Entremos a pleno siglo XX, etapa de la presencia excluyente del capitalismo globalizado (aunque esto no sea en realidad una novedad, puesto que nació expansivo y conquistador). El uso del término global apareció por primera vez en 1985 y fue su introductor el profesor de Harvard Theodore Levitt (1925-2006) quien en su libro La globalización de los mercados lo utilizó para describir los cambios que se estaban produciendo en las últimas décadas en la economía internacional. Este escenario aparecía claramente dominado por la presencia de conglomerados económicos cuyos presupuestos internos superaban al de algunos países y cuyas consecuencias se hacían sentir en lo cultural, social, político y no sólo en lo económico. Veamos, entonces, cómo se comportan esas gigantescas empresas internacionales según lo han denunciado dos investigadores estadounidenses, Russell Mokhiber y Robert Weissman, periodistas y escritores, autores del libro En el Candelero, una selección de columnas de prensa de la serie Depredadores Corporativos, en las que exponen el resultado de sus estudios: «Hemos llegado a la conclusión de que las corporaciones son la fuerza motriz en la economía política, así como la primera fuerza modeladora de la cultura predominante». Es interesante tomar nota de esta última frase que nos permite comprender la ocultación mencionada más arriba. Leamos sus afirmaciones:
“Una enorme porción de los problemas mundiales se pueden retrotraer en una parte muy significativa a los abusos del poder de las corporaciones. Sobre algunos de los problemas oímos hablar con frecuencia – como la delincuencia o la corrupción – pero lo que oímos sobre el papel de las empresas en perpetuar esos problemas es mínimo. Por poner un ejemplo: el crimen y la violencia de las corporaciones inflingen mucho más daño a la sociedad, cífrese en dólares o en vidas, que la delincuencia callejera. Y luego hay toda una serie de problemas relacionados con las corporaciones de los que no oímos apenas lo que deberíamos oír: la recolonización de los países en desarrollo, la contaminación de nuestros alimentos con pesticidas y organismos procedentes de la ingeniería genética, la denegación rutinaria en los Estados Unidos del derecho constitucional a la sindicalización, y no digamos en el Tercer Mundo. Queremos llamar la atención al papel de las corporaciones en disminuir nuestro nivel de vida y en poner en peligro el planeta. Pocos de los problemas mundiales suceden porque sí. Generalmente existen responsables. Y en muchos, muchísimos casos, el responsable es una corporación multinacional – o un grupo de multinacionales”.
Es muy significativa la expresión «pero lo que oímos sobre el papel de las empresas es mínimo», y hay aquí una referencia al comportamiento de los medios de comunicación una de cuyas fuentes de ganancias es la publicidad de productos o servicios de esas empresas. Cuando se les preguntó por qué hablaban de delitos de las empresas, contestaron estos investigadores:
“La primera razón es el terrible peaje que representan la delincuencia y la violencia de las corporaciones. La segunda es que los políticos y los medios de comunicación se centran tanto en la delincuencia callejera – que es un problema serio y atemorizador, especialmente en los vecindarios más pobres, en los que se concentra la mayor parte de la delincuencia callejera. A modo de contraste, con la reciente excepción de Enron, Martha Steward y los casos de fraudes financieros, se presta poca atención a la delincuencia y la violencia de las corporaciones. Nada de la indignación moral que anima los debates acerca de la delincuencia callejera aparece en noticias sobre delitos empresarios. Casi nunca las consignas repetidas por los políticos tales como «darle duro a la delincuencia», o «más dinero para combatir el crimen» se refieren a que haya de endurecer las penas para la delincuencia de las corporaciones. Habría que dotar con más dinero a la permanentemente infradotada policía encargada de perseguir los delitos económicos, en el Departamento de Justicia, en la Comisión de Comercio, en el Organismo Regulador de los Medicamentos y Alimentos (FDA), en otras agencias federales encargadas de combatir la delincuencia de las corporaciones, ni que la Agencia de Salud y Seguridad Laboral o el Departamento de Agricultura necesitan más inspectores para vigilar a las corporaciones que ponen en situación de riesgo a sus empleados debido a puestos de trabajo inseguros o ponen en peligro a los consumidores vendiéndoles comida contaminada”.
Para darnos una estimación de las diferencias del costo social entre los delitos callejeros y sus consecuencias con los que cometen las multinacionales, dicen:
“Mientras que en Estados Unidos anualmente se atribuyen unos 20.000 homicidios a la delincuencia callejera, la contaminación del aire se lleva anualmente más de 50.000 vidas y un número incluso mayor de personas muere anualmente de alguna enfermedad derivada de su empleo. El robo y el atraco cuestan a las víctimas aproximadamente 3 millardos [millardo = mil millones] de dólares anuales, mientras que solamente los fraudes en la sanidad se llevan más de 100 millardos de los contribuyentes y consumidores”.