Las consecuencias del pacto Roca-Runciman fueron graves para la economía argentina, dadas la cantidad de cláusulas que comprometían institucional, financiera y económicamente el futuro. Nuestro país entregaba muchísimos más de lo que recibía: Inglaterra sólo se comprometía a seguir comprando carnes argentinas siempre y cuando su precio fuera menor al de los demás proveedores de sus colonias. El vicepresidente Julio A. Roca (hijo), en un gesto de genuflexión para llegar a ese acuerdo, y sin el menor pudor afirmó que:
La Argentina debía ser considerada, desde el punto de vista económico, una parte integrante del imperio británico. Otro miembro de la delegación sostuvo a su turno que «la Argentina es una de las joyas más preciadas de su graciosa majestad».
El senado fue una caja de resonancia de los intensos y acalorados debates que se dieron por las denuncias que se presentaron. El sector de los ganaderos pequeños y medianos, mayoritario, pero no el más fuerte no recibió casi nada de ese tratado. Eso se tradujo en un gran desconcierto. Sin la menor duda los intereses británicos habían sido largamente los más beneficiados. El senador Lisandro de la Torre, en representación de los ganaderos del interior, acusó al gobierno y a los grupos económicos de haberse sometido a los intereses contrarios a la Argentina, sostuvo en junio de 1935:
La industria más genuina del suelo argentino, la ganadería, se encuentra en ruinas por obra de dos factores principales: la acción extorsiva de un monopolio extranjero y la complicidad de un gobierno que unas veces la deja hacer y otras la protege directamente.
Continuaba el senador de la Torre:
El gobierno inglés le dice al gobierno argentino “no le permito que fomente la organización de compañías que le hagan competencia a los frigoríficos extranjeros”. En esas condiciones no podría decirse que la Argentina se haya convertido en un dominio británico, porque Inglaterra no se toma la libertad de imponer a los dominios británicos semejantes humillaciones. Los dominios británicos tiene cada uno su cuota de importación de carnes y la administran ellos. La Argentina es la que no podrá administrar su cuota. No sé si después de esto podremos seguir diciendo: “al gran pueblo argentino salud”.
Tiempo después el legislador santafesino acusó por fraude y evasión impositiva a los frigoríficos Anglo, Armour y Swift. Aportó pruebas que comprometían directamente a