Si nos remontamos a un periodo de varias décadas atrás, cualquier ciudadano de a pie se hubiera escandalizado, al leer en alguna publicación un título tan sorprendente como el que encabezaba una nota del Cronista comercial (18-2-2011): Cómo se fabrica un candidato. Era realmente impensable que al referirse a algún candidato político, a cualquier cargo, se pudiera utilizar el verbo fabricar. Se hubiera supuesto hablar de elegir, optar, seleccionar, proponer, preferir, etc. Sin embargo, hace unos pocos años ya se podía escribir acerca de la fabricación de un candidato, y lo más grave es que no generó ningún rechazo y hoy se puede hablar de ello con toda naturalidad. Cabe preguntarse: ¿Qué pasó para que la política hubiera cambiado tanto? La nota comenzaba así:
La imagen de un candidato ha pasado a ser su capacidad más importante para ganar una elección, sostiene Rosendo Fraga, director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría. En un país donde la política atraviesa un momento de desencanto, es difícil hablar de candidaturas… Resulta difícil definir quiénes serán los candidatos y tal vez aún más quién terminará triunfando y en qué instancias, sintetiza Fernando Moiguer, especialista en estrategia de negocios y marca.
Los consultados, como se puede apreciar en la nota, especialistas en el tema, expresan su incertidumbre, su incapacidad de pensar cómo serán la política y los políticos respecto de un mediano plazo futuro. Esta requiere de un análisis explicativo. Sigue el Cronista:
A partir de 1983, con el retorno de la democracia, se dio un nuevo tipo de escenario en la política argentina. Las campañas actuales difieren de las de entonces, pero ese momento instauró una base esencial y múltiples experiencias cuyo molde arrancó desde ese comienzo. Del entusiasmo a la apatía, del énfasis discursivo a la preeminencia de la imagen. Las nuevas formas exigían construir un candidato que se adaptara a ese nuevo escenario.
Entonces, si la imagen adquirió tanta relevancia, ¿cómo se debe presentar ahora? ¿significa esto que lo que cada persona tiene, como resultado de una vida vivida, y que a lo largo de su biografía ha ido estructurando su perfil personal, y como tal “aparecer”, ya no sirve? ¿Qué dirían los políticos anteriores que hicieron campaña y, les haya ido bien o mal, aparecieron tal como eran? ¿Se está hablando de que hay que cambiar a la persona por un personaje preparado ad hoc? Recurramos al diccionario para analizar esta expresión:
Ad hoc es una locución latina que significa literalmente «para esto». Generalmente se refiere a una solución específicamente elaborada para un problema o fin preciso y, por tanto, no generalizable ni utilizable para otros propósitos. Se usa pues para referirse a algo que es adecuado sólo para un determinado fin o en una determinada situación.
Recurro a esa definición para poder irnos adecuando a un razonamiento que choca contra lo que se ha supuesto tradicionalmente: alguien que se dedica a la profesión de político lo hace como resultado de una vocación de servir a su comunidad. El economista y sociólogo alemán Max Weber (1864-1920) publicó en 1919 una pequeña obra que tituló La política como vocación. Uno de los temas que abordó es lo que debería ser exigible a quien se dedique a ella como una profesión, sin que esto signifique un juicio valorativo. Wikipedia comenta:
Dentro de este análisis que Weber hace sobre el desarrollo de los personajes que trabajan para la política y viven de la política hay un aspecto interesante que parece importante resaltar y que involucra una condición propia del hombre. Él hace mención al sentimiento de poder que genera en el político profesional su condición propia. La conciencia de tener una influencia sobre los hombres, de participar en el poder sobre ellos y sobre todo, el sentimiento de manejar los hilos de acontecimientos históricos importantes, elevan al político profesional, incluso al que ocupa posiciones modestas, por encima de lo cotidiano.
Es este un aspecto importante, dicho en palabras actuales: la tentación del poder. Lo que en estos tiempos que corren puede parecer una antigüedad es que Weber relacione la política con la ética. Y al respecto plantea tres cualidades que debe tener el político: pasión, sentido de la responsabilidad y mesura. Si admito que esto puede parecer algo ya perimido ¿por qué me remito a esta afirmación de Weber sobre el tema? Lo hago para no naturalizar el tema que estamos tratando, es decir para no aceptar como algo normal el concepto de la fabricación de personajes políticos.