Con esta nota voy a iniciar la publicación de series de artículos con un tema común, como indica el título. Voy a centrarme en una descripción y análisis de esta etapa del mundo global, dada la cantidad de información que circula sobre la cuestión que da lugar a interpretaciones lavadas, superficiales, lineales. Voy a seguir para ello un estudio del Dr. James Polk en el que aborda este tema con observaciones muy interesantes que superan sobradamente el tratamiento habitual de los medios de comunicación. Como técnica explicativa subrayaré los aspectos que pretendo resaltar para una mejor comprensión. Comienza afirmando: «Nuestra era se define en gran parte por dos conceptos muy interrelacionados: la globalización y la denominada “guerra contra el terrorismo”. En su calidad de operadores geopolíticos-económicos, ambos conceptos se complementan como medios significativos para fines específicos; ambos conforman aspectos importantes de nuestras vidas de todos los días y determinan la forma y el contenido de gran parte de lo que pasa por discurso público. Particularmente en Europa y en EE.UU. se mantiene a las poblaciones vigilantes ante “peligros claros y presentes” planteados ostensiblemente por el “terrorismo internacional” por medio de iconos que impactan nuestra memoria de movimientos de tropas en Asia Central y/o conspiraciones estratégicamente desplegadas para atentados que supuestamente son frustrados “justo a tiempo” por nuestros servicios de inteligencia».
La globalización no es, entonces, un mero despliegue de la comunicación que nos interrelaciona con el resto del mundo. Su implementación aparece como un proyecto de dominio universal al servicio de los intereses del capital concentrado, aunque esta afirmación todavía no haya aparecido. Continúa: «La globalización ha procedido mediante tres interpretaciones y representaciones del mundo en su conjunto, diferentes pero claramente interrelacionadas: como el “momento cosmopolita” sociopolítico del globo como encarnación de nuestro mundo cotidiano; como la escena de operaciones de los intereses corporativos/financieros multinacionales; y como el campo de batalla en el cual se considera que los conflictos incitados requieren soluciones exhaustivas, globales, que deben lograrse mediante un Nuevo Orden Mundial. En su estado actual, la construcción de un mundo unificado es en gran parte sinónimo del gobierno mundial ideal tal como fue conceptualizado por el filósofo francés Auguste Comte en el Siglo XIX, en el cual los banqueros internacionales y los think tanks elitistas determinan y ejecutan las políticas públicas».
Esta parte de su análisis apunta a la denuncia de los propósitos inconfesables del proyecto de la globalización, como etapa última de un proceso imperial que comenzó con el descubrimiento y la conquista de las Nuevas Tierras en el siglo XVI, por parte del Reino de Castilla y Aragón. El proyecto imperial fue continuado en el siglo XIX por el Imperio Británico, para dejar ese puesto de comando a los Estados Unidos al terminar la Segunda Guerra. El período que analiza el Dr. Polk se centra en esta última etapa. Se impone ahora la pregunta sobre cuáles son las características propias de este tiempo global. Nos dice al respecto: «Incluida en este ideal global está, por supuesto, la disolución completa de la nación-Estado como tal a través de la gradual, pero de facto irreversible, integración de naciones individuales en el marco totalitario de entidades políticas, económicas y de las principales judiciales/jurídicas que operan a escala global (las más importantes: las Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Banco de Pagos Internacionales y la Organización Mundial de Comercio)».
En este aspecto específico cabe diferenciar la necesaria integración de Naciones-Estado, en conglomerados regionales que fortalezcan su posición internacional, de los intentos de someter a esos Estados al dominio de organismos internacionales, como los señalados, que imponen políticas que privilegian los intereses del capital concentrado internacional. Y, en las últimas décadas, de las finanzas internacionales que llevaron a la crisis 2007-8, de la cual todavía no hay signos de recuperación, a pesar de lo que comunique la prensa internacional.