Con este título, que remeda una película de Woody Allen, el economista y politólogo Walden Bello, profesor de la Universidad de Filipinas (Manila), dice en una entrevista que, quien más o quien menos, todos nos hacemos las mismas preguntas sobre la actual crisis financiera: «¿Ya pasó lo peor? ¿Qué causó el colapso del centro neurálgico del capitalismo global? ¿Fue la codicia? ¿Fue falta de regulación? Pero ¿no hay nada más? ¿No hay nada sistémico? ¿Qué tiene que ver la crisis de sobreproducción de mediados de los años 70 con los acontecimientos recientes? ¿Qué pasó, pues? ¿Cómo trató de resolver el capitalismo la crisis de sobreproducción? ¿En qué consistió la reestructuración neoliberal? ¿En qué medida la globalización de los 80 y los 90 fue una respuesta a la crisis de los 70? ¿Por qué la globalización no pudo superar la crisis? ¿Cuáles fueron los problemas de la financiarización como vía de salida a la crisis de sobreproducción de los 70? ¿Por qué la financiarización es tan volátil? ¿Cómo se forman, crecen y estallan las burbujas? ¿Cómo se formó la presente burbuja inmobiliaria? ¿Y cómo creció? ¿Cómo pudieron las hipotecas subprime degenerar en un problema de tales dimensiones? ¿Y cómo es posible que los titanes de Wall Street se desplomaran como un castillo de naipes? ¿Qué pasará ahora?».
El problema que enfrentamos es que muy pocos pueden tratar de contestarlas y entre ellos son menos aún los que pueden ser confiables en sus respuestas. Una gran parte de los especialistas con capacidades semejantes están atados, son empleados, son socios, o alguna de esas cosas, de los mismos que especulan desaprensivamente y que han logrado llevar el mundo hasta un abismo como el actual. Tal vez, el problema resida en que se ha dado un fenómeno de causas concurrentes que han terminado en el derrumbe de Wall Street. Equivale a decir que no se debe sólo a la codicia y a la falta de regulación estatal de un sector que ha escapado a todo lo previsible y ha inventado mil y un artilugios para no ser capturado en la red de las conductas punibles. Sino que también, además y sobre todo, encuentra en su génesis la crisis de sobreproducción que ha venido minando al capitalismo globalizado desde mediados de los 70. Walden Bello afirma que muchos en Wall Street todavía están digiriendo y tratando de comprender todo lo que ha ocurrido realmente, en estos últimos tiempos, y que se ha precipitado en una catarata de sucesos que va a llevar tiempo comprender en profundidad.
Describe estos fenómenos sintetizando de este modo: «Entre 1 y 3 billones de dólares de activos financieros evaporados. Wall Street, nacionalizado, con la Reserva Federal y el Departamento del Tesoro tomando todas las decisiones estratégicas importantes en el sector financiero, y a todo eso, con un gobierno que, tras el rescate de AIG, pasa a dirigir la mayor compañía aseguradora del mundo. El mayor rescate desde la gran depresión, con 700 mil millones de dólares reunidos a la desesperada para salvar al sistema financiero global». De allí la broma que circula sobre la sovietización de Wall Street.
Lo que podemos ver es que las explicaciones habituales ya no bastan. Los acontecimientos excepcionales requieren explicaciones excepcionales. Pero dónde están los que pueden darlas cuando las cabezas geniales muestran tanta perplejidad. Mientras se precipitan las medidas una detrás de la otra empieza a quedar claro que no hay una estrategia para afrontar la crisis. Esto exigiría la presencia de comandantes estratégicos con amplitud de miras, y no los hay. La enorme cifra de muchos ceros de dinero para el rescate no es una estrategia, sino, básicamente, un esfuerzo a tontas y locas para restaurar la confianza en el sistema, para prevenir el deterioro de la fe en los bancos y en las otras instituciones financieras. Para evitar, en definitiva una corrida masiva de retirada de fondos de los bancos como la que ocurrió en la Gran Depresión de 1929.