Ya hablamos de las limitaciones que cercan a Obama y que acotarán fuertemente su capacidad de maniobra. Esto le da marco a las expectativas que ha despertado la presencia de un presidente negro en la Casa Blanca que se llama blanca pero que fue construida por negros. Estos, precisamente, están viviendo un tiempo de fiesta porque uno de ellos llegó. Y lo hizo acompañado por una mujer muy singular, a juzgar por sus declaraciones. Les advirtió a sus conciudadanos que el único que podía arreglar el desastre heredado era su esposo, pero ella no se puede olvidar que su abuelo negro murió siendo esclavo y fue enterrado en una fosa común dentro del campo en el que trabajaba, Carolina del Sur. Por tal razón le presta a Barack sólo por cuatro años.
Como una mujer con su formación intelectual, el acompañamiento político a su esposo, que declara que: «Cuando era niña [fines de los sesenta] no había políticos negros en el Capitolio y en los micros los negros sólo podían viajar en el asiento de atrás. En los parques donde jugaba, blancos y negros usaban distintos baños y distintos bebederos, y muchos comercios y restaurantes sólo atendían a los blancos», no puede ser y no parece que vaya a ser, nada más que esposa, su papel puede sorprendernos. Veamos quién es. Cuando estaba en el secundario sólo se dedicó a estudiar porque decía que: «No iba a hacer deportes simplemente porque era alta, negra y atlética» y descollar en el deporte es propio de negros, a diferencia de su hermano que ingresó a la Universidad de Princeton para jugar en el equipo de básquetbol. Recién en su tercer año en la universidad comenzó a practicar básquetbol y lo hizo muy bien. Primero logró que se la reconociera por su capacidad intelectual.
La tesis de su licenciatura en sociología llevó como título “Comunidad negra y negros educados en Princeton”, en la que muestra que no la pasó bien como estudiante negra. Dijo de su universidad: «Universidades predominantemente blancas como Princeton están diseñadas para servir a las necesidades de alumnos blancos». Luego pasó a Harvard donde conoció a su esposo. Con esto quiero decir que su voz se ha hecho oír en su matrimonio y nada hace pensar que no siga siendo así. Pareciera un contrapeso que le recuerda a Barack “de donde venimos” y esto no es poca cosa.
Ahora quiero rescatar algunas de las cosas que hizo Mr. President en sus primeros días: «1.- Dio orden de cerrar Guantánamo; 2.- ordenó terminar con la tortura y las cárceles secretas; 3.- ordenó desconocer todas las órdenes y recomendaciones emanadas del Departamento de Justicia desde el 2001; 4.- afirmó que para combatir el terrorismo no se puede abandonar los principios de los Padres Fundadores; 5.- eliminó el veto que la administración Bush le había concedido a presidentes, ex presidentes, vicepresidentes y ex vicepresidentes sobre la publicidad de documentos de la Casa Blanca; 6.- revirtió una instrucción del gobierno anterior que alentaba a las oficinas estatales a demorar y desalentar la entrega de información, y ordenó a los empleados públicos a ser “abiertos, transparentes y que se involucren con la comunidad”; 7.- Para cumplir con su promesa de “cambiar la manera en que las cosas se hacen en Washington”, puso en práctica un sistema de control más férreo sobre los lobby parlamentarios». Bien, como dije en la nota anterior, sobre economía no dijo ni hizo nada, aunque debe reconocerse que el parlamento va a ser una seria traba en el tema.
Planteado todo esto nos queda esperar. No hay duda que está frente a una oportunidad que hace muchísimos años no se daba. No hay duda que tiene una inteligencia y una formación que no admite ningún punto de comparación con Busch. Uno puede contentarse con que “ya es algo” y que una promesa de alguna brisa fresca se podrá esperar. Otro podrá sacar a relucir la cantidad de cosas que no es esperable que haga dado lo ya dicho. Pues bien: ni dejarse llevar por el exitismo fácil, ni caer en el escepticismo de que nada es posible. La consigna es esperar con los ojos abiertos.