Si bien, como ya señalé en la columna anterior, hay en Ortega y Gasset una actitud aristocratizante que conlleva un menos precio sobre el hombre masa, su agudeza y lucidez pude ofrecernos apuntes muy interesantes para nuestra reflexión. Veamos antes a Erich Fromm como una referencia al concepto de ciudadano y su situación frente al proceso de acondicionamiento:
Mientras que la idea original de la democracia se basaba en el concepto del ciudadano responsable y con ideas claras, en la práctica esto se distorsiona cada vez más, por la utilización de los mismos métodos que se desarrollaron primero en la investigación de mercado. Se puede ya adelantar que el “negocio” de la información se va a enmarcar en estos criterios que se harán extensivos a la política.
Es necesario que coloquemos estos conceptos en el contexto histórico del proceso de transformación de la sociedad tradicional en la sociedad industrial. La concentración de habitantes en las ciudades de fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, como consecuencia de la Revolución industrial, producirá una transformación de hábitos con importantes consecuencias en el perfil del hombre tradicional.
La vida rural se desarrollaba al ritmo que imponía la naturaleza, el tiempo se presentaba como un lento acontecer, las horas del día transcurrían perezosamente. La ciudad alteró profundamente esos ritmos y la fábrica impuso sus extensos horarios de trabajo. El campesino fue violentado en su fuero interno al transformarse en un obrero industrial. La pobreza rural se convirtió en la miseria ciudadana.
Wikipedia describe ese proceso:
Uno de los más importantes factores que desencadenó la gran revolución industrial, simbolizada por el invento de la maquina a vapor a mediados del siglo XVIII, fue el masivo éxodo de personas desde el sector rural hacia las grandes ciudades en búsqueda de trabajo. La única salida posible era la migración hacia las ciudades, donde la industria se había convertido en un polo de demanda. La industria, ubicada en las ciudades, reclamaba mano de obra abundante. El artesano rural no pudo resistir la competencia de las fábricas por lo cual se constituyen en los primeros emigrantes. Pero dicha migración produjo una concentración de población en las ciudades, lo que trajo aparejado problemas que no se habían manifestado hasta entonces.
Ese hombre aferrado a valores tradicionales, que le garantizaban la comprensión de la vida y su ubicación en el mundo, se encontró con modos, hábitos, valores, que lo conmocionaron íntimamente. La pérdida de sus certezas lo convirtió en un ser altamente vulnerable. El no saber con claridad quién era lo hizo presa fácil del torrente homogeneizador del servicio a la máquina que le imponía sus normas. Estas fueron las circunstancias socioculturales de la aparición del hombre masa: el hombre como un eslabón más de la población masificada. Entonces, se puede comprender ahora la crítica certera de Ortega y Gasset.
Sin embargo, el tema de la democracia, tratado en los manuales, discurre en torno a tradiciones literarias o filosóficas que hablan del ciudadano libre. Son incapaces de afrontar las diferencias existentes entre las formulaciones ideales y las prácticas sociales y políticas. Las consideraciones están apegadas a las definiciones aristotélicas o a las heredadas de los teóricos de la Revolución francesa, pero no se dignan a bajar al barro de la historia donde las prácticas desvirtúan esas idealidades. Ese «ciudadano responsable y con ideas claras», sometido a las técnicas de manipulación de la conciencia colectiva, está muy lejos del ideal postulado. Leamos como define el filósofo español la versión masificada de ese ciudadano:
Este hombre-masa es el hombre previamente vaciado de su propia historia, sin entrañas de pasado y, por lo mismo, dócil a todas las disciplinas llamadas «internacionales». Más que un hombre, es sólo un caparazón de hombre, carente de un «dentro», de una intimidad suya, inexorable e inalienable, de un yo que no se pueda revocar. De aquí que esté siempre en disponibilidad para fingir ser cualquier cosa. Tiene sólo apetitos, cree que tiene sólo derechos y no cree que tiene obligaciones: es el hombre sin la nobleza que obliga es sólo un snob – sin nobleza–.
El Doctor Arturo Damm, Profesor de Filosofía de la Universidad Panamericana, se pregunta y se responde:
¿Quién es el hombre masa? Respondo con la definición que dio Ortega y Gasset. El hombre masa es, no tanto el masivo, sino el inerte, es decir, no tanto el que pertenece a un conjunto, y por ello se comporta como el resto de los miembros de ese conjunto, sino el que es incapaz de reacción, por encontrarse inmovilizado, por no ser eficaz, es decir, por no ser libre, por no ser capaz de determinarse a sí mismo, necesitando ser determinado por alguien más… es decir, todo aquel que, involuntariamente, es usado por alguien más a manera de mero medio.