Cuando dije en notas anteriores que nos quieren convencer de que la crisis ya pasó, deberíamos preguntar ¿para quiénes? Parece haber algunos para quienes la crisis terminó siendo un buen negocio; y hay quiénes (la mayoría del planeta) han pagado el precio más duro, sin posibilidad a la vista de recuperarse. El economista, profesor de la Universidad Nacional de Rosario, Julio C. Gambina sostiene al respecto: «Aun cuando algunos señalan el fin de la crisis de la economía mundial, existen evidencias de la gravedad económica social de la coyuntura, puesta de manifiesto en el crecimiento de la miseria, la pobreza y el desempleo. No hay dudas de que las crisis la pagan los trabajadores y los pueblos». Es este el problema que queda fuera del comentario cotidiano de los especialistas consultados por los medios de comunicación. El problema es planteado siempre desde el interés del mercado, es decir de los inversores, los hombres del dinero, y las consecuencias del avance de la pobreza en el mundo sólo aparece cuando se padece alguna catástrofe.
El orden mundial, resultado de las definiciones que adoptó la Trilateral Comission a principio de los años setenta, promovió la transnacionalización de la economía, alentando un proceso de libre movimiento de los capitales. Este fue un programa sostenido por los capitales más concentrados del mundo y sustentado en el poder político, diplomático y militar de los principales Estados capitalistas y los organismos internacionales que pretendían ordenar y legislar sobre el sistema mundial. Es una tendencia asumida como respuesta a la crisis de rentabilidad del capital a fines de los ‘60 y comienzos de los ’70. La pérdida de la rentabilidad se cargó sobre las espaldas de los trabajadores. Un profundo conocedor del entramado de la actividad financiera es el economista Pam Martens, quien trabajó en Wall Street por más de veinte años. Desde su vasta experiencia advierte:
«Creo que es hora de tomarse a Wall Street al pie de la letra. Ha dejado sobradamente claro su ansia insaciable por finiquitar tantas cosas: el mercado de la vivienda, el sistema financiero, la economía, la legislación reformista, el futuro de la próxima generación. Wall Street está tan macerada en la destrucción que los símbolos de muerte se encuentran por doquier. Wall Street denomina “lápidas” a los grandes anuncios de prensa que publica para lanzar sus ofertas de mercado (para entender lo apropiado que resulta, considérense los miles de millones en ofertas de bonos y acciones que recauda para las grandes tabacaleras). ¿Y cómo llama Wall Street a la terminación de una orden de compra o venta? Una «ejecución» (pensemos en cuantas operaciones de derivados «ejecutaron» para pacientes hoy tullidos y en reanimación como Fannie Mae, Freddie Mac y AIG; o los vehículos aparte de los balances que crearon para Enron, WorldCom y docenas de empresas hoy en bancarrota)».
Puede parecer un juego irónico de palabras, sin embargo el problema es serio. Sostiene que tal como está estructurada actualmente la banca de inversión de Wall Street no tiene incentivos para poner empresas viables en el mercado: «Wall Street invierte enormes sumas lo mismo para ponerle lápiz de labios a un cerdo y presentárselo al público que para lanzar empresas sólidas con verdadero potencial de crecimiento de empleos. A lo largo de la última década, miles de millones de dólares de ahorros de toda una vida de los inversores han acabado mal colocados en falaces modelos de negocio. Hoy esas empresas no valen nada u operan en céntimos con Pink Sheets , cementerio de las ideas fallidas de la banca de inversión». ¿Cuál es el resultado que está afectando a la población del mundo, incluido el “primer mundo”? El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, declaró que en la UE. «Es totalmente inaceptable que casi 80 millones de europeos vivan hoy bajo el umbral de la pobreza», manifestó esto ante periodistas en Bruselas. Comentando el proyecto de estrategia «Europa 2020» aprobado por la Comisión Europea para garantizar el crecimiento económico y la tasa de actividad en los países de la UE, que prevé la creación de una «plataforma europea» para combatir la pobreza. La población total de los 27 países que forman la Unión Europea supera 500 millones de personas de las que más del 15% se encuentra ahora en esas condiciones, en el famoso Primer Mundo.