Esta serie de notas intentan lo que sus títulos dicen: mirarnos entre nosotros a los ojos y hacer un examen sincero y profundo respecto de lo que somos y lo que pretendemos ser. Tantas veces hemos oído decir que se han perdido los valores, de esto quedó ya dicho algo, pero cada quien dice u oye esto en la convicción de que el problema radica en la conducta de los otros. Entonces deberíamos plantearnos una categorización y una clasificación de temas que nos permitan ordenar nuestros pensamientos: a) una dimensión del problema debe ser colocada en la globalización de un capitalismo salvaje que no tiene otro objeto que el lucro, no importa como, podríamos denominar a esto la dimensión global; b) otra que debe incorporar todos los males y conductas fuera de norma que se repiten, con una constancia digna de mejor causa, en nuestras vidas cotidianas, lo llamaríamos la dimensión nacional, también ya se dijo algo antes; c) y una tercera que exige una revisión de conciencia de nuestros modos de pensar, sentir, valorar, actuar, en la cual el objeto de nuestra investigación somos cada uno de nosotros y el investigador sería el mismo, la llamaríamos la dimensión personal.
A lo largo de estas notas, que han entrado en el tercer año de publicaciones, estos temas han sido tratados en varias oportunidades por la importancia que, en mi opinión, tienen para pensar una Nación, una Patria, una Comunidad de personas, más humana. Y debo decir que lo que me empujó a la creación de un blog, después de vencer muchas resistencias mías, es poder trascender con mis palabras, mis ideas, mis análisis, mis propuestas, el espacio que ofrece el aula universitaria. Sobre todo al tomar conciencia clara, desde mis inicios docentes, que la formación de buenos universitarios es una tarea fundamental para la tarea de construir una sociedad distinta, más justa, más distributiva. Pero también el saber que el público universitario es un público restringido respeto del total de la población, puesto que son muchos más los que no ingresan, porque no pueden o no quieren, y que una institución pública, pagada por los dineros de todos, no puede desentenderse de ese problema.
De allí que en este intento de sistematización de nuestros pensamientos, dándole a cada dimensión el valor y el lugar que cada persona pensante quiera darles, me coloco en el lugar de un interlocutor más que quiere ofrecer lo suyo. Si esto ayuda a clarificar los pensamientos de quienes me leen he logrado, en parte, algo de lo que me propuse al comenzar esta tarea periodística. El espacio de la comunicación pública, hoy bastante bastardeado por los intereses mercantiles que han desplazado a la vocación de servicio de tantos, debe ser ocupado también por toda persona de bien (qué expresión vetusta y gastada) que tenga algo para aportar a este gran diálogo internético que posibilita este instrumento alternativo de comunicación. El tantas veces mencionado ciudadano de a pie, que somos la inmensa mayoría en cada uno de los países del planeta, debe sentirse convocado a la participación, que será siempre bienvenida por humilde que sea, pero que agrega una voz más a la pluralidad de ideas que debe conformar una sociedad moderna. Se ha dicho tantas veces la voz de los que no tienen voz y ese espacio ha sido invadido por los comunicadores que se han apropiado de una representación usurpada, que sólo el poder de las multinacionales les otorga, siempre y cuando respeten las reglas del negocio. Pareciera que pueden hacer todo menos decir la verdad.
En esta posibilidad de participación, en lo que se pone en juego con ella, comenzamos a revisar nuestra dimensión personal, puesto que asumir el compromiso de pensar teniendo en cuenta a los demás modifica nuestra conciencia y nos va obligando a caminar junto a otros, iguales pero diferentes a nosotros. En esa tarea aprendemos a reconocer que ellos tienen derecho a la dignidad de ser personas con una identidad propia y que con su cercanía y trato nos enriquecemos todos. Al mismo tiempo, podemos aprender que todos tenemos algo que aportar y que la construcción de una comunidad de personas dignas no puede dejar afuera a nadie.