Esta descomposición social, aclaro que utilizo el vocablo en el sentido de lo que se desarticula, se desordena, sin connotación moral, puesto que estamos en una instancia de análisis (en su sentido etimológico: separar en sus partes componentes), en la cual todo el orden existente no tanto tiempo atrás se ha ido trasmutando en un orden diferente. La historia se mueve en esta mecánica: es necesario la desestructuración de un sistema social para poder dejar paso al que comienza a reemplazarlo. Lo que hoy sorprende es la velocidad del cambio. No hay garantía en los tiempos cortos de que esto se dé necesariamente para mejorar, muchas veces los tiempos largos mostraron que el camino había encontrado un nuevo sendero de superación. Sin embargo, hoy estamos ante una situación abismal que puede ser inédita, dentro de lo que nos es dado ver, está en juego en el mediano plazo la subsistencia ecológica. Ello torna más grave las decisiones personales y colectivas que deberemos afrontar.
Dado este planteo estoy proponiendo revisar los diferentes ámbitos de nuestra pertenencia para intentar ver en ellos qué ha estado sucediendo y qué deberíamos, dentro de nuestras posibilidades, hacer. Retomemos el camino trazado en la nota anterior. Claudio Martyniuk se pregunta: «¿Qué pasó con la familia con este cambio de la intimidad?» y esta pregunta nos remite a mirar nuestra subjetividad en el seno de una intimidad ampliada: la casa, y señala:
«La familia cambió, como casi todo; está en crisis. Era una institución disciplinaria, un espacio cerrado, pero ya se abrió al cambio, no está formada de una vez para siempre. Antes el espacio familiar era típicamente el ámbito de la mujer, y era poco lo que se podía cambiar. Ahora hay un estímulo al cambio. Y mostrar la intimidad tiene que ver con el hecho de que es lo más valioso, aunque se trate de cosas banales: cómo uno se lava los dientes, cómo es la decoración de mi casa, mi estilo. Entonces, lo que más se valora es lo íntimo. Pero en algún punto dejó de ser íntimo, porque perdió su opuesto, lo público. Antes lo íntimo era secreto, ahora se lo hace público en Internet. Formaba parte de la definición de lo íntimo el pudor, lo oculto, había que cerrar las ventanas y puertas. Ahora se pone una webcam que muestra todo lo que se hace dentro de una casa. Lo que se muestra en Internet deja de ser íntimo».
El modo de privilegiar este espacio y otorgarle un valor superior, por el que se define que lo que allí sucede es lo más importante, replantea la jerarquía de cosas por las que cada uno de los ciudadanos se preocupa y se ocupa. Cada uno dice quien es en un juego que nuestro profesor llama confesión: «La confesión es un dispositivo de poder sumamente eficaz, más eficaz que la censura, porque la censura hace callar. La confesión es más sutil, porque es menos evidente, y porque hace hablar. Ella nace con la Iglesia, es desarrollada por la Justicia, y es usada en los siglos XIX y XX por la psicología, la psiquiatría y la medicina, y ahora se vuelve mediática, aparece exacerbadamente en los medios. Y esto hace que la confesión, que se hacía en un ámbito cerrado, ahora se haga pública. Antes predominaban los secretos de confesión y profesional. Ahora no sólo no se solicita esa reserva sino que se ruega que no se guarde el secreto. Hay sitios en Internet donde se pueden confesar secretos para que los vea todo el mundo. La gracia es confesar algo privado».
Es necesario, para la tarea que estamos intentado desarrollar, prestar atención a este proceso que, creo, nos permite entender más algunos fenómenos de la televisión que se convierten en hechos sociales trascendentes, dentro del espacio mediático. Este mecanismo remite a los márgenes del espacio público, a ese lugar casi invisible, todo aquello que hubiéramos considerado importante no hace tanto tiempo. Es así que lo superficial, banal, evanescente, luce como una llamarada poderosa por un muy breve tiempo para ser reemplazada por otra llama de la misma especie. También el tiempo pierde dimensión y densidad porque remite a un escenario repetitivo en el cual, con pequeñas variantes, sucede siempre lo mismo, con lo cual la dimensión de futuro desaparece. El escenario, su tiempo y su trama, está definido dentro del juego ficcional mediático.