Éramos pocos y… apareció Francisco De Narváez, aunque en realidad no apareció, sólo dio un paso hacia el centro de la escena política. Ya lo conocíamos de cuando compró en un remate objetos pertenecientes al general Perón pagando una fortuna por ellos (fortuna para cualquier ciudadano de a pie, no para él). A diferencia del ingeniero Macri este otro no ha recibido una educación universitaria en una institución de primera línea. Como lo confiesa con cierto orgullo: «no terminé mi secundario, porque no me gustaba estudiar, por ello me fui a trabajar a la empresa de mi padre». Podríamos aceptar que en los tiempos que corren no estudiar no es un demérito, por el contrario, puede llegar a ser una ventaja. Con mirar el panorama de los “exitosos”, oírlos hablar alcanza para saber la formación de la que hacen gala. Así como Tinelli abundan los exitosos que alcanzan esa calificación ostentando su escaso pulimento.
Pero, el problema que se va presentando es que empiezan a aparecer ciertos indicios, de los cuales los grandes medios asociados en la política a este candidato no dicen palabra, de estar implicado en una relación no del todo develada con el “rey de la efedrina”, con quien se comunicó a través de uno de sus “mil cien celulares” (como lo oye). Parece ser que justo el aparato con el número del cual salieron las tres comunicaciones no se puede encontrar. Según De Narváez estaba en mano de uno de sus empleados. Hasta allí podría aceptarse que hay una maniobra política, como el mismo lo dio a entender, para perjudicarlo en la campaña. Sin embargo, en los medios tribunalicios se dice que si alguien es culpable o inocente se sabe por el abogado que lo defiende. Cuando se apela a un maestro del “embrolle” como lo es el Dr. Mariano Cúneo Libarona, abogado de las empresas de de Narváez, algo está diciendo, según la experiencia y los comentarios de los pasillos del Palacio de Justicia.
La maniobra de este conocido tramoyista consistió en una acusación contra el juez de la causa (o sea contra el Gobierno en última instancia) de estar intentando perjudicar su campaña. La situación es extremadamente delicada puesto que no consigue despegarse del problema de las llamadas de las que se tuvo conocimiento en la investigación sobre el tema de la efedrina. En una dualidad discursiva se defiende acusando al gobierno pero le dice a su frente interno «que el tema no es importante ya que al Gobierno ya no le cree nadie».
Todo este mundo de dimes y diretes podría pasar a un tercer plano si la conducta anterior del Sr. Empresario no dejara lugar a la sospecha. Pero alguien que exhibe un gasto de campaña, muy anterior en su comienzo a lo que la Ley electoral permite, y que no dice su monto y menos su origen, deja mucho para pensar. Volviendo al tema central de estas reflexiones podemos decir que la certeza de que la publicitación de su imagen no está fuera de lo que estipula la ley, como fecha para el comienzo de las campañas, lo aclaró el juez competente al decir que en sus presentaciones no aparece solicitando que se lo vote. Equivale a decir se está “vendiendo” como una mercancía y ante ello la justicia no puede oponerse.
Entonces, no se trata de un dirigente político sino de una persona que se ofrece en el mercado como portador de soluciones para los problemas de la gente: una especie de Mr. Músculo de la política. ¿Qué es lo que avala que sus servicios serán eficaces? No se sabe, hay que creer en su capacidad para hacerlo. ¿Dónde demostró sus capacidades? Sólo en sus empresas ganando mucho dinero. Se postula para diputado por lo que podríamos hallar en el ejercicio actual de su banca el resultado de sus participaciones. Al igual que el ingeniero Macri ha ido a pocas sesiones y sus participaciones han sido para proponer que se fijen días para distintos productos del campo (ternero, forrajes, etc.) Preguntado por qué no propuso cosa más sustanciosas respondió que como la mayoría la tiene el oficialismo no se las iban a aprobar. La misma respuesta que dio Macri respecto a su nula presencia en la cámara de la Ciudad Autónoma cuando fue elegido diputado.