En esta página, en diversas oportunidades, he defendido a nuestra actual presidenta. Sobre todo cuando se ponía en duda su capacidad para gobernar. No porque yo tuviera certeza de que tiene una capacidad probada, sino porque me parecía percibir que se colaba en las críticas un aire machista muy bien encubierto. A esto debe agregarse un dato que me sorprendió, sobre todo por quienes hacían este análisis: se habló después de las elecciones de un voto “gorila”, palabra casi en desuso. Estos dos aspectos, de la realidad social y política de nuestro tiempo, merecen una reflexión más detenida que, por ahora, se la cedo al lector.
Yo me he dicho que los cuatro años anteriores tienen logros que no se pueden ocultar. Para quienes se resisten a ello los invito a hacer un ejercicio intelectual: colóquense mentalmente en el 2002 y traten de recordar los pronósticos que se hacían desde los distintos ámbitos del arco político. Luego compárese con el estado actual de cosas. Sé que van a aparecer los que digan que nos ha tocado una situación internacional muy ventajosa que ha favorecido el logro de esos resultados. Bien, aceptémoslo. Ahora hagamos un segundo ejercicio: coloquemos en la presidencia a cualquiera de los contendientes del 2003 e imaginemos los resultados que hoy veríamos. Si les da igual o mejor no sigan leyendo estas líneas, es muy poco de lo que podemos hablar. Esto no significa acreditar todos los méritos al presidente saliente, pero…
Llegados a este punto volvamos a la situación en que nos encontramos y a nuestra presidenta. Yo voy a decir, y me preparo para recibir tomates (a pesar del precio que tuvieron) más otras hortalizas por la cabeza, que valorando su capacidad intelectual y su formación hace décadas que no tenemos a alguien de este calibre sentado en el sillón presidencial. Lo demuestra en cada intervención que le toca hacer uso de la palabra, y ¡cómo la usa! No es sólo una cuestión de oratoria, también la exposición doctrinaria que hace de los temas que aborda, comenzando por su mensaje a la Asamblea. Todo ello está hablando de capacidad de estadista.
Claro, falta nada más que ponga en realizaciones todo lo que promete, ¡nada más y nada menos! Y entonces, estaremos allí con mejores elementos en la mano para completar el juicio. Debemos acordar que venimos “saliendo del infierno” y que un camino de esta naturaleza no es ni sencillo ni corto. Pero, en algún momento se tiene que acabar. Empezaremos a remontar la cuesta del crecimiento, que no debe ser entendido solamente como económico, es mucho más importante que recuperemos la honestidad, la responsabilidad, la solidaridad, la equidad, el asumir y cumplir nuestros deberes, y asentarnos sobre la defensa de nuestra cultura nacional. Y esto vale para todos los “hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino”. Porque sólo así tendremos el derecho de reclamar, denunciar, exigir que nuestros “representantes” cumplan con lo suyo.
Del camino del infierno todavía nos falta bastante. Porque hoy podemos oír a nuestros comerciantes contentos hablar de cómo ha aumentado el consumo, y esto es bueno, habla de un mayor poder adquisitivo. Pero, ¿para cuántos? Paralelamente al crecimiento de la producción y de las ventas ¿se sigue ampliando la brecha entre los que más tienen y los que menos tienen? Si es así ¿cómo se explica esto? Entonces, Sra. Presidenta a seguir avanzando, pero incluyendo a todos o, por lo menos por ahora, a muchos de los más necesitados. Todo ello ¡Por un mejor 2008!