La mirada hacia nuestro interior, individual y colectivo, está cargada de innumerables prejuicios que son difíciles de detectar y también eliminar. Por tal razón ayuda mirarnos a la luz de lo que nos dice un investigador extranjero, el economista italiano Giovanni Andrea Cornia que visitó el país invitado por Flacso y PNUD. Estas dos instituciones dan el aval científico y la seriedad de juicios del invitado. El tema que aborda es el tan delicado y conflictivo en estos últimos años: la redistribución de la riqueza que abarque a todas las capas de la población. En la entrevista que le realiza Tomás Lukin dice respecto de América: «el especialista advierte sobre los obstáculos políticos y económicos que enfrentan los gobiernos de la región. Contra el recetario neoliberal, Cornia remarca que crecer no es suficiente para reducir la desigualdad. Para lograr ese objetivo son necesarias reformas en el mercado laboral, en la política social y en el frente fiscal, estima que el impacto de la crisis financiera internacional sobre la distribución del ingreso es limitado y confía que un posible cambio en la orientación política de los gobiernos de la región no logrará revertir las mejoras en materia distributiva de la segunda mitad de la década».
Describe casi un programa de gobierno, pero no deja de advertir que no es fácil redistribuir por las resistencias que ofrecen los poderosos, y ayudan poco sectores importantes de la población que, con poco claridad sobre el tema, se alinean políticamente con los obstruccionistas de estas políticas. Por ello sigue diciendo: «La evolución de la desigualdad dependerá de la habilidad de los gobiernos para sostener las políticas implementadas en los últimos años en materia laboral, impositiva y gasto social. Las mejoras en la distribución del ingreso se estancaron el año pasado y en 2009 empeorarán entre dos y tres puntos por el impacto de la crisis financiera internacional. También subirá la pobreza. Un escenario muy similar se observa en Argentina. Más allá de la crisis global y pese a los avances registrados, los países latinoamericanos enfrentan grandes obstáculos para profundizar las reformas».
Preguntado respecto de salidas posibles, dice: «La reconstrucción de un Estado de Bienestar que ofrezca cobertura universal sin caer en los altos costos del modelo europeo. En este punto, es muy importante la universalización de las asignaciones familiares. También, es necesario diversificar el origen de los ingresos fiscales necesarios para financiar el gasto social. Además, como se ha visto recientemente en Argentina y Bolivia, las políticas redistributivas de los gobiernos enfrentan una importante oposición política de parte de algunos grupos. Por otro lado, el impacto de la crisis financiera internacional crea en algunos países brechas entre las respuestas esperadas y lo que pueden hacer en un escenario recesivo, erosionando así el apoyo electoral». Esto nos permite comprender algo de los que nos ha pasado. Se presenta una especie de círculo cerrado: la negativa a aceptar una mejor distribución de la riqueza niega al Estado los recursos necesarios para implementarla; esta dificultad se ve acuciada por medios de comunicación que acosan con el tema de la pobreza (medios que comparten intereses con los grupos que impiden); esta situación desmejora la imagen de los gobiernos en el plano electoral, situación que es aprovechada por la oposición para desgastar.
Entonces, las dificultades no son sencillas de superar: «El problema con los gobiernos democráticos de centroizquierda está en el largo plazo. Se puede vivir de la soja 10, 15 años más, pero es un proceso que se agota. El desarrollo económico no es un proceso sencillo y demora tiempo, pero hay que tomar decisiones». Aparece aquí uno de los puntos centrales de la problemática política: la crisis internacional deterioró las políticas distributivas, circunstancia que no aparece en el discurso opositor cargando las tintas sobre los gobiernos. Ante las exigencias de soluciones en lo inmediato se escoden las conquistas distributivas ya logradas. «Los gobiernos de la nueva izquierda latinoamericana, y algunos de derecha, aprovechando las condiciones externas introdujeron una serie de reformas económicas inspiradas en un paradigma de “redistribución prudente con crecimiento”. No se trató de reformas radicales, sino que privilegiaron los objetivos macroeconómicos ortodoxos aunque con una clara diferenciación de las políticas impulsadas en los ’90 por el Consenso de Washington. Mejoró la distribución del ingreso porque los distintos gobiernos produjeron políticas con ese objetivo».
Las medidas de política de Estado que destaca son: «Se acumularon reservas, que sirvieron para enfrentar salida de capitales, y se redujo la carga de la deuda pública. Se preservó un tipo de cambio competitivo y estable y se llevaron a cabo ciertas reivindicaciones en el mercado de trabajo: se subió el salario mínimo, creció la protección social, mejoraron las jubilaciones, se fortaleció a los sindicatos y se incentivó la formalización, aunque los niveles de informalidad siguen siendo elevados. Se empezaron a reconstruir Estados de Bienestar». La región avanzó, pero no es suficiente. Parte de esto último sostiene la oposición y oculta lo primero.
La prudencia en el avance tal vez no conforme a los más necesitados con razón. Pero no debe perderse de vista quiénes son los que más exigen y que hay detrás de ellos.