El tema que venimos analizando ha merecido el estudio de la antropóloga Paula Sibilia, autora de los libros El hombre postorgánico, Cuerpo, subjetividad y tecnologías digitales (FCE, 2005) y La intimidad como espectáculo (FCE, 2008), es una atenta estudiosa de las metamorfosis de la cultura contemporánea. La cito como referencia para quien desee seguir profundizando lo que ha quedado señalado como problema. También puede consultarse mi trabajo Problemas que hoy enfrenta el humanismo en el que he analizado este tema con mayor detenimiento, en la página www.ricardovicentelopez.com.ar. La importancia del tema radica en que la dimensión personal, subjetividad de la persona, no puede ser separada del proceso de la cultura que la moldea. Son dos aspectos de un mismo fenómeno que merece un estudio serio para avanzar en su posible solución.
La invasión de los medios de comunicación en el espacio doméstico ha subordinado la comunicación familiar a la presencia impuesta de las temáticas que la agenda mediática define y privilegia. Aquí radica la novedad de estos tiempos. Somos en gran parte lo que la comunicación mediática hace que seamos, aunque esto suene a catastrófico. Por ello la contraposición con lo que sucedía no hace tanto tiempo es muy útil para medir y diferenciar los pasos de este proceso. Lo que quedó denominado como el paso de la intimidad a la publicidad de los actos personales. Sigamos leyendo a profesor:
«La tiranía de la intimidad es un fenómeno del siglo XIX. Fue una imposición sutil, placentera, fue el deseo intenso de encerrarse en la privacidad y cultivar las relaciones afectivas, las emociones. Su modo de expresión característico es la novela. Hoy hay una tiranía de la intimidad distinta, que no se apoya en el universo de la cultura letrada para alimentar la intimidad. Ahora, a la tiranía de la intimidad se le superpuso la tiranía de la visibilidad, una tiranía no dictatorial. O sea, nadie obliga a los chicos a que se muestren en el fotolog, o a que pongan una webcam en su cama o en su baño, o a que vean o estén en los reality shows. La tiranía de la intimidad actual promueve cultivar la intimidad, pero en tanto sea visible, porque si no es visible tal vez no exista. Nuestra lógica es la de la sociedad del espectáculo: sólo existe lo que se ve. No solamente es gente que quiere mostrarse, sino que hay gente que quiere verlo. Entonces, esos personajes que aparecen estereotipados toman visibilidad y es la pantalla la que les da existencia, y todo el mundo sabe quiénes son. Algunos logran seguir visibles un rato más. Pueden hacerlo como modelos, conductores, pero lo que interesa es mantener la visibilidad».
La práctica del pensar, la meditación de los actos, lo hecho y lo por hacer, se fue desplazando hacia la práctica de la exteriorización de la conducta y ello para que sea visto por otros. Vemos para ver a otros para seguirlos en esa tarea de la exhibición. Mostrarnos para que nos vean así como vemos a los otros. Pero lo que se ve y lo que se muestra es nada más que una superficialidad, una pátina que recubre la profunda oquedad de los vacíos interiores. Casi parce un juego de marionetas cuyo único objeto es ser vistas. Claudio Martyniuk avanza en el análisis:
«Por Internet, todos podemos ser emisores, todos podemos dar a conocer lo que hacemos, todos podemos mostrar nuestros videos, nuestras imágenes, podemos transformarnos todos en periodistas, todos en escritores. No todos tienen acceso a Internet, pero los que la tienen definen tendencias, son los mismos los que publican los fotologs y los que leen. Y de hecho, se forman cadenas: los que tienen blogs ponen, al margen del suyo, links a otros blogs, y esto se transforma en una especie de red, y unos leen a los otros. El hecho de que estén conectados entre sí es lo que permite que existan los comentarios. Un blog sólo existe porque se lo ve. Si no, no lo publicarían. No es como el diario íntimo que, al contrario, tenía que guardarse en el cajón. Si alguien escribe un blog o si alguien pone un video en Youtube, o publica fotos, es porque piensa que lo van a ver. Si se lo publica, si se eligen estos medios para dar a conocer algo, es porque se piensa que alguien lo va a ver. Pero si nadie lo ve, probablemente ese blog desaparezca. El rating de los blogs se mide por la cantidad de los comentarios. Lo que hacen los comentarios, aunque digan «qué linda salió la foto», es confirmar la existencia del autor del blog. No son autores de obras, por más que pongan fotos, textos, videos. Esas producciones están ahí en la mayoría de los casos para ornamentar el yo del autor. Los comentarios cumplen la función de confirmar la existencia de ese autor y su grado de visibilidad. Y ese autor que recibe los comentarios, comenta al comentador, y hay un régimen de correspondencias y reciprocidades. Entonces no hay una separación tan radical entre autores y lectores».
Este es en gran parte el mundo de una parte importante de los jóvenes. De esto debemos hablar con ellos.