Mirando al mundo LXXXII– De qué se trata la posverdad – 8-11-17

Volviendo al tema de la posverdad que no parece ser tomado en serio por parte de aquellos que pueden ser considerados sensatos. El problema es que este concepto, la posverdad, apareció en los medios de comunicación como referencia a un fenómeno que ellos parecen denunciar. En esos medios, como es obvio y evidente, no abundan investigadores académicos, pensadores prestigiosos, por el contrario se caracterizan por estar en manos de “gente superficial poco confiable”.

El novedosos concepto es muy poco consistente, evidentemente hipócrita, pero con pretensiones de alta filosofía para lo cual no reúne las condiciones necesarias. La escritora, periodista y política española, Irene Lozano parece haberlo comprendido de ese modo, por el tono de su comentario:

¡Qué concepto tan elegante. Nunca el ocultismo tuvo un nombre tan hermoso. Nunca soñó con ver edulcorada su naturaleza hasta hacerla respetable! Consagrada como palabra del año, sólo nos explica que el mundo se ha vuelto ininteligible.

¿Por qué dice esto? Porque la palabra fue elevada a “estrella” como “La palabra del año”, nada memos que por el Diccionario, que publica la prestigiosa Universidad de Oxford (Gran Bretaña). Acompañó la presentación con comentarios muy interesantes, así como sorprendentes. Respecto de este nuevo vocablo afirmó:

Con el neologismo post-truth se denomina en inglés lo relativo a las circunstancias en las que los hechos objetivos influyen menos que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal, a la hora de modelar la opinión pública. Esto se verifica en los cambios del lenguaje público que muestran que la palabra pasó de ocupar un lugar periférico, en el uso cotidiano, a ser eje de los comentarios políticos. La importancia fundamental de ella no es lo que dice sino lo que denuncia, respecto de la condición corrompida y corruptora en la que se encuentra la opinión pública. A la vez, asume que la verdad ya no importa por lo que la comunicación, como consecuencia de ello, ha entrado en una era que comienza a definirse por haber dejado atrás el valor de la verdad política.

La traducción de la palabra inglesa por el vocablo castellano posverdad tuvo aceptación entre los especialistas que comentaron:

El prefijo post– forma numerosos derivados en los que no solo añade el significado de ‘detrás’ o ‘después de’, sino que aporta la idea de que lo que queda atrás está, de algún modo, superado o que deja de ser relevante.

Volvamos a la nota de Irene Lozano y a sus ironías:

Se diría que antes éramos Denis Diderot[1] (1713-1784) y ahora nos hemos convertido en Homero Simpson. Sospecho que la cosa es más complicada. La verdad y la mentira en todas sus formas han convivido a lo largo de la historia. Lo que caracteriza nuestro tiempo no es el triunfo de la mentira, sino el fin de la herencia ilustrada, acompañado de un profundo desprecio al logos, a las herramientas de la razón.

Si analizamos el ámbito en el cual este concepto comenzó a ser utilizado, Europa, se puede pensar que es la toma de conciencia de algo que se venía incubando desde hace décadas. Irene Lozano señala como una de las causas un fenómeno cultural de Occidente que surgió en esa región como respuesta a las consecuencias de la segunda posguerra: al desánimo, a las desilusiones, a la pérdida de confianza en la razón, y el desentendimiento del mundo, etc.

Entonces la cuestión no es solamente que la gente haya creído las mentiras del discurso de los medios. De hecho, creímos vivir en una democracia basada en la libertad de la opinión pública, la deliberación y el debate libre de ideas, para beneficio de todos. En esta democracia todo ello fue violado permanentemente. Hoy, por el contrario, la realidad que nos describen los medios se ha convertido en una lluvia de imágenes incoherentes. Esta falta de verdad revela la magnitud de la hipocresía del periodismo que no nos ayuda a entender nuestra época. Esto no es nuevo, pues ya ocurría antes de que se hablara de la posverdad.

Agrega nuestra escritora:

Si las noticias se han convertido en un magma sin significado, esto sólo puede querer decir que los medios están haciendo mal su trabajo. Así, cuando la lluvia de imágenes se disuelve, el ciudadano de a pie se queda sin un criterio ni una comprensión de la realidad, sino con un malestar difuso, una incertidumbre que constituye el campo abonado para la superstición y la mentira. Lo realmente alarmante es que muchos periodistas, científicos, académicos, parecen haber abandonado la idea de que exista una realidad que es posible contar o conocer. Por eso es urgente volcarse en el empeño, también enunciado por Orwell de «restaurar lo obvio». Esa restauración, para tener éxito, habrá de empezar en el ámbito de la cultura.

[1] Fue una figura decisiva de la Ilustración como escritor, filósofo y enciclopedista francés.

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