Seguiré avanzando sobre modos de calificar a los medios que proponen diferenciar a unos de otros, los serios de los que no lo son, como vimos en la columna anterior. Para ello se habla de «prensa amarilla», concepto que el Diccionario de la Academia define muy escuetamente como aquella: «Caracterizada por el cultivo del sensacionalismo».
Pero encontramos una definición más precisa si consultamos las palabras: “amarillismo” y “sensacionalismo”, que aparecen definidas ambas como:
«Tendencia de algunos medios informativos a presentar las noticias destacando sus aspectos más llamativos, aunque sean secundarios, con el fin comercial de provocar asombro o escándalo».
Estas definiciones que agregan los calificativos para un tipo de prensa, la novedad es que no hay ninguna novedad, puesto que ya había aparecido a fines del siglo XIX en los Estados Unidos. Esto nos impone la necesidad de proponer una clara distinción entre el periodismo de investigación y el periodismo amarillista:
El primero, se sumerge en lo más crudo de la realidad para mostrarla en toda su evidencia y para que las grandes maquinaciones periodísticas desde los diversos poderes no logren esconderlos, y para ello respetan los datos y el tono. El segundo, por el contrario, convierte lo anterior en una narración agresiva, espectacular y distorsionada y se olvida de los parámetros éticos que debe respetar el texto.
Tal vez, podría arriesgarse un diagnóstico: la segunda posguerra abrió un cauce para un avance arrollador del amarillismo por sobre lo que se consideraba prensa seria, aunque no tengamos certezas de cuan seria era. El importante ingreso de un medio como la televisión alteró las reglas del juego, con mayor peso a partir de la década de los ochenta, intensificando su presencia en los noventa con la presentación de los «reality shows». Este tipo de periodismo, si se le puede llamar así, extravagante y agresivo, es el que ha impuesto. El resultado es que la verdad salió maltrecha y los consumidores resultaron conducidos a conclusiones parciales o sencillamente equivocadas de la noticia.
Por estas razones creo necesario apelar al análisis académico para continuar en esta línea investigativa. Para ello voy a presentar, con sus títulos y competencias, para diferenciarlo de tanta palabrería periodística, al Doctor Pablo Boczkowski, Profesor y Director del Programa de Liderazgo para Empresas Creativas de la Northwestern University y Profesor de Estudios de Organización en la Escuela de Administración del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT). La página www.revistaanfibia.com, de la Universidad de San Martín, publica una nota de él que lleva este título: La postverdad – Las noticias falsas y el futuro del periodismo.
Comienza con una cita del sociólogo Robert Park, fundador de la Escuela de Sociología de Chicago, publicada en la American Journal of Sociology, revista del Departamento de Sociología de la Universidad de Chicago. Su título: La noticia como forma de conocimiento: un capítulo de la sociología del conocimiento. El título está advirtiendo algo que los medios ocultan, o ignoran lo que sería peor, que la información periodística forma parte inescindible de los conocimientos de cada ciudadano. Allí dice:
“Cada público tiene su propio universo de discurso y… humanamente hablando, un hecho es solamente un hecho en algún universo de discurso”.
Creo necesario detenernos un poco en esta sintética afirmación dado que contiene lo que podríamos definir como una denuncia:
Una verdad sólo es tal dentro de la cultura de un pueblo que le dará a ella una interpretación propia por los modos de comprender el mundo que ese pueblo tiene. Dicho con otras palabras: hay cosas que impactan en la conciencia de los habitantes de un lugar y no lo harían en otras personas. Por ejemplo: “El hombre llegó a la luna” afirmación que carece de significado para un pueblo que no tenga la más mínima idea de que son posibles los vuelos espaciales tripulados por personas. Para ellos la luna es una luz en el cielo a la que se le puede atribuir poderes míticos pero no es una parte del cosmos puesto que para ello requiere que entienda qué es el espacio cósmico.
Entonces, las palabras dicen lo que significan dentro de un marco cultural, y sólo lo que allí se comprende. Por ejemplo, otra afirmación: “Fueron encontradas 150 personas muertas en una fosa”. Si esto aparece en una información respecto de la Guerra en Vietnam tendrá un impacto diferente de si este hallazgo se realizó en Campo de Mayo. El contenido de verdad lo da el marco de referencia: el primero tendrá pocas repercusiones entre nosotros, el segundo removerá la memoria colectiva que tenemos de la época del Proceso militar. Equivale a decir el contexto otorga a la verdad diversos significados.