Ricardo Vicente López
Numero III.- La subjetividad en la modernidad
Reflexiones necesarias: amigo lector, quiero subrayar, para una comprensión más densa y profunda posible, que el tema que presento es de una importancia fundamental; y que presenta algunas dificultades su lectura, pero depende de esa comprensión, para enfrentar muchos de los temas y problemas que irán apareciendo en el curso respecto de la exigencia filosófico-política que intento mantener. Ese perfil ayuda a desnudar las tergiversaciones que la información que recibimos por diferentes vías (libros, medios, estudios, etc.) Todas ellas, con conciencia o ignorándolo, evitan tocar los temas del poder que están detrás de la mayoría de la información recibida.
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Para ampliar el marco general de nuestro momento político (en el sentido que le da Aristóteles [[1]], presento un cuadro histórico-cultural dentro del cual podremos enmarcar esa situación que hoy presenta la condición humana. Si miramos para atrás debemos asumir que nos ha tocado vivir en una cultura de origen hispanoamericana, pletórica de virtudes. Ella nos ha brindado un legado en el que se ha entrelazado la herencia de la vertiente hispánica (con sus más y sus menos) con la indoamericana, en los comienzos de la modernidad, siglos XV-XVI. Ella llegaba enriquecida por la coexistencia musulmana durante siete siglos (la arquitectura del sur de España es una hermosa muestra de ello). A pesar de que los conquistadores, originados en la península ibérica, no han tratado a los pobladores originarios como hubiera sido deseable. Esas convivencias, produjeron mestizajes que enriquecieron al conjunto con las riquísimas tradiciones de antiguas vertientes: todo ello cristalizó en esta tierra formando al hombre americano: una nueva y joven estirpe que se derramó por nuestras tierras.
Todo ello está presente entre nosotros: los criollos americanos. A pesar de que las invasiones de culturas imperiales anglosajonas, (europeas y estadounidenses), con su prepotencia, han intentado, y en parte conseguido, convertirnos en ciudadanos globales, vaciados de las riquezas heredadas con las que crecimos como personas libres, dando ejemplos a muchos pueblos del mundo [[2]].
Vivimos en un mundo que cambia, eso no es nuevo, ya nos lo había advertido el griego Heráclito (540-480 a. C), con su sentencia: «Ningún hombre se puede sumergir dos veces en el mismo río». Pero ese cambio hoy se produce a una velocidad que se manifiesta en la inestabilidad de los conceptos que utilizamos para captarla y comprenderla. Esta reflexión está afirmando que nosotros no debemos ser simples observadores externos, que juzgan el mundo en que vivimos; sino personas pensantes; que se proponen revelar esta realidad, para asumir que: «eso que observamos y analizamos somos, con todos sus matices, también nosotros mismos».
Se puede afirmar, con una frase paradójica:
«El tiempo que transcurre es un tiempo de cambio, que todo lo modifica, con las peculiaridades de cada caso, pero ese cambio, no lo podemos impedir, somos sujetos y objetos de ese proceso. Sin embargo, queda todavía la posibilidad de domesticarlo, y reorientarlo hacia una liberación de los pueblos: si es que nos lo proponemos».
Pero, como ocurre tantas veces, el concepto escapa de lo conocido y tradicional para adoptar nuevas significaciones, afrontando otras problemáticas. Poniendo como base el nuevo contexto para su utilización (al menos parcialmente). Es, en cierto sentido, un proceso enloquecedor que no debemos mirarlo desde la tribuna, dado que ello nos ha impedido actuar sobre él para condicionarlo, a nuestros ritmos y modos preferidos. Sin ignorar que también juegan bastante los intereses de los poderosos:
«Una transición es, por definición: incierta, caótica. Ahora bien, creo que los poderosos del mundo intentarán impedir que la situación se reoriente; se esforzarán ellos para someterla en un sentido que no nos permita confluir en un nuevo sistema que preserve lo esencial: la jerarquía diferenciada entre unas clases y otras que confluya en una liberación de lo humano».
