El proceso que vamos a analizar reconoce como punto de partida un quiebre que abre la aparición de la Europa moderna. Comienza a consolidarse allí un nuevo modo de producir: el capitalista. Desde el siglo XVI y XVII se desataron todas las fuerzas del capitalismo mercantil ofreciendo una demanda en crecimiento, como consecuencia de la expansión colonizadora de las Nuevas Tierras. En respuesta a ella comienzan a establecerse grandes talleres industriales que incorporan la máquina en reemplazo de la mano de obra por la necesidad de una mayor producción de bienes.
El “espíritu capitalista” se impone y el mercado pasa a regir la fijación de los precios. Ello desata una competencia entre empresas lo cual obliga a producir con “eficiencia y racionalidad administrativa”, acentuando la necesidad de incorporar mayor “tecnología industrial”. Todo ello va configurando un nuevo cuadro social, cultural, económico y financiero. Las últimas décadas del siglo XVIII mostraron tal expansión fabril que se le denominó como la Revolución industrial, cuyo centro fue Inglaterra.
Estas son las nuevas dimensiones de la sociedad moderna, ahora en pleno desarrollo, muy potenciadas por las riquezas que se van saqueando de los territorios coloniales. Comencemos haciendo una referencia simple para definir esa sociedad:
“La sociedad industrial es aquella donde la mayor producción queda a cargo de la gran industria, siendo ésta la forma de producción dominante. Las líneas generales de este proceso se presentaron primero en los países centrales. Una de sus consecuencias fue la separación del taller artesanal del ámbito de la casa familiar, como se había mantenido durante siglos. Fue reemplazado por el gran taller donde se comienza a producir maquinísticamente. Ello exigirá el diseño de empresas que deben contar con una organización mucho más compleja. Introduce, entonces, una mayor y diferente división del trabajo en el seno mismo de la empresa, que adquiere un carácter tecnológico: especialidades profesionales, diversidad de categorías”.
Para que todo esto fuera sido posible se necesitó una acumulación previa de capital de dimensiones desconocidas hasta entonces, que fue aportado en gran medida por el oro y la plata de América, dice wikipedia:
La introducción de minerales americanos impulsó enormemente la economía europea pero también creó situaciones de alta inflación. En los siglos posteriores, el oro y la plata desempeñaron una función importante en el nacimiento del capitalismo, principalmente en los Países Bajos, Gran Bretaña y Francia.
Otra característica que la empresa industrial exige, dentro de este esquema, es la existencia de mano de obra libre desocupada en cantidades importantes. Esta mano de obra debe estar siempre por encima de las cantidades necesarias para producir (desocupación=un ejército industrial de reserva), siempre disponible para su utilización. De esta manera se controla el costo de ella por la excesiva oferta.
Toda esta nueva configuración del sistema comenzará a dar como resultado la concentración de la propiedad de los medios de producción en pocas manos, lo que, a su vez, da lugar a la necesidad de garantizar jurídicamente la propiedad privada ante cualquier cuestionamiento.
Veamos los rasgos relevantes con los cuales se puede identificar la sociedad industrial capitalista:
1) Los medios de producción son objeto de apropiación individual; 2) la economía está descentralizada, lo cual no se garantiza el equilibrio entre producción y consumo, esto se establece por tanteos de mercado; 3) los empresarios y empleados están separados unos de otros, de tal modo que los primeros son propietarios de los instrumentos de producción y los otros sólo disponen de su fuerza de trabajo y se establece una relación de trabajo asalariado; 4) el móvil predominante es la búsqueda de beneficio; 5) dado que la producción y la distribución de los recursos no están planificados, existe una fluctuación de los precios en el mercado, con repercusiones en el conjunto de la economía, a esto se lo denomina: “anarquía capitalista”. El modo capitalista introduce, entonces, el riesgo de crisis, regulares o no, como consecuencia inevitable de las oscilaciones del libre juego de la oferta y la demanda. Estas crisis pueden ser por desequilibrios incontrolables en la oferta o en la demanda.