La publicitación de los costos de los delitos callejeros oculta el costo de los delitos ambientales (entre otros) de las grandes empresas. También nos permite comprender cómo y por qué se ocultan las cifras de utilidades de los grandes laboratorios internacionales que ya ocupan el primer lugar entre los grandes negocios del mundo. Gran parte de todo esto se invisibiliza para el común de los ciudadanos. Por tal razón, de modo subrepticio, se fue adueñando de la conciencia colectiva una serie de convicciones que impiden un análisis más serio de estos temas. Paso a paso, la cultura de las corporaciones se ha ido imponiendo de una manera mucho más sutil, lo que les ha permitido avanzar sobre diferentes áreas del comercio y de los servicios ganando una presencia permanente en nuestras vidas cotidianas: en las escuelas se vende comida basura, la calle está repleta de carteles en los que nos recuerdan su existencia, los jueces son formados en las universidades por profesionales que trabajan en consultoras que hacen gala del abuso de la ley, mediante lo cual las contrataciones de los organismos públicos van quedando en manos de la privatización, las grandes empresas de todos los colores se hacen con el poder de ex-empresas del Estado, de asociaciones civiles, etc.
El listado es infinito. Una manifestación importante de la cultura de las corporaciones es el comercialismo rampante, todo se ha convertido en mercancía por lo tanto todo es vendible, actualmente es tan excesivo que ya resulta difícil de percibir. Han demostrado una gran capacidad de convicción trasladada al ciudadano que ya acepta como normal estas atrocidades sociales. Es la afirmación ideológica continua de que las grandes corporaciones son la forma natural de organizar la economía, y la manera lógica de que las cosas funcionen. Puede observarse la acción usurpadora de la cultura de las corporaciones en áreas en las que antes no predominaba. Por ejemplo, en los Estados Unidos y en todo el mundo, el agua potable tradicionalmente era suministrada por sistemas municipales y hoy está en gran parte en manos de grandes empresas. Éstas van ahora tras los grandes reservorios de agua potable.
Detengámonos en la influencia socio-cultural de este modo de globalizar, que muestra el peso importante que la cultura estadounidense impone sobre los pueblos de la periferia. Se puede decir que un subproducto de la colonización del espacio público es la colonización de nuestras mentes. Las formas de organizar la vida que no incluyan a las corporaciones o no sirvan a los intereses de las mismas – sea en la economía tradicional, en la oferta de servicios públicos o en el ocio – se vuelven cada vez más duras y más difíciles de mantenerse. La omnipresencia publicitaria de estas empresas la encontramos también en áreas donde no hay una clara actividad comercial, sino que pretenden aparecer como desinteresadas promotoras de actividades de todo tipo. Tiñen esas actividades con su presencia: campeonatos deportivos, conciertos, entre otros. El patrocinio de las corporaciones puede también minar las propias instituciones públicas, despojándolas de su carácter esencialmente público, o al menos poniendo en riesgo su misión.
Debido a su enorme poder político, pueden también definir, o al menos influenciar sustancialmente, en las regulaciones civiles y penales que definen los límites de las conductas permitidas. Puede pensarse en toda la legislación que reglamenta la actividad bancaria y financiera. Lo que puede hacer una empresa de esas no está al alcance de ningún criminal individual, por lo que definir qué es delito y qué no lo es las coloca en un plano de excepción, un plano superior que define la normatividad vigente (Organización Mundial del Comercio). Si en los años treinta del siglo pasado apareció la necesidad de reglamentar la actividad empresaria para limitar la posibilidad de monopolio, Hoy las corporaciones pueden fusionarse entre sí, constituyendo entidades mayores y más poderosas. Estos atributos únicos proporcionan a las corporaciones un poder extraordinario, y dificultan enormemente cualquier intento de verificar el alcance de su poder. Estas instituciones son mucho más poderosas que los individuos, lo cual vuelve más temible la concentración de todos sus esfuerzos con el solo objetivo de maximizar los beneficios.