Esto nos remite a la sabia sentencia política del Conde de Lampedusa [[3]], quien calmaba a los revolucionarios garibaldinos [[4]] que querían destrozar todo, diciéndoles: «Es necesario que algo cambie para que todo quede como está». Filosofía que asumieron los socialdemócratas europeos, de la Tercera vía, ante los avances de las revoluciones socialistas. Hoy se puede comprobar los resultados en la triste decadencia de la Europa actual.
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La subjetividad y el mundo moderno
El ser humano en proceso de desarrollo se relaciona no sólo con un ambiente natural determinado, sino también y fundamentalmente, con un orden social y cultural específico mediatizado para él y por otros significantes a cuyo cargo se halla (padres). Solo hay naturaleza humana bajo la condición de la apertura hacia el mundo, que le confiera la plasticidad de la estructura de las pulsiones; éstas determinan y delimitan sus formaciones socio-culturales. Si bien es posible afirmar que el hombre posee una naturaleza, es más significativo decir que el hombre construye su propia naturaleza o, de otro modo, que la persona se construye, en gran parte, a sí misma.
La subjetividad se advierte como un fenómeno que pone de manifiesto en cada persona, el universo de significaciones construido colectivamente a partir de la interacción social.
Es la realidad que depende de la percepción individual de cada persona, y que forma parte del mundo interior de cada una de ellas. La realidad se establece como consecuencia de un proceso dialéctico entre relaciones sociales, hábitos tipificados y estructuras sociales, entendido todo esto desde un punto de vista social.
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El proceso de la socialización
La socialización primaria es la primera etapa por la cual el niño la cruza en el seno de una familia; y, por medio de ella, se convierte en miembro de la sociedad. La socialización secundaria es cualquier proceso posterior que estimula al individuo, ya socializado, a ingresar en nuevos sectores del mundo objetivo de su sociedad, fundamentalmente la escolarización. Ingresa en un mundo institucional, es decir que va a ir incorporando un conjunto de hábitos, reglas, y costumbres vigentes, que es la forma en la cual se experimenta la realidad objetiva. Tiene una historia que antecede el nacimiento del niño pero que no va a ser accesible a su memoria biográfica. La biografía de cada personita se presenta como un episodio ubicado en el trascurrir de la historia objetiva, dentro del mundo social.
Hay verdad objetiva cuando el sujeto conoce el objeto de sus intenciones, y lo capta correctamente; hay verdad subjetiva cuando la relación existencial de la persona con el mundo exterior es correcta. Para poder mantener eficazmente la realidad subjetiva el sistema de relaciones sociales debe ser continuo y coherente; la frecuencia del diálogo realza el poder de éste como productor de realidad, pero la falta de frecuencia puede, a veces, compensarse con la intensidad del diálogo.
La subjetividad es un sistema con definición personal, que se expresa en su propia historia, en cuyo curso se definen sus necesidades. Además, ella representa un sistema abierto, constitutivo de la persona, que a través de su acción es también parte constituyente del desarrollo subjetivo.
Sintetizando: la subjetividad es un concepto que contiene la idea de que: la naturaleza o el mundo y nuestra forma de sentirlo, dentro del espacio social están constituidas esencialmente por las opiniones, creencias y saberes de cada persona; conforman las entidades subjetivas de conocimiento fundamentadas en los códigos y usos de sentido del mundo en que vive.
Entonces, la subjetividad, es el resultado emergente de las distintas realidades sociales, es por ello la consecuencia y condición de un proceso de construcción individual y social. Ésta, partiendo de inclusiones sociales específicas, determinan la forma particular y singular en que una persona percibe, interpreta y da sentido a su realidad; es la percepción y valoración personal y parcial sobre un asunto, idea, pensamiento o cultura. La subjetividad se asocia a la incorporación de emociones y sentimientos al expresar ideas, pensamientos o percepciones sobre objetos, experiencias, fenómenos o personas.
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Las cualidades propias de la Modernidad
La modernidad, entonces, puso el énfasis de la reflexión en la subjetividad del yo como fundamento de la realidad y del conocimiento. A partir de Renato Descartes [[5]] (1596-1650) el sujeto puede dudar y tener total incertidumbre respecto del contenido de todo su pensamiento, pero no de que es una cosa que piensa. De esta forma, encontrando un criterio de verdad puede investigar sus ideas y pude dar cuenta de la adecuación de su conocimiento. La historia posterior del pensamiento de Descartes, es de lo más diversa y crítica por las consecuencias que se han extraído del cogito ergo sum (pienso, luego existo).
La modernidad se caracteriza por la presencia novedosa del Estado que producirá una subjetividad unificada a partir de la figura del ciudadano. Las instituciones disciplinarias, propias de su existencia, generan dispositivos que impondrán a las personas comportamientos afines con las normas nuevas, para permanecer en ellas. Es por eso que la subjetividad se instituye, deja marcas, moldea, al mismo tiempo que se reproduce el dispositivo que funda la subjetividad. Ya en el siglo XX el dispositivo escolar introduce la subjetividad pedagógica. El seno familiar también reproduce esa subjetividad con reglas fijadas (costumbres y hábitos sociales).
La entrada de los fenómenos nuevos, propios de la vida de cada persona: en el orden del saber y del poder ha convertido la vida en algo visible y en posible campo de intervención para las técnicas políticas [[6]]:
«La vida emerge por primera vez como conjunto de fuerzas más o menos controlables y corregibles, para convertirse en un campo de posibles intervenciones y control de la vida que crea y hace posible el ejercicio de un poder sobre sí misma, que no sólo la controla, sino que se apropia enteramente de ella para reproducirla desde sus mejores mecanismos».
El entramado de poder, conocimiento y subjetividad toma formas y mecanismos diferentes en las sociedades disciplinarias.
Las sociedades disciplinarias
Se caracterizan por una lógica del poder basada en prácticas disciplinarias que se dirigen a la creación de subjetividades dóciles y maleables. En las sociedades disciplinarias el ciudadano pasa, sucesivamente, de un círculo cerrado a otro, de institución en institución (la escuela, el cuartel, la empresa, el hospital, la cárcel, etc.), en estas instituciones se llevan a cabo acciones para la conformación y modelación de los ciudadanos. Se registran en el sujeto una serie de hábitos y normas que perduran más allá de los límites de la institución.
Las redes de poder se instalan en el terreno de lo privado y sobre él ejercen un control sutil mediante tácticas que no evidencian el menoscabo del convencimiento de actuar libremente. De este modo, en estos sistemas de control la relación entre subjetividad y poder es más insidiosa, compleja y difícil de evidenciar ya que apelan precisamente a la autonomía y libertad de los sujetos. Viene a cuento la vieja fábula de La rana y el agua hirviendo:
[1] Política es el examen del modo en que los ideales, las leyes, las costumbres y las propiedades se interrelacionan en la vida en sociedad.
[2] Para más información se puede leer mi cuadernillo América es el continente de la esperanza, en la página www.riucardovicentelopez.com.ar
[3] Giuseppe Tomasi, duque de Palma y príncipe de Lampedusa (1896-1957); escritor italiano autor de la novela El Gatopardo (1958), en la que retrató la decadencia de la nobleza rural siciliana durante la época de la unificación nacional de Italia.
[4][4] Giuseppe (1807-1882) fue un militar, revolucionario, patriota y político italiano.
[5] Fe un filósofo, matemático y físico francés considerado el padre de la geometría analítica y la filosofía moderna, así como uno de los protagonistas con luz propia en el umbral de la revolución científica.
[6] La racionalidad y el pensamiento experto aparecen hoy como el principal instrumento para legitimar la toma de decisiones en el ámbito social.