Continuamos con el análisis del artículo del analista Vladímir Simonov, cuyo título dice casi todo: Los sucios negocios de banqueros estadounidenses y dirigentes nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
Mientras el mundo entero, y sobre todo los ejércitos soviéticos y estadounidenses, lucharon encarnizadamente para destruir la barbarie nazi, paralelamente se desarrollaba una trama de negocios por parte de la cúpula bancaria estadounidense haciendo fructíferos y millonarios negociados con los dirigentes nazis. Esta noticia hubiera merecido aparecer en la tapa de los periódicos más importantes del mundo. Una historia verdadera e increíble. Sin embargo, por la índole de lo que relata Simonov, permaneció oculta hasta que este investigador la publicara en www.voltairenet.org el 3-5-2005.
Nos cuenta este investigador que, mientras entrevistaba al coronel retirado Albert Kotzebue, el periodista Charles Higham del The New York Times, que más tarde sería reconocido como un importante historiador-investigador estadounidense, preparaba la publicación de un trabajo que le había insumido largos años. Dice Simonov:
Era un estudio que parecía ser herético entonces, y lo parece todavía hoy a algunos de sus compatriotas, el sensacional libro Transacciones concertadas con el adversario, llevaba un subtítulo, que sería difícilmente aceptable para el público de ese país, «Desenmascaramiento del complot monetario nazi-estadounidense de 1939-1949». Se basaba en hechos, que su autor encontró en documentos del Archivo Nacional de EEUU, después de que se dio libre acceso a ellos, y en otras fuentes, de lo cual surgía un cuadro vergonzoso. Se trataba de la cooperación que mantenían con Hitler durante la guerra los responsables de empresas estadounidenses, tales como «Standar Oil of New Jersey», «Chase Manhattan Bank», «Texas Company», «International Telephone and Telegraph Corporation», «Ford», «Sterling Products» y otros muchos.
El autor publica las pruebas que demuestran que todo ello contaba con la aprobación de la Administración de EEUU en el período de guerra, incluidos el titular de Comercio, Jesse H. Jones; el de Hacienda, Henry Morgenthau, y altos funcionarios del Departamento de Estado.
Miremos a algunas de esas transacciones, inconcebibles para los soldados que combatían en los frentes de batalla de la Segunda Guerra Mundial. Otro tanto se podría decir de los ciudadanos estadounidenses e ingleses que hacían colas en la estaciones de servicio para conseguir un poco del escaso combustible. Sólo la ignorancia de todo esto posibilitó, que el entonces Teniente Albert Kotzebue, como la de todos los combatientes engañados de frente occidental, arriesgaran sus vidas tras ideales huecos. La verdad de esas guerras se encontraba oculta en los directorios de los grandes bancos de Occidente:
La «Standart Oil of New Jersey» enviaba petróleo vía la Suiza neutral para que los carros blindados alemanes llenaran sus tanques. Cuando los soldados de los Ejércitos aliados avanzaban hacia el Elba, contra ellos a menudo abrían fuego en vuelo rasante aviones de la Luftwaffe, provistos de motores que se fabricaban en cadena en las empresas «Ford» ubicadas en la Europa ocupada. Empresas estadounidenses, incluida su potente sucursal instalada cerca de París siguieron fabricando durante toda la guerra motores de aviación, camiones y automóviles para la Alemania nazi. Y con el visto bueno de sus propietarios estadounidenses. Aseguraba el rotativo que se editaba en una empresa «Ford» ubicada en Alemania:
«Al comenzar el año, nos comprometemos a hacer lo máximo para alcanzar la victoria definitiva».
Walter Schellenberg, jefe del Servicio de Contraespionaje de la Gestapo, se desempeñaba al mismo tiempo como uno de los directivos de la estadounidense ITT. El presidente de la ITT, Sosthenes Behn, hacía viajes durante la guerra de Nueva York a Madrid y Berna, con el fin de debatir el tema del perfeccionamiento de los sistemas de comunicaciones del Ejército alemán.
Venimos hablando de las mentiras de los poderosos. Ahora han aparecidos los que lo han hecho sin el menor pudor ni piedad para millones de hombres que murieron en el frente occidental.