Puede parecer extraño el introducir a la educación institucional en este tema. Tal vez, más todavía, intentar encontrar allí algunas causas de las situaciones políticas que el escenario internacional nos pone ante nosotros, y del que no somos ajenos.
Voy a utilizar las reflexiones de un pedagogo, Vicente Berenguer, con más de 40 años de experiencia desarrollada gran parte en África. Escribió recientemente una nota en la que se pregunta: ¿Qué significa educar? ¿Cuál es la función de los docentes dentro de la educación? A primera vista pareciera que las respuestas son obvias, sin embargo, ante una mirada aproximativa al funcionamiento del actual sistema educativo la obviedad no es tanta. Leámoslo:
Si atendemos a las bases de los modelos educativos de los distintos países, que salvo excepciones son prácticamente los mismos, vemos que estos están basados en unas series de premisas. Por ejemplo advertimos que una de ellas es que la educación debe fundamentarse en la respuesta. Esto quiere decir que se transmiten una serie de conocimientos que el alumno debe incorporar. La persona, de este modo, irá adquiriendo una cultura y en definitiva unos contenidos que le serán supuestamente útiles a lo largo de la vida. El problema surge cuando el sistema basa por completo la educación de los ciudadanos en las respuestas y en la absoluta memorización de contenidos y no en la reflexión.
Su larga experiencia internacional le permite afirma algo que cualquiera de nosotros, revisando nuestro recorrido por los tres niveles de la educación, puede comprobar:
Tenemos una educación basada en la respuesta y no en la pregunta, y la respuesta es, como decimos, el principal pilar o premisa de nuestros modelos educativos. Se nos enseñan contenidos, los memorizamos para posteriormente olvidar muchos de ellos y sin embargo no se nos instruye desde la pregunta. Y es que la pregunta, al contrario de la respuesta, moviliza al pensamiento y lo expande, no lo constriñe, posibilitando así que el alumno reflexione y explore posibilidades.
La respuesta está presente en cada texto, libro, notica periodística, video, películas. Lo que leemos, vemos u oímos, es una afirmación sobre algo. Se dice que tal cosa es así sin explicarnos cómo se llegó a esa conclusión o si, como tantas veces es posible, pudo ofrecerse otras respuestas diferentes a las que el autor nos ofrece respecto del mismo interrogante. Nos propone, entonces, una crítica:
Tenemos ya pistas de por qué la educación no se basa en el “arte” de la pregunta sino en las respuestas, pistas que nos conducen a la conclusión de que el sistema no busca ciudadanos reflexivos con pensamiento autónomo sino todo lo contrario: busca personas sin capacidad para la crítica ni el cuestionamiento. Porque pensar es también cuestionar: pensar es no aceptar intelectualmente cualquier idea por el sólo hecho de formar parte de la tradición, la cultura, la política o la religión de una zona. Pensar es reflexionar sobre cualquier cuestión de forma autónoma, es poder realizar un análisis personal manteniendo la autonomía, y la autonomía y la libertad es algo que no gusta a los poderes imperantes, tanto es así que, como decimos, el que debería ser el pilar educativo -la pregunta- no lo es y en cambio aquello que son aspectos secundarios -como la memorización- pasan al primer plano.
La conclusión es demoledora: ¿por qué no se practica el arte de la pregunta? Y la respuesta que nos ofrece es: no se nos enseña a hacer y a hacernos preguntas, porque lo que se busca son justamente ciudadanos que no piensen, personas que no abran sus mentes. Por el contrario: se pretende construir seres simples mentalmente y sin capacidad de crítica.
La misión de estos futuros adultos dentro de la sociedad no será pues el cuestionar todo: el sistema económico, el tipo de organización social, la legislación, el reparto de la riqueza… no será esta nuestra función sino otra distinta, el aceptar todo aquello que se nos diga ya que los futuros adultos no podrán vislumbrar alternativas a lo establecido debido a que no se les ha enseñado ya de jóvenes a preguntarse y a pensar sino a dejar de hacerlo.
De esta forma el sistema logra “fabricar” una sociedad en la que no se cuestiona nada, consigue construir ciudadanos sumisos ya que desde pequeños se nos aparta del arte de la pregunta y por tanto del pensamiento.