¿De qué modelo se habla? IV

Si aceptamos que la rebeldía debe ser la actitud ante un mundo injusto, y habíamos quedado en que esa rebeldía debe ser guiada por la razón, debemos ahora advertirnos a nosotros mismos sobre el riesgo de que ella no esté guiada por el odio, las heridas de nuestra historia, dado que ello nos arrastraría hacia una crítica destructora. Por tal razón nos señala Fidel Munnigh que: «La rebeldía anárquica siempre ha atraído más por su fuerza de negación que por su contenido positivo. Parece latir oculta en el fondo mismo de nuestro ser… se podría argumentar que destruir lo creado es más fácil que crear. Pero a la auténtica rebelión no la mueve el mero impulso dinamitero, ni el intento de destronar a Dios para colocar en su lugar a un Ídolo. La rebelión de hoy impugna esta “sociedad de opulencia”, este mundo de propietarios rehabilitado tras el fracaso de las utopías seculares; impugna sus valores caducos, su respeto sagrado por la propiedad privada, su desmedido afán de lucro. Si la revolución era un destino y una promesa de redención de los pobres del mundo, la rebelión es un acto libre y tal vez sin mañana del hombre que odia las cadenas y aborrece a los ídolos».
Se puede entrever un dejo de escepticismo que destilan las sabias palabras de este filósofo, pero ello no impide que avancemos en nuestro camino en la búsqueda de una claridad no fácil de lograr, pero no por ello desechable, para pararnos con rasgos de madurez adulta ante los tiempos que se avecinan. En ellos oiremos y veremos tantas cosas que sería un buen ejercicio guardarlas para cotejarlas para el tiempo que se abre después del 28 de Junio. Volvamos a nuestro filósofo. Nos señala las consecuencias de la rebeldía anárquica, la que dispara al bulto sin mirar las consecuencias. De esta actitud tenemos en el mercado político unos cuantos francotiradores apostados, algunos de ellos pueden usar la munición más destructora sin reparar en daños. Otros son más sutiles, pero no tanto, como el consabido Mariano Grondona que puede incitar al golpe de estado con aires de filósofo distraído ante la pregunta irónica de uno de los “cuatro jinetes del Apocalipsis”. Otro de los “jinetes” afirmó, sin bajarse del caballo mediático que le ofrecieron durante meses los medios cómplices, que la tarea fundamental de ellos era el “desgaste del gobierno”. Aquí hay que precaverse del lazo con que intentaron “enlazarnos” esos enlazadores.
El filósofo Rubén Dri, profesor de la UBA, sostuvo lo siguiente: «el conocido amante de los golpes Mariano Grondona y el patrón sojero Hugo Biolcati se divertían en la televisión jugando a las adivinanzas sobre el momento en que se produciría el golpe destituyente. El candidato propuesto, que por otra parte ya tiene el gabinete en la sombra, es Julio Cobos. La manera sobradora en la que se expresaron ambos protagonistas es una clara manifestación de la seguridad con la que camina el movimiento golpista (o “destituyente” para no herir oídos delicados)». Este análisis entra sin tapujos a desmontar la maniobra que se está tejiendo entre viejos conocidos, participantes ellos de los golpes militares, tomando posición frente a este tiempo de decisiones. No debe sorprendernos, entonces, que hable de golpismo aunque éste hoy apele a otras armas, cuando las de fuego se mantienen guardadas en los cuarteles por la imposibilidad de ser usadas ante un pueblo que ya no se engaña con este tipo de recurso.
Las armas de hoy son las palabras insidiosas, la mentira artera y desvergonzada, la manipulación de la información, la parodia burda, etc., para lo cual todo el escenario público está disponible para el uso perverso de la libertad de prensa. Aparece nuevamente la importancia de la rebeldía razonada y madura, analítica y crítica, que no se deja atrapar en esas redes.

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