Hemos estado hablando de la necesidad de obtener más democracia y esta afirmación va acompañada de la práctica de consensos, como vimos en una nota anterior. Es muy interesante seguir el pensamiento de un intelectual con sobrados méritos como para merecer ser escuchado, me refiero a Boaventura de Sousa Santos: «Los regímenes democráticos son regímenes en movimiento. Verdaderamente no hay democracia; hay procesos de desdemocraticatización. Lo que caracteriza a unos y otros son las transformaciones que ocurren en los vínculos políticos que unen al Estado y los ciudadanos comunes y los vínculos sociales que unen a los ciudadanos entre sí. Estos procesos nunca se confinan exclusivamente al Estado; también ocurren en la sociedad. Identificar los procesos dominantes en un momento dado es fundamental para tomar el pulso a la calidad de la vida política y social. Los factores que los condicionan varían según el país pero también hay evoluciones convergentes a nivel internacional de las cuales es posible deducir el espíritu de la época. Las tres últimas décadas se han caracterizado por un conflicto muy intenso entre procesos de democratización y redemocratización, por un lado, y de desdemocratización, por el otro».
Nos está llamando la atención sobre un fenómeno político que ha comenzado en los ochenta y que se fue extendiendo por una gran parte del orbe. Él denomina acertadamente a estos procesos desdemocratización. Se han caracterizado por un aumento de las desigualdades sociales, de la violencia y de la inseguridad pública. Cuando las desigualdades sociales se vuelven más profundas, las políticas públicas, en vez de reducirlas, las ratifican. Nos ofrece estos ejemplos: «eficacia fiscal centrada en las clases medias; precarización del empleo con los cambios en el derecho laboral que se anuncian; la degradación del servicio nacional de salud. La protección de los ciudadanos y de los no ciudadanos contra actos arbitrarios del Estado o de otros centros de poder económico está disminuyendo». Esto se ve reflejado en el cierre de centros de salud sin evaluación de costes sociales; el desempleo resultante de las delocalizaciones de las empresas. La falta de transparencia de las decisiones y ausencia de control de los ciudadanos sobre las políticas públicas».
Si bien habíamos llegado, hace pocos años, a responder en nuestro país como un caso de esos ejemplos, hoy vamos saliendo de a poco de allí. Esto no significa que no siga faltando mucho para recuperar lo perdido por la desdemocratización. Pero aparece una contracara que la seguimos viendo. «La desdemocratización que ocurre en el Estado es paralela a la que ocurre en la sociedad. Se degradan las redes de confianza y solidaridad: se medicaliza la soledad y la angustia; se reduce al mínimo la aspiración familiar (la decisión de no tener hijos); se eleva al máximo el estrés familiar cuando hay niños y éstos son las primeras víctimas. Si la sociedad políticamente organizada no accionara procesos de redemocratización, puede estar en causa la supervivencia de la democracia. Lo que viene no será una dictadura. Será una “dictablanda” o una “democradura”».
Me parece de una importancia fundamental seguir pensando las reflexiones del sociólogo portugués, porque desde aquellas afirmaciones tajantes «con la democracia se come, con la democracia se cura…» pareciera que se ha logrado lo más importante, por ello se habla de los años de democracia que llevamos desde la salida del proceso (¿de democracia?). Es necesario que superemos el simple y superficial concepto de democracia como un mecanismo electoral y comenzamos a pensarla y a exigirla como una participación integral en todos sus mecanismos de decisión y de control. No debemos conformarnos con seguir en la platea del escenario político porque, como ya hemos visto, los actores no nos son fieles.