Voy a comenzar con un hábito que tengo incorporado antes de ponerme a escribir: me pregunto cuál es el origen de las palabras que voy a utilizar. Y, aunque para algunos pueda parecer un gusto académico poco popular, creo que he podido aportar algunas cosas interesantes y hasta, en algunos casos, curiosidades o sorpresas como en esta palabra que necesito utilizar ahora: candidato. El Diccionario etimológico nos dice:
La palabra candidato (candidus, del latín, hace referencia a algo blanco, puro, limpio, inmaculado, aplicable a personas que por sus cualidades morales era apto para un cargo importante). Cuando los tribunos de la antigua Roma emprendían sus campañas políticas, siempre iban vestidos con una toga blanca (la toga cándida), con el fin de causar una buena impresión entre sus electores.
Convengamos que siendo este el significado original del vocablo, cuesta hoy utilizarlo para alguien que se va a dedicar a la política. No intento ser ofensivo o despreciativo. Además me cuesta creer que la República romana hubiera sido el Jardín del Edén, en la cual un conjunto de ángeles ocuparan los cargos públicos. El viejo refrán dice: «no tan calvo que se le vean los sesos». Si tenían que vestirse de blanco para enfrentar una campaña política es que mucha blancura interior no pareciera tener.
Comienzo con estos comentarios porque para analizar la política y sus personajes es imprescindible no ser ingenuos. El campo político es el escenario en el cual se dirimen los diversos intereses enfrentados, razón por la cual desde hace, por lo menos, unos cuatro siglos, se fueron proponiendo reglas del juego que pusieran ciertos límites a estas competencias.
Desde el siglo XVIII en adelante muchas cosas cambiaron, dadas las modificaciones que las sociedades políticas fueron padeciendo. Todo cambió por la aparición de un sistema económico, basado en la explotación del hombre por el hombre, que introdujo el trabajo industrial. Las demandas de la expansión y la conquista colonial requerían una producción en mayor escala que los talleres artesanales no podían lograr. Ante esa necesidad impuesta el trabajo en los grandes talleres subordinó la persona a las necesidades de la producción maquinística. Ella podía asegurar una producción en escalas, desconocida hasta entonces, por la utilización de las fuerzas naturales. Estos cambios empeoraron la vida de los trabajadores.
Una prueba de lo dicho lo demostró Charles Dickens (1812-1870) un destacado escritor y novelista inglés, muy conocido en la era victoriana. Fue maestro del género narrativo que incorporó una aguda crítica social por la situación de extrema pobreza de la sociedad de su época, como consecuencia de la explotación del trabajo asalariado.
Para justificar los cambios, que fueron necesarios para el nuevo sistema imperial, se construyó un relato que debía ocultar las bondades del sistema que de trabajo medieval de las comunas urbanas[1]. Se puede decir, con conceptos actuales, que se instaló el relato de una pesada herencia que era necesario superar: el pasado medieval. Si esto que escribo produce sorpresas espero que se entienda que estoy corriendo un telón que esconde otra historia, la que se debe contar desde los desposeídos y explotados de los últimos siglos: la historia de los trabajadores y de los marginados por el sistema capitalista.
Entonces, a partir de allí la política fue el instrumento mediante el cual se enfrentaron dos clases de intereses: la de los privilegiados por el sistema y la de los que pretendían mejorar su condición social.
Retomo ahora lo dicho sobre el significado de candidato. Se comprenderá que las características de la confrontación política son de tanta crudeza oculta, de tanta artimaña y picardía que no permite la participación de ingenuos o cándidos. Ya sea para defender y exponer intereses de uno y otro bando la pelea es muy dura, sobre todo que cuando se deben enfrentar intereses muy poderosos que se valen de publicidades engañosas.
Y es mucho más difícil cuando tomamos nota que los aportes de las ciencias: psicología, sociología, antropología, psiquiatría, etc., y las más nuevas utilizadas por el marketing político nos venden, con la misma eficacia, como si fueran productos comerciales a candidatos fabricados en los laboratorios de las consultoras especializadas.
[1] Se puede consultar https://ricardovicentelopez.com.ar/wp-content/uploads/2015/03/Del-hombre-comunitario-al-hombre-competitivo.pdf, para mayor información.