Si el diálogo es el elemento fundante de los procesos democráticos, en éste deben participar todos con las mejores intenciones. Claro está esto no pasa de ser un buen deseo que la realidad se encarga de voltear. Y, una parte importante de ello sucede por la concentración en pocas manos de la palabra pública. Por lo que había quedado dicho en la nota anterior viene a cuento comentar la publicación del último libro del Pascual Serrano, Desinformación. Cómo los medios ocultan el mundo. En la era de la información, los medios de países democráticos como el nuestro ejercen un nuevo tipo de censura, consistente en crear ruido para ocultar hechos. El periodista español desvela, en este trabajo, los mecanismos y los peligros de esta manipulación. Baste un pequeño ejercicio para averiguar la efectividad de una censura que se presenta con otros métodos que los tradicionales: no se oculta o se impide que las noticias aparezcan, lo que se hace es distorsionarlas de tal modo que digan, muchas veces, lo contrario de lo que ha sucedido.
Esto logra que cualquiera de nosotros, ciudadanos con cultura media y acceso libre a la prensa, televisión e internet, tenga ideas muy precisas sobre algunos temas «de actualidad» sin que sepamos con certeza de dónde se sacaron, qué relación hay entre el relato y el hecho originario, y respecto de muchas otras cosas ignoremos totalmente que existen porque nunca aparecen, salvo catástrofes, corrupciones escandalosas o rarezas varias. Si nos detuviéramos a hacer un examen, conviene meditar si nuestros juicios sobre lo que nos parecen datos aceptables son o no sólo impresiones o prejuicios de quien nos informa. Esto nos llevaría a preguntarnos si estamos siendo críticos o sumisos con quienes dirigen las opiniones de la masa, y pensemos a quién favorece nuestra desinformación. Podría suceder que nos hayamos ido acostumbrando a leer las noticias que han sido tamizadas por periodistas que responden más a los intereses de sus anunciantes.
Podemos leer en una nota que presenta este libro: «Pascual Serrano, periodista especializado en política internacional y fundador de la publicación digital Rebelión, ha concebido este libro como un recorrido guiado por los acontecimientos mundiales que han ocupado las portadas y los editoriales en los últimos años, así como por aquellos que han sido silenciados. Caso a caso (del Katrina a Colombia, de Ruanda a Israel) compara los hechos con sus interpretaciones, desvelando las tácticas empleadas por los medios para dirigir la opinión pública hacia conclusiones interesadas y proponiendo pautas para una lectura más documentada y equidistante. Así, analiza algunas de las habituales estrategias de la prensa, como la ley de «portada/silencio», la noticia sin contexto, la demonización de las víctimas, la apropiación del supuesto «sentir general», la apelación a expertos sin nombres, la recopilación del testimonio individual como ilustración de una realidad, el juicio a priori, el uso de fuentes gubernamentales como si fueran informantes acreditados, la presentación de la normalidad con tintes de escándalo, etc.,». Todo ello no nos es ajeno en un país como el nuestro en el cual los actores que reclaman el diálogo están más tiempo en los estudios de los canales de televisión que en sus despachos estudiando los problemas. Esto debería hacernos pensar a quiénes representan realmente.
Este hecho que denuncia Serrano respecto de lo que se dice, quién lo dice, cómo se dice, cuándo lo dice, funciona como «una cortina de ruido que los medios de comunicación interponen entre nosotros y la realidad, para que ésta sea impenetrable, y tal vez el afán por censurar revele en realidad el miedo de quienes intentan dominar la opinión pública» Serrano apela a Vicenç Navarro, cuando éste afirma que: «Hay gente de a pie que es mucho más progresista de lo que el establishment desea que sea, y de ahí este enorme control de la información»». Lo estimulante respeto de todo esto es que esa “gente de a pie” está tomando conciencia de las intenciones de toda esta maraña informativa. Los datos están corroborando que se está produciendo una migración de lectores que se van de los grandes medios hacia las expresiones alternativas del periodismo digital. El proyecto de ley, que ya he mencionado en la nota anterior, de aprobarse, podría ampliar el espectro de la información para que el tan mentado diálogo encuentre una variedad de canales en los que puedan oírse la multiplicidad de voces de la sociedad civil. Es el modo de evitar que sigamos pensando y comentando sólo los temas que los grandes medios colocan dentro de la agenda diaria.