisis por la negativa, diciendo lo que esta crisis no es. Esto es importante porque el bombardeo mediático al que están sometidas nuestras sociedades presenta a los economistas y otros publicistas del establishment hablando de una “crisis financiera” o “crisis bancaria”. Poco antes, ni siquiera eso: se decía que estábamos en presencia de una crisis de las hipotecas “sub-prime”. Se pretende, de este modo, minimizar la crisis, subestimarla, presentarla ante los ojos de la población como un incidente relativamente menor en la marcha de los mercados y que para nada pone en cuestión la salud y viabilidad del capitalismo como supuesta “forma natural” de organización de la vida económica. El paso del tiempo se encargó de demoler todas estas falacias».
A diferencia de Jeffrey Sachs, el investigador Boron tiene una mirada muy severa respecto de lo que está sucediendo. Y, en tono de denuncia, señala que circula a través de los medios de información ideas que intentan ocultar la verdadera dimensión del problema. Puesto que si todo es, como sostiene alegremente Sachs, si bien debemos preocuparnos por lo inmediato, nos espera un mundo totalmente renovado salvo en un aspecto: EEUU saldrá de esta situación liderando el cambio hacia la nueva sociedad. Deberíamos recordar, una vez más, la sabiduría del príncipe de Lampeduzza: «Que algo cambie para que todo quede como está».
El buen diagnóstico de la situación actual es imprescindible para que la propuesta terapéutica sea viable y eficaz. Ocultando o distorsionando la información no se crean más que mundos engañosos. Claro está, esa es la intención de los que medran con las situaciones de crisis. Cuando comience a salirse de lo más profundo y podamos ver cuáles son las empresas que quedaron paradas y en qué estado están sabremos quiénes son los ganadores de la crisis, los perdedores, además de la inmensa mayoría de los habitantes del planeta, también son algunos ricos que han sufrido la desgracia de haber quedado fuera de los mil más ricos del mundo de la revista Forbes.
El buen diagnóstico es el que intenta Boron: «La crisis se torna visible, inocultable, por el estallido de la burbuja creada en torno a las hipotecas “sub-prime” y luego se transmite, rápidamente, a los bancos e instituciones financieras de Wall Street, y finalmente se extiende a todos los sectores y a la economía mundial. Pero la burbuja, y su estallido, es el síntoma; es como la fiebre que denuncia la presencia de una peligrosa infección. No es tanto la enfermedad (aunque podría argumentarse que la tendencia permanente en el capitalismo a formar burbujas especulativas también es un signo de insalubridad) como su manifestación externa, la que por momentos adquiere contornos ridículos o aberrantes». Este empeño en no confundir los síntomas con las causas más profundas de la situación de hoy es una condición insoslayable para no dejarnos arrastrar por la opinión de los opinólogos (especialistas en todas las disciplinas) que pululan por los medios de comunicación que intentan manipular los ánimos de la opinión pública.
La peligrosa infección no es nueva, es parte del modo aberrante que adquirió el sistema capitalista a de fines del siglo XIX, a lo largo del XX y lo que va del XXI. Atribuir las consecuencias a un factor de la economía y ocultar los otros es un método que posibilita no hablar de lo fundamental del sistema. Eso es precisamente lo que se intenta, que los ejes del verdadero debate necesario de hoy no aparezcan.