La historia continúa. Se podría pensar que después de semejante tsunami financiero internacional, después de las consecuencias sociales que estamos padeciendo (aunque en América Latina, y en nuestro país especialmente, apenas hemos sentido sus efectos) el mundo de las finanzas aprendió. Pero no es así. Nuestro profesor sigue mostrando su análisis: «Como los bancos y grandes financieros no se quedaron contentos con ese negocio impresionante, se dedicaron a propagar rumores sobre la situación de los países que se habían tenido que endeudar por su culpa. Eso fue lo que hizo que los gobiernos tuvieran que emitir la deuda más cara, aumentando así el beneficio de los especuladores y poniendo en grandes dificultades a las economías nacionales. Esta es la octava estafa».
Los países endeudados, con una deuda que se reproduce y que parece no terminar nunca a través de sus refinanciaciones, pagan un caro precio: «Los gobiernos quedaron así atados de pies y manos ante los bancos y los grandes fondos de inversión y, gracias a su poder en los organismos internacionales, en los medios de comunicación y en las propias instituciones políticas como la Unión Europea, han aprovechado la ocasión para imponer medidas que a medio y largo plazo les permitan obtener beneficios todavía mayores y más fácilmente: reducción del gasto público para fomentar los negocios privados, reformas laborales para disminuir el poder de negociación de los trabajadores y sus salarios, privatización de las pensiones, etc. Afirman que así se combate la crisis, pero en realidad lo que van a producir es todo lo contrario, porque es inevitable que con esas medidas caiga aún más la actividad económica y el empleo porque lo que hacen es disminuir el gasto productivo y «el combustible» que los sostiene. Esta es la novena estafa».
Todo esto es historia muy conocida por nosotros: «Desde que la crisis se mostró con todo su peligro y extensión, las autoridades e incluso los líderes conservadores anunciaron que estaban completamente decididos a poner fin a las irresponsabilidades de la banca y al descontrol que la había provocado, que acabarían con el secreto bancario, con los paraísos fiscales y con la desregulación que viene permitiendo que los financieros hagan cualquier cosa y que acumulen riesgo sin límite con tal de ganar dinero… Pero lo cierto es que no han tomado ni una sola medida, ni una sola, en esa dirección. Esta es la décima estafa».
Mientras está pasando todo esto, los gobiernos, esclavos o cómplices de los poderes financieros, no han parado de exigirle esfuerzos y sacrificios a la ciudadanía mientras que a los ricos y a los bancos y financieros que provocaron la crisis no les han dado sino ayudas constantes y todo tipo de facilidades para que sigan haciendo exactamente lo mismo que la provocó. Gracias a ello, estos bancos están obteniendo de nuevo cientos de miles de millones de euros de beneficios mientras caen los ingresos de los trabajadores, de los jubilados o de los pequeños y medianos empresarios. Todo este juego que parece no terminar y que no encuentra en los políticos ninguna voluntad de resolver es lo que denomina Torres López como «la undécima estafa».
Ahora podemos volver a ver un mecanismo conocido: «los presidentes de gobiernos reciben instrucciones del Fondo Monetario Internacional, de las agencias de calificación, de los banqueros o de la gran patronal, la ciudadanía no puede expresarse y se le dice que todo lo que está ocurriendo es inexorable y que lo que ellos hacen es lo único que se puede hacer para salir de atolladero. Esta es la duodécima estafa». Yo m atrevería a decir que de estas últimas estafas nos hemos salvado liquidando la deuda con el FMI, lo cual les impidió seguir dándonos instrucciones respecto de lo que debemos hacer. El profesor resume:
«Finalmente, se quiere hacer creer a la gente que la situación de crisis en la que estamos es el resultado de un simple o momentáneo mal funcionamiento de las estructuras financieras o incluso económicas y que se podrá salir de ella haciendo unas cuantas reformas laborales o financieras. Nos engañan porque en realidad vivimos desde hace decenios en medio de una convulsión social permanente que afecta a todo el sistema social. La verdad es que cada vez hay un mayor número de seres humanos hambrientos y más diferencias entre los auténticamente ricos y los pobres, que se acelera la destrucción del planeta, que los medios de comunicación están cada vez en propiedad de menos personas, que la democracia existente apenas deja que la ciudadanía se pronuncie o influya sobre los asuntos más decisivos que le afectan y que los poderosos se empeñan en imponer los valores del individualismo y la violencia a toda la humanidad. Esta es la decimotercera estafa».
Lo que ha ocurrido y lo que sigue ocurriendo a lo largo de esta crisis es una sucesión de estafas y por eso no se podrá salir de ella «hasta que la ciudadanía no se imponga a los estafadores impidiendo que sigan engañándola, hasta que no les obligue a rendir cuentas de sus fechorías financieras y hasta que no evite definitivamente que sigan comportándose como hasta ahora».