El marco histórico de la globalización II

El concepto de integración apareció como necesidad después de las guerras sangrientas que afectaron al territorio europeo conocidas como la Guerra de Treinta Años que llevaron al Tratado o Paz de Westfalia de 1648. Allí por primera vez en la Historia europea, se habló de «Estados-Naciones», de «libertad de prédica religiosa» y de «limites internacionales». El concepto de nacionalismo como idea no sólo romántica, sino también como elemento fortificador en un país, adquirió estatus político. A partir de entonces Europa se transformó. La filosofía que expresaba el Tratado se reflejaba en sus palabras: «Habrá una paz cristiana y universal y una amistad sincera, auténtica y perpetua entre todos y cada uno de los Estados. Que esta paz y amistad sea observada y cultivada con tal sinceridad y celo, que cada parte se esforzará en procurar el beneficio, honor y ventaja del otro». Europa se asentaba sobre este compromiso y reconocieron la soberanía de los numerosos principados que constituían el campo de la influencia alemana, y que delegó en Francia y Suecia la tarea de guardianes de la paz.
El Tratado de Westfalia fue de considerable importancia por otro motivo significativo. Dice Polk: «Los consejeros en Münster y Osnabrück pudieron establecer mediante un discurso racional el concepto de un acuerdo de paz basado en la primacía de la razón y de las reglas del derecho que trascendían los intereses nacionales y sistemas de creencias beligerantes, produciendo, con un sentido genuinamente Kantiano, la idea reguladora de la paz alcanzable como principio de razón para guiar todas las acciones de las partes involucradas, y a la cual todos los participantes (Queriendo o no queriendo), debían someterse. Esto es claramente evidente en la forma en que diversas cláusulas del tratado asumieron un papel metanormativo. De esa manera el tratado allanó el camino para una era de pensamiento secularizado en el cual el vigor de la ley y la negociación política servían de instrumentos para la resolución de conflictos y de líneas directivas de soberanía nacional basada en principios de razón».
Es muy importante poder discernir los modos en que el derecho internacional y la diplomacia de cada Nación han utilizado estos antecedentes en sus negociaciones, no siempre «con tal sinceridad y celo» como rezaba en el Tratado. En la medida en que después de la Segunda Guerra, y como resultado de una voluntad, no siempre sincera y honesta, se propuso reparar las atrocidades heredadas con legislación e instituciones que decían querer preservar una paz duradera, «auténtica y perpetua» como había propuesto el Tratado, pero que no había logrado. A pesar de ello y contraviniendo los propósitos enunciados: «Paralelamente al desarrollo de principios internacionales de conducta cosmopolita en nuestra propia época como los que se encuentran en la Declaración Universal de Derechos Humanos y en los estatutos de la Convención de Ginebra, los intereses económicos y financieros han explotado tanto los códices formulados en acuerdos internacionales y medidas jurídicas que actualmente sustituyen leyes nacionales previamente existentes a través de organismos cada vez más totalitarios como la Organización Mundial del Comercio. Es el poder encarnado en los dominios de intereses financieros concentrados que actualmente están en el proceso de transformar nuestra vida cotidiana y las esferas de experiencia en formas previamente inimaginables».
El Dr. Polk se interna en el análisis de los manejos que el poder financiero fue desarrollando para imponer sus intereses por encima de lo proclamado en las normas internacionales. Denomina Golpe de Estado a lo que sucedió en los EEUU en 1914: «Silenciosamente, y cuidadosamente ocultado al conocimiento público, ocurrió un golpe de Estado en 1914 en EE.UU. Los resultados de ese golpe incruento se hacen sentir actualmente a una escala verdaderamente global. Con una planificación cuidadosa y detallada, los representantes de las instituciones financieras más poderosas de Europa y de EE.UU. tuvieron éxito mediante la promulgación de la Ley de la Reserva Federal (también conocida como la ley Glass-Owen) en la alteración radical y permanente de los fundamentos de la nación en su conjunto. Mediante la creación del sistema de la Reserva Federal, los intereses financieros que concibieron, escribieron e implementaron en la ley Glass-Owen se apoderaron de la autoridad del gobierno de EE.UU. como representante teórico de los ciudadanos del país para imprimir nuestra propia moneda y colocaron esa autoridad en manos de un cártel bancario privado».

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