Hace unos diez años, en una entrevista el profesor del MIT, Noam Chomsky, hizo una serie de afirmaciones que es bueno volver a leerlas. Preguntado sobre el fenómeno de las corporaciones dice esto: «Existen corporaciones desde hace tanto tiempo como desde el siglo dieciocho, e incluso antes. En Estados Unidos, las corporaciones eran entes públicos. Básicamente, eran asociaciones. El modelo para la corporación volviendo a los tiempos de la redacción de la Constitución era un asunto constitucional. Durante el siglo diecinueve, esto empezó a cambiar. Es importante recordar que el sistema constitucional no fue diseñado en primer lugar para defender los derechos de la gente. Más bien, los derechos de los ciudadanos tenían que ser equilibrados, como propuso Madison, con lo que él llamaba los «derechos de propiedad». Por supuesto, la propiedad no tiene derechos. Así, ésta es sólo una frase codificada para favorecer los derechos de la gente con propiedades. El sistema constitucional fue fundado sobre el principio de que los derechos de la gente con propiedades tienen que ser privilegiados; ellos tienen derechos porque son personas pero ellos también tienen derechos especiales porque poseen la propiedad» (subrayados míos).
Es muy interesante comenzar a pensar el problema desde esta perspectiva histórica, porque puede verse cómo empiezan ciertas ideas y cómo van cambiando a lo largo del tiempo según se vaya dirimiendo la puja de intereses. Acá lo que está señalando Chomsky es el poder de los grandes propietarios. Uno de los Padres Fundadores de los EEUU hablaba con mucha claridad porque en aquellos tiempos se podían decir cosas que hoy hay que recubrirlas con una vestimenta que las convierta en una figura aceptable. El cuarto Presidente de los Estados Unidos, James Madison (1751-1836), recién citado, uno de los más influyentes de esos políticos por su contribución a la redacción de la Constitución de los Estados Unidos, a tal punto que es apodado «El Padre de la Constitución», sostenía que el objetivo del gobierno debe ser «proteger a la minoría de opulentos frente a la mayoría de pobres» y así lo expuso en los debates constitucionales. Esa es la vía por la que el sistema fue establecido. En los EEUU sobre el final del siglo XIX «los tribunales cambiaron crucialmente el concepto de la corporación. Simplemente lo redefinieron con el objetivo de garantizar privilegios para los dueños de la propiedad. Las corporaciones recibieron a principios del siglo XX derechos de personas, de hecho personas inmortales, y personas de inmenso poder. Y estaban libres de la necesidad de restringirse ellos mismos las concesiones del Estado. Ese es un gran cambio. Esencialmente es establecer importantes tiranías privadas, las cuales no tienen responsabilidades porque están protegidas por la Constitución».
Entonces podemos ver como se configuró una institución empresarial que tuvo las manos libres para el proceso de concentración del capital que hoy llega a cifras siderales. Dice Chomsky que: «Es una forma de tiranía. Pero, ese es el objetivo último de la corporación – intentar alejar lo público de la toma de decisiones sobre aquello que pertenece a su misma esencia, limitar los campos de discusión públicos, controlar la opinión, asegurarse de que las decisiones fundamentales que determinan cómo va a funcionar el mundo – lo cual incluye la producción, el comercio, la distribución, el pensamiento, la política social, la política exterior, todo – no está en manos públicas, sino más bien en manos de un altamente concentrado poder privado. Y hay varias formas para hacer esto. Una es tener el sistema de comunicación en manos de una red de, pocas o muchas no importa mucho, tiranías privadas».
Para poder pensar cómo funciona nuestro sistema de comunicación veamos lo que dice sobre su país: «Tomemos los medios de comunicación en Estados Unidos. Son mayoritariamente medios corporativos. Incluso los llamados medios públicos no son muy diferentes. Son simplemente enormes corporaciones que venden audiencias a los anunciantes de otros negocios. Y se supone que constituyen el sistema de comunicaciones. No es complicado imaginar que es lo que va a resultar de todo esto. Y hay cosas nuevas ocurriendo todo el tiempo. Es esencialmente un enorme juego de poder entre corporaciones, que intenta ofrecer a los «inversores» -a las juntas directivas de General Electric, Merrill Lynch, etc.- derechos extraordinarios. Se está haciendo en secreto porque la gente implicada, que es casualmente toda la comunidad de negocios, sabe que la ciudadanía va a odiarlo. Y no hay duda acerca del hecho de que los medios, que han estado bien enterados de esto desde el principio, han tenido éxito en no mencionarlo»