Hemos hablado, durante bastante tiempo, de la posverdad en el mundo mediático. Creo que, para recuperar la esperanza y volver a pensar el papel que deberían cumplir los medios, como parte del servicio público debemos recordar lo que pensaba Domingo F. Sarmiento de la educación de la ciudadanía:
Educar al soberano es una frase que pertenece a ese educador y político argentino, quien dedicó buena parte de su vida a la tarea de enseñar, entendiendo que la educación es fundamental para el desarrollo de los pueblos y formador de ciudadanía. Esta tarea adquiere mayor importancia en una sociedad democrática, donde el pueblo tiene la responsabilidad de elegir a sus gobernantes. Por lo tanto, la debe hacer con conocimiento y responsabilidad privilegiando valores fundamentales.
Esta tarea educadora es llevada adelante, aunque no se exprese así, por los medios dominantes, por lo cual debemos estar atentos a cómo se va formando ese público. Preguntémonos: los medios públicos, con el peso fundamental que hoy tienen sobre la opinión pública: ¿educan a la ciudadanía para estar formados como ciudadanos informados y responsables? Si la respuesta es “no” ¿es un olvido o un plan premeditado? La posverdad ¿jugará un papel en todo ello?
Propongo ahora hacer una ejercicio de investigación con el objeto de encontrar algunas pistas posibles sobre las condiciones previas que posibilitaron este estado de cosas. Quiero superar las simples descripciones del fenómeno e ir hacia una posible explicación del fenómeno, que ha facilitado estas consecuencias. Una primera hipótesis a tomar en cuenta se debe formular así: «La mentira de los medios no es una práctica nueva, es muy antigua».
Una palabra que denunciaba este fenómeno es “pasquín” para referirse a los medios que hacían de la información falsa o distorsionada una práctica habitual. Para ellos se utilizaba esa palabra que los calificaba. Según el Diccionario de la Academia la define como:
«Pasquín: es una publicación, diario, semanario o revista, con artículos e ilustraciones de mala calidad y de carácter sensacionalista y calumnioso».
Wikipedia dice:
«Pasquín es un término peyorativo empleado para definir un escrito, por lo general anónimo, que se coloca en un lugar público y que generalmente contiene un mensaje crítico y/o satírico contra una persona u organización, tal como la iglesia o el gobierno. La palabra, de origen italiano, comenzó a usarse en Roma a principios del siglo XVI. El término pasquín sigue vigente, aunque su uso se ha ampliado para abarcar otro tipo de avisos o panfletos. Sigue conservando su significado peyorativo».
El Doctor Francisco Javier Acuña Arias –Profesor de la Universidad de La Laguna (Tenerife – España) analiza el tema con estas palabras:
Uno dividió toda la vida los periódicos en dos clases: los amarillistas y los demás. Los demás eran los «serios», es decir, los que uno leía. Pero a raíz del escándalo de Bill Clinton y la cobertura de la muerte aparatosa de Diana de Gales, cabe preguntarse ¿dónde se metieron los periódicos serios? Revistas tan circunspectas como Time y diarios tan reposados como The New York Times se lanzaron a ver quién era más escandaloso.
Sin embargo, comenta, esto tiene una historia más larga:
Hay que remontarse al siglo XIX para comprender el nacimiento del amarillismo en la prensa. Éste surge en la prensa norteamericana, en la sorprendente guerra entre The New York World, propiedad de Joseph Pulitzer (1847-1911), y el The New York Journal, propiedad de William Randolph Hearst (1863-1951). Los mencionados diarios se enfrentaron para instaurar sus imperios de prensa después de la guerra civil americana (1861-1865).
En los años de la segunda posguerra apareció una diferenciación más pronunciada entre los llamados diarios serios. El periodista Javier Errea, integrante del Estudio Errea de Comunicación, escribe en su blog un artículo titulado: Diarios serios, muy serios, tremendamente serios, con una carga irónica que no debe ignorarse:
«Hacer un diario es algo muy serio. Trabajar en un diario es algo muy importante. Antes lo era… Cuando dejé el primer diario donde trabajé, hace muchos años, mi padre casi se desmaya. Estaba muy orgulloso de mí hasta ese día, luego no tanto. No es lo mismo trabajar en un periódico serio que trabajar en “otros”. Un diario es algo muy serio, sí. Aunque ahora pareciera que no tanto como algunos creemos…