Hay otros factores que se deben sopesar cuando se analiza un sistema tan complejo como el capitalismo actual con fuerte sesgo financiero. Las modificaciones en el modo de gestionar la economía capitalista han dado lugar a lentos pero profundos cambios en los valores de las elites dirigentes. Por ello afirma Torres López: «Y hemos subrayado también que la crisis actual tiene mucho que ver con el modo en que se toman las decisiones, con la capacidad que cada persona y los grandes colectivos tenemos para intervenir en la vida pública, es decir, con la política, con el poder, con la influencia muy distinta que cada uno, hombre o mujer, rico o pobre, cliente o banquero, ha podido tener. Además, esta crisis es paralela y de hecho está íntimamente unida en la medida en que con nuestro modo de producir genera contaminaciones, cuyas consecuencias han producido la crisis ecológica». Este es uno de los aspectos que menos aparecen en los análisis sobre las crisis últimas.
Pero, si las crisis tiene grandes actores: economistas, empresarios, financistas, etc., tiene también un gran elenco en segundo plano mucho más difícil de involucrar en el análisis: «Y por supuesto, hemos descubierto así mismo que es una crisis que tiene que ver también con nuestro modo de vida. Con la permisividad hacia la corrupción pero también con los valores y con los principios éticos que mueven nuestra conducta como seres humanos, no solo como agentes económicos, sino como mujeres y hombres que nos interrelacionamos para tratar de esa forma de satisfacer nuestras necesidades». Este modo de vida que acentuó ciertos modos a partir de la globalización cultural del modo tan envidiado, el american way of life (el modo de vida estadounidense) que se sostiene a partir de un consumismo ostentoso y superfluo. Este modelo cultural no es compatible con la sobrevivencia sobre el planeta, por lo que sólo es posible sobre la miseria y exclusión de grandes sectores de la población del mundo.
Si bien muchas de las cosas mencionadas no son nuevas ni recientes, acumulan ya una historia de más de dos siglos, en el siglo pasado se han disparado hasta niveles inconcebibles no hace tanto tiempo. «La singularidad de esta crisis radica, por tanto, en que envuelve o afecta a todas y cada una de las piezas que conforman a la sociedad como un todo. No es una crisis parcial, que tenga relación con un solo o concreto aspecto de nuestra vida, sino que decimos que es sistémica porque afecta al conjunto del sistema social y económico. Tan evidente ha sido esto que hasta los propios dirigentes conservadores han tenido que reconocerlo y por eso llegaron a hablar de la necesidad de hacer cambios históricos, de «refundar el capitalismo» como decía ingenuamente Nicolás Sarkozy.
Y es esto lo que no puede ni debe ser soslayado hoy en las reflexiones que intentan aportar una de las tantas soluciones posibles. Por ello: «Esta crisis no puede considerarse de otra forma que no sea esta, la de una crisis sistémica que por primera vez ha hecho tambalearse al sistema en toda su globalidad. Y eso quiere decir que, guste o no, las soluciones que pueda tener, tanto desde el punto de conservar los intereses de los poderosos que hoy gobiernan el mundo como de el de quienes queremos darle la vuelta a este estado de cosas, pasan necesariamente por situarse fuera del sistema». Esta es una conclusión que nos muestra un economista, docente universitario, investigador, en toda su peculiaridad, como un cuestionador, un crítico, que se enfrenta a la academia y al sistema institucional de la especialidad.
Y agrega: «No es posible evitar la inseguridad y el constante incremento del riego global, la amenaza segura de nuevos episodios de crisis y perturbaciones financieras fatales, la inestabilidad social y la destrucción definitiva del medio ambiente, por citar solo algunos de los peligros que nos rodean, sin avanzar hacia un orden sistémico diferente basado en un modo de gobernar y de organizar la economía y las finanzas, de relacionarnos con el medio ambiente, de gobernarnos a nosotros mismos y de incentivar nuestros comportamientos humanos que nada tenga que ver con lo que hasta hora venimos haciendo. Y, por supuesto, sin cambiar de raíz la relación dominante de dominio machista y de desigualdad que se da entre las mujeres y los hombres. Porque si seguimos por este camino será inevitable reproducir los fenómenos que hemos analizado y que han dado lugar a las crisis cada vez más fuertes, más peligrosas y quizá definitivas».