Hemos estado recorriendo una serie de aspectos y dimensiones de la sociedad capitalista que, en su devenir, han desembocado en esta crisis que estamos transitando. Esta crisis, o estas crisis según cómo se la encare, puede ser una más de carácter circunstancial como sostienen algunos, puede ser de carácter estructural como advierten otros, pero me parece claro que nada volverá a ser como antes, para bien o para mal de muchos. Se impone entonces dar un paso necesario, aunque cargado de dificultades como es comprender los conceptos básicos que definen su funcionamiento. Intentémoslo.
Habíamos llegado a plantear la diferencia entre precio y valor, conceptos diferentes que refieren dos momentos de la colocación en el mercado de un bien producido. Tratemos de entender un poco más: el aumento del valor se produce y se manifiesta en un crecimiento de la riqueza, cuando esto sucede se engendra un crecimiento de la riqueza en general. Producir más debe entenderse, en lo esencial, como una incorporación de cierta cantidad de trabajo puesto sobre toda la cadena que va desde la extracción de las materias primas hasta la terminación de un determinado bien colocado en el mercado. Dicho de otro modo, el proceso de la producción de bienes en general en el cual se va dando la acumulación de valor a lo largo de toda la cadena productiva, desde los primeros pasos de la extracción de la materia prima hasta el acabado final ofrecido para la venta. En toda esa cadena el agregado de horas de trabajo (de todo tipo) es el generador del valor que contiene ese bien producido.
El dinero es el instrumento que permite la comercialización de todos los bienes, media (oficia como puente) entre la venta de una mercancía y la compra de otra, es sólo un medio abstracto, un representante simbólico del valor. Un productor vende una silla, recibe dinero con el que puede reponer las materias primas más una utilidad para sus necesidades personales y el desarrollo de sus actividades. Indudablemente, en la sociedad industrial capitalista este esquema simplísimo se complejiza tanto que empaña el concepto básico que está detrás sosteniendo la totalidad del mecanismo, pero no deja de ser la matriz del proceso. Después de siglos de debate acerca de quién creaba la riqueza se formuló en el siglo XVIII, gracias a Adam Smith, una teoría que logró una explicación. Dice el profesor Valobog:
“Se creó la teoría del valor – trabajo, según la cual, la única fuente y única medida de la riqueza es el trabajo productivo, es decir el trabajo creador de mercancías y servicios. “Si es que el rico, -aseguraba Adam Smith – contrata trabajadores productivos, él enriquecerá, pero si ocupa a funcionarios , se empobrecerá”. El alfa y omega de los neoclásicos es otra concepción: de que todas las formas de trabajo son productivas, mientras más ganancia traiga una u otra forma de trabajo, será más productivo. Los financistas, especuladores y estafadores, no solamente se legitimaron, sino que además adquirieron status de “élite de la nación”, en tanto en cuanto, sus ingresos superaban en decenas y a veces en miles de veces a los reales sectores de la economía. Todo esto abrió posibilidades de aumentos artificiales del PBI. Las formas actuales de su perfeccionamiento, así como de los fraudes financieros y maquinaciones, son insuperables, en resumen, ocultar 100 simulacros, fue algo fácil, y habrá más”.
Volvamos entonces a la burbuja. El aumento de la cantidad de dinero circulante crea la ilusión de un aumento de riqueza pero es sólo una ficción, ésta hace parecer que el dinero por sí mismo puede generar más dinero. Cuando la ficción queda al descubierto la burbuja demuestra lo que en realidad es: una pompa de jabón. Algo similar ocurre con el valor de una acción de cualquier empresa: varía su cotización según las expectativas de la utilidad real, del aumento de valor creado, que se pueda obtener por el incremento del valor de la empresa, es decir por su capacidad de generar riquezas, de la cual la acción es una cuota-parte. Esto hace que quien compra a un precio determinado espera poder vender, por el aumento de la riqueza producida, a un precio mayor, dentro del funcionamiento normal. Cuando por diversos factores no siempre claros, mediante maniobras especulativas, esa acción despierta expectativas de ganancias importantes, cotiza a un precio cada vez más alto. La suba atrae a otros inversores que con su demanda suben más la cotización. En algún momento se toma conciencia de que la relación entre el valor de la empresa, las utilidades que produjo y el precio que se está pagando en el mercado es desproporcionado. Allí alguien comienza a vender.
Si esto se convierte en un efecto cascada porque muchos inversores venden ante el temor de pérdidas mayores la acción se precipita en caída libre. El valor de la acción no es tan alto como su precio mostraba, pero después en la caída, muchas veces, no es tan bajo como su precio dice. Por eso la burbuja del precio estalla, porque no expresa el valor real de la cuota-parte. Espero que se haya entendido la diferencia entre precio y valor . El ciudadano de a pie dice que algo “está muy caro” cuando percibe que el precio está por encima de su valor, entonces valor y precio no son términos idénticos, como pretende el neoliberalismo, que ha desechado el concepto valor y se concentra para el análisis económico sólo en el precio de mercado. Dice el profesor: «En el mundo actual, nuevos y complejos procesos ocurren, pero comprenderlos no les es posibles, en esencia, a los políticos occidentales y sus científicos. Ellos están muy confundidos y limitados. Por eso tienen un límite los sueños de los activistas honestos: un capitalismo ampliado. Ellos no ven los defectos del sistema que ha llevado al mundo a su fracaso, liberarse de él, sin cambiar el paradigma económico-social prácticamente es imposible».