El caso de Enron es paradigmático. Como casi todo el mundo supo, después de la escandalosa quiebra, los directivos de Enron creaban, una tras otra, subcompañías fuera de registro contable, a fin de ocultar sus gigantescos pasivos, inflando así fraudulentamente sus ingresos. «Esto fue posible porque Arthur Andersen, la mayor empresa de auditoría del país, les cubría en su actividad depredadora, sin duda motivada por el millón de dólares semanales que recibía de Enron en concepto de pago por servicios de consultoría». No puede asombrar el saber que en los últimos años, las Cinco Grandes empresas auditoras han hecho tres veces más dinero con sus actividades de asesoramiento que con sus servicios de auditoría. Estas maniobras bursátiles permitieron mostrar ganancias artificialmente infladas de Enron con lo cual mantuvieron al alza los precios de sus acciones, así la compañía en expansión y sus directivos hicieron negocios monumentales con la venta de sus acciones. «En el corto período que va de enero de 1999 a diciembre de 2001, diez de los principales accionistas de Enron se repartieron más de mil millones de dólares por la vía de deshacerse de las acciones de la compañía: entre ellos estaban el superejecutivo de Enron, Kenneth Lay, con 221,3 millones, y el Presidente de Enron, Jeffrey Skilling, con 70 millones. Como consecuencia de este artificio de la empresa los empleados y los accionistas de la compañía acabaron, huelga decirlo, pagando prácticamente el total del gigantesco coste del colapso».
La cotización en el mercado de Enron llegó a un punto máximo de 70 mil millones de dólares, para caer a partir de allí, por la quiebra, a prácticamente cero, por lo que todos los empleados de Enron perdieron los ahorros y las pensiones de jubilación que habían sido inducidos a poseer y a contratar en forma de acciones de Enron. Y además, claro, se quedaron en la calle. Lo que hace poco ha aparecido con mucha claridad es que todo este proceso no hubiera sido posible sin el concurso y ayuda de dos importantes instituciones bancarias, socios indispensables, Citigroup y J. P. Morgan Chase, los bancos número uno y dos del país, más la colaboración de Merril Lynch, en el nacimiento de las increiblemente fraudulentas cuentas de Enron.
Estos enormes conglomerados financieros crearon empresas falsas off-shore con la sola intención de actuar como socios fantasmas de Enron en el sector energético, a fin de ayudar a ocultar las crecientes deudas que la empresa tenía con esos mismos bancos. De este modo, las empresas ficticias hicieron préstamos bancarios a Enron –hasta un máximo de 8 mil millones de dólares a lo largo de seis años—, pero en los libros contables esos préstamos aparecían como pagos por compras. Quizá el ejemplo más asombroso de esta maniobra fue la compra por Merrill Lynch de tres centrales eléctricas sobre barcazas situadas en el mar de la costa de Nigeria en diciembre de 1999 por 12 millones de dólares. Esto permitió a Enron registrar 12 millones más de dólares de beneficios en su informe de fin de año. Merrill Lynch recibió de Enron, a cambio, 200 millones de dólares en honorarios y un 15% de interés por lo que en realidad era un préstamo que era liquidado en el plazo de seis meses.
«Con tales ardides, Enron reflejó lo que de hecho era pasivo como activo, declarando su deuda hasta un 40% más baja de lo que era y exagerando su flujo de metálico hasta en un 50%. Con eso logró aumentar el precio de sus acciones y su capacidad para solicitar préstamos. Citigroup y J.P. Chase, por su parte, acumularon otros 200 millones de dólares en honorarios por las molestias y –ya nada puede sorprender a estas alturas— aprendieron a cerrar tratos similares con unas veinte compañías energéticas más. No se quedó Citigroup de brazos cruzados, limitándose a aceptar perezosamente los costes de haber adelantado fondos a una compañía en camino de la bancarrota. En mayo de 2001, mientras Enron se sumía en el olvido –un hecho que Citigroup estaba en mejor posición que nadie para conocer—, el banco, simultáneamente, llevó a cabo una importante venta de bonos de Enron que tenía en cartera y redujo así su riesgo como acreedor de Enron. Por eso los fondos de pensiones de todo el país han demandado a Citigroup. Junto con J. P. Morgan Chase y Merrill Lynch, está siendo investigado por el congreso y por el fiscal general de Nueva York».