Yo había propuesto mirarnos en el espejo europeo como ejercicio de comprendernos un poco más. Ahora propongo dirigir la mirada hacia los EEUU siguiendo el mismo juego. Para ello voy a tomar como referencia al editor del boletín semanal Too Much, Sam Pizzigati, quien en su edición del 10-10-10 (¡qué fecha extraña!) comenta un estudio realizado por el Institute for Policy Studies con sede en Washington D.C sobre las desigualdades en el gran país del norte. Su reflexión apunta a caminos posibles para resolver la pobreza en ese país. Para ello parte de la información que provee la revista Forbes que realiza una especie de ranking sobre las personas más ricas entre los norteamericanos. En función de esa información propone:
«Un pequeño impuesto sobre las fortunas personales estadounidenses de más de 1.000 millones de dólares podría generar ingresos más que suficientes para erradicar los déficits presupuestarios conjuntos de los estados que componen la nación norteamericana, contando tan sólo con 400 de de lista de Forbes». Compara fortunas personales con presupuestos de los Estados (provincias nuestras) que están pasando dificultades de financiación para cumplir con sus obligaciones de gobierno. Esto ya no pone sobre aviso de la dimensión de esas fortunas personales las que aportando sólo un “pequeño impuesto” resolvería sus dificultades.
Una de esas grandes fortunas pertenece a «David Rockefeller sénior, el único nieto todavía vivo del primer milmillonario norteamericano, ha conseguido todavía otra distinción: a los 95 años es actualmente el milmillonario más anciano de la nueva lista anual de los 400 norteamericanos más ricos. En la lista de este año, David Rockefeller está acompañado de cantidad de milmillonarios. Cada uno de los 400 grandes bolsillos de esta lista tiene una fortuna individual de al menos 1.000 millones de dólares». Par tener una referencia de cómo evolucionaron esas fortunas nos informa: «En 1982, el primer año en que apareció la lista anual Forbes 400, solamente 13 norteamericanos podían alardear de un estatus de milmillonario». La cantidad de milmillonarios, (préstese atención en la nueva categoría que dejó atrás la denominación de millonarios porque ya no expresa lo que puede considerarse una gran fortuna), fue incorporando trece más cada año, para llegar a los 400 actuales.
Pero no se detiene allí en su análisis: «Por aquel entonces, hace casi tres décadas, los 400 más ricos de Forbes detentaban una fortuna conjunta de 91.800 millones de dólares, el equivalente de unos 208.000 millones en dólares actuales. Los 400 primeros actuales, según publicó Forbes la semana pasada, poseen más de 3 billones de dólares en riqueza». Es notable el salto que se ha producido en el incremento de esas fortunas. La sola mención de este dato nos empuja a preguntar ¿cómo hicieron? Si no se consigue respuesta aceptemos la que se hace el autor: «¿Qué impacto podría tener en nuestra atribulada nación que esta pasmosa acumulación masiva de riqueza fuera modestamente compartida o sujeta a tributación? Una respuesta rápida: un «impuesto sobre la riqueza» del 15% sobre los activos personales de más de 1.000 millones de dólares generaría este año 145.500 millones, más que suficiente para cubrir los 140.000 millones de déficits a los que se enfrentan los 50 estados de América del Norte en el actual año fiscal».
Acá nos asalta una pregunta inesperada: ¿la totalidad de los estados de ese país tienen déficit y esa cifra llega a la suma de 140.000 millones de dólares? ¿Tan mal está el otrora gran país del norte? Paralelamente a ello ¿cómo es que los estados tengan tan grandes dificultades mientras sus más grandes ricos siguen creciendo en sus fortunas personales? Si se les aplicara el impuesto que propone el autor: «Después de pagar este impuesto, la riqueza neta personal de los 400 milmillonarios de la actual lista Forbes, sería todavía de 2.400 millones de dólares en promedio, más de 37.000 veces los 65.400 de riqueza neta personal que el economista neoyorquino Edward Wolff calculó a principios de este año para la típica familia norteamericana». Tome nota el lector de la amplitud del abanico de ingresos que eso representa. De esto no hablan los medios, en cambio sí lo hacen de la pobreza de Latinoamérica.
«Pero los milmillonarios de Forbes no están precisamente corriendo a compartir su riqueza. Los más activos políticamente están corriendo en la dirección opuesta. Están financiando candidatos y causas dedicadas a recortar impuestos sobre los norteamericanos más ricos, y eliminando las regulaciones sobre las corporaciones que hacen ricos a estos ricos». Se parecen a nuestros grandes sojeros de la pampa húmeda. Es muy interesante detenerse a reflexionar sobre el modo en que nos cuentan estas cosas y cómo el impresentable Biocati puede mostrarse preocupado por la pobreza siendo presidente de la Sociedad Rural, nada menos.