He estado dándole vueltas al problema de la economía por razones que están lejos de ser inquietudes académicas. Como se ha dicho algunas veces, Argentina es una excepción a las reglas de la economía. Varias décadas atrás nada menos que el Nobel de economía Paul Samuelson escribía en su famoso manual las categorías en que podían clasificarse los países. El nuestro quedaba fuera de competencia. El tema es saber si esto es bueno o es malo. Como los economistas tienden a resolver todo metiendo cada caso en una de las categorías, se parecen a los médicos con las enfermedades. Creen resolver de este modo cualquier dificultad que pueda presentárseles. Cuando la realidad no se aviene a tal metodología, pues “peor para ella”, algo está mal en ella. Equivale a decir que el manual es el “cristal” a través del cual se estudia la realidad.
Pero, he aquí la “madre” del problema: la realidad social se presenta con particularidades culturales, políticas, económicas, propias de cada pueblo (perdón por el arcaísmo) que se impone como una verdad irreductible a la abstracción teórica simplista. No es la realidad la que se debe adaptar al concepto, sino todo lo contrario. Esto me lleva a afirmar la mayor de las “herejías” científicas: es necesario desarrollar ciencias nacionales, es decir que partan de la realidad única e irrepetible que es cada pueblo y, a partir de allí, intentar llegar a conclusiones generales.
Me tranquiliza el saber que una brillante economista inglesa Joan Robinson se preguntaba “si lo que la economía estudia y afirma sirve para otra sociedad que no sea la de los países altamente desarrollados”. Es decir que ella pensaba que lo que servía a su país podía no ser útil para otro. La economía que se estudia en nuestras universidades está hecha “a imagen y semejanza” de los centros imperiales. ¿Es demasiada agudeza suponer que, por lo tanto, deben estar al servicio de sus intereses? Puedo decir esto porque también expresó, en otra oportunidad, que la economía “ha sido siempre, en parte, vehículo para la ideología dominante en cada período”. El pecado de pretender ser ciencia, como lo es su modelo paradigmático, la física, la empuja a pensar en términos de un universalismo abstracto, a lo que se le suma poder ser así un instrumento de dominación económica.
Afortunadamente, la historia no es estudiada en esos mismo términos, de haber sido así tendríamos sólo una historia universal que se repetiría como un calco en todos los pueblos. Como esto sería demasiado evidente no se ha operado así, aunque esto no impide que la historia también esté contada desde la mirada de los centros del poder, es decir, los vencedores. La “liberación”, mentada en el marco de la cultura occidental desde el Génesis hasta nuestra versión amerindia, no debería dejar de lado la “liberación científica e ideológica”, que debería producirse en la cabeza de muchos de nuestros intelectuales, investigadores y científicos.
Sólo desde la ignorancia del saber “dominante”, respetando aquel comienzo de la sabiduría: “sólo sé que nada sé”, es decir el principio de la sencillez, creo que es posible retomar el camino de un pensar liberador.
One comment to “Ventajas de la ignorancia”
One comment to “Ventajas de la ignorancia”
«La “liberación”, mentada en el marco de la cultura occidental desde el Génesis hasta nuestra versión amerindia, no debería dejar de lado la “liberación científica e ideológica”, que debería producirse en la cabeza de muchos de nuestros intelectuales, investigadores y científicos.
Sólo desde la ignorancia del saber “dominante”, respetando aquel comienzo de la sabiduría: “sólo sé que nada sé”, es decir el principio de la sencillez, creo que es posible retomar el camino de un pensar liberador.» me encantó ese último párrafo ricardo, a veces me pregunto por qué. si desde el jardín, la primaria y la secundaria tratamos de inculcar valores estos se pierden por completo en l amayoría de las universidades refugio de la ciencia» ¿claro indicador de aquello de «a imagen y semejanza»?