Viene a mi memoria una vieja consigna que aparecía pintada en muchas paredes de nuestro país: “Yankees go home” y se me ocurre que deberíamos salir a pintar hoy: “Yankees wellcome” para estar a tono con las conductas de una parte de nuestros dirigentes políticos y empresariales (aunque de estos últimos pareciera no poder esperarse otra cosa). Estas conductas son publicitadas y aplaudidas por los medios más importantes (los concentrados, claro). Parto de la premisa de que hoy una gran parte de aquello que se llama la opinión pública está confundida, tiene serios problemas para discernir y tomar posición ante situaciones de carácter político en las que está en juego nuestra dignidad nacional (si no se asusten, digo lo que digo aunque suene pasado de moda). También podría llevar como título esta nota: “De Braden a Valenzuela” para enmarcar una serie de personajes que hemos tenido de visita con un discurso bastante homogéneo.
Para apoyarme fundamentadamente en mis apreciaciones recurro a quien exhibe títulos suficientes como para que sus afirmaciones merezcan, por lo menos respeto académico. Me refiero al Dr. Mario Rapoport, economista, doctorado en Historia en la Universidad de París I-Sorbona. Actualmente dirige el Instituto de Estudios Históricos, Económicos, Sociales e Internacionales (IDEHESI) del Conicet-UBA; es investigador superior del Conicet y profesor titular de universidades argentinas y del exterior.
La visita de un funcionario de tercera línea, como el subsecretario de Estado adjunto para América Latina de los EE.UU., Lic. Arturo Valenzuela, politólogo y académico chileno norteamericano, que ha demostrado una gran capacidad para cambiar de opinión, obliga a salir al ruedo. Este señor podría entrar en la categoría de personas de las que se burlaba Groucho Marx cuando decía: “estos son mis principios, si no le gustan tengo otros”. Y, como dije, decido dejar la palabra a quien tiene méritos para hablar sobre la situación. Nos informa el profesor de la UBA: «Retrocediendo raudamente en el pasado, como al visionar al revés alguna película del cine mudo, la visita del enviado del presidente Obama y encargado de asuntos latinoamericanos de Estados Unidos al sur del continente, Arturo Valenzuela, dejó una sensación de déjà vu en la política de Washington sobre nuestro país (desde Cordell Hull y Braden, de recordada actuación en épocas de “relaciones tumultuosas”, hasta Terence Todman, denominado el “virrey”, en los más apacibles tiempos de las “relaciones carnales”). Sus dichos y acciones levantaron una ola de suspicacias sobre la forma de entender los vínculos mutuos. Valenzuela no fue recibido por los presidentes en Argentina y Brasil, donde se reunió con funcionarios subalternos, pero en Buenos Aires (no en la nación vecina) tuvo también entrevistas con políticos opositores que respaldaron sus conceptos». Acá aparece el “wellcome” que le han concedido ciertos personajes de nuestro escenario público.
Este señor visitante, sin el manejo del lenguaje diplomático (se supone que eso es él) repite lo que ha oído en sus encuentros con “la oposición”. Se siente obligado a hablar, como diría mi abuela: “por boca de ganso”, y señalar con tono de preocupación que la Argentina muestra una elevada sensación de “inseguridad jurídica”. Uno se pregunta junto a nuestro profesor, sabiendo de donde viene y a quien responde el visitante: «¿Qué tipo de seguridad jurídica tuvieron los depositantes o inversores que han visto a cientos de bancos donde tenían colocados sus ahorros derrumbarse de la noche a la mañana? En el 2009 quebraron poco más de 130 bancos de los 8500 existentes y aunque el gobierno de Washington rescató varias entidades financieras, una gran cantidad, sobre todo medianas y pequeñas, se fueron a pique sin su ayuda. En cuanto a los depósitos, la FDIC (Federal Deposit Insurance Corporation) sólo cubre hasta un cierto límite los de aquellos bancos asegurados en ella, no la de todos los bancos ni toda clase de acreencias».
Es notable las diferentes varas con que mide este concepto nuestro visitante: «¿Qué seguridad jurídica existió para los miles de propietarios de inmuebles que se encontraron sin poder seguir pagando sus hipotecas y fueron desalojados de sus hogares? ¿Cuál fue la seguridad jurídica de los futuros jubilados cuyos fondos de pensión cayeron en el pozo interminable creado por las pérdidas de valor de los activos financieros a los que estaban ligados y se quedaron sin ingresos futuros después de años de aportes y de trabajo? ¿De qué seguridad jurídica se habla para los que perdieron sus empleos en numerosas empresas que achicaron masivamente su personal o cerraron directamente sus puertas? En fin, ¿cómo se aprecia la seguridad jurídica de grandes industrias que se encontraron financieramente arruinadas hasta llegar a ser nacionalizadas, como General Motors, en un país que pregona que ése es el principal peligro para sus compañías fuera de sus fronteras? Puede decirse que muchos de estos casos tienen que ver con la mecánica misma de la crisis, pero es imposible no mencionarlos por la retórica existente».
Debemos preguntarles a los que fueron a visitarlo ¿no saben nada de todo esto? ¿de dónde saca la autoridad moral para hablar (justo él) de este tema? Otro tanto deberíamos hacer con nuestros grandes y “serios” medios.