El término Destino Manifiesto tuvo una serie de mutaciones pero sin dejar de lado lo fundamental: la conquista de territorios. Reapareció en la década de 1890, principalmente usada por los Republicanos, como una justificación teórica para la expansión estadounidense fuera de América del Norte. También fue utilizado por los encargados de la política exterior de EEUU en los inicios del siglo XX. No son pocos los comentaristas que sostienen que determinados aspectos de la Doctrina, particularmente la creencia en una «misión estadounidense para promover y defender la democracia a lo largo del mundo», continúa teniendo una clara influencia de la vieja doctrina. La ideología política estadounidense se expresará en diversas expresiones de personas muy influyentes.
Uno de los ejemplos más claros de la influencia de ese concepto se puede apreciar en la declaración del presidente Theodore Roosevelt (1858-1919) en su mensaje anual de 1904:
Si una nación demuestra que sabe actuar con una eficacia razonable y con el sentido de las conveniencias en materia social y política, si mantiene el orden y respeta sus obligaciones, no tiene por qué temer una intervención de los Estados Unidos. La injusticia crónica o la importancia que resultan de un relajamiento general de las reglas de una sociedad civilizada pueden exigir que, en consecuencia, en América o fuera de ella, la intervención de una nación civilizada y la adhesión de los Estados Unidos a la Doctrina Monroe (basada en la frase «América para los americanos») puede obligar a los Estados Unidos, aunque en contra de sus deseos, en casos flagrantes de injusticia o de impotencia, a ejercer un poder de policía internacional.
El presidente Woodrow Wilson (1913-1921) continuó la política de intervencionismo de EEUU en América, e intentó redefinir el Destino Manifiesto ahora con una perspectiva mundial. Wilson llevó los Estados Unidos a la Primera Guerra Mundial con el argumento de que «El mundo debe hacerse seguro para la democracia». En 1920 en su mensaje al Congreso, después de la guerra, Wilson declaró:
Yo pienso que todos nosotros comprendemos que ha llegado el día en que la Democracia está sufriendo su última prueba. El Viejo Mundo simplemente está sufriendo ahora un rechazo obsceno del principio de democracia (…). Éste es un tiempo en el que la Democracia debe demostrar su pureza y su poder espiritual para prevalecer. Es ciertamente, por el destino manifiesto de los Estados Unidos, que estamos obligados a realizar el esfuerzo por hacer que este espíritu prevalezca.
La versión de Wilson del Destino Manifiesto era una propuesta que intentaba morigerar las implicancias de la doctrina, sobre todo en su formulación religiosa. Se hablaba, entonces, de un apoyo al principio de libre determinación, sin abandonar la idea que Estados Unidos tenía como misión ser un líder mundial para la causa de la democracia. Esta visión estadounidense respecto a sus derechos indiscutibles como líder del mundo libre crecería con mucho más fuerza después de la Segunda Guerra Mundial.
Dentro de los Estados Unidos los estados federales del noreste creían mayoritariamente que debía mantener su concepto de “civilización” o el de preservar la “democracia”. Todo ello suponía preservar el liderazgo industrial, comercial y militar. Los intereses estadounidenses, no permitían dejar de lado la expansión que ofrecía grandes y lucrativos accesos a los mercados extranjeros y permitía así competir en mejores condiciones con los británicos. También el poseer puertos en el Pacífico facilitaría el comercio con Asia.
Otro debate político, que se venía arrastrando entre líderes demócratas y republicanos expansionistas, planteaba el aspecto conflictivo, y hasta peligroso, de la extensión territorial desmesurada; creían que su sistema político y la formación de una nación fuerte serían difícilmente sostenibles en un territorio tan extenso.
Otro punto de discusión fue el empleo de la fuerza. Algunos líderes políticos ─cuyo máximo exponente fue James K. Polk (1795 –1849) no habían dudado en intentar anexionarse el mayor territorio posible aún a riesgo de desencadenar guerras ─como de hecho pasó─ con otras naciones. Otros se opusieron ─aunque tímidamente─ al uso de la fuerza, basándose en que los beneficios de su sistema bastarían por si solos para que los territorios se les unieran voluntariamente.
La Doctrina del Destino Manifiesto pasó a un segundo plano después de la Segunda Guerra Mundial, pero adquirió un aspecto más militarista como una expresión del ala más dura del Pentágono en su proyecto de dominación global. Esta política se acentuó después del ataque a las Torres Gemelas.
Debemos preguntarnos: ¿qué tipo de democracia es posible dentro de esos límites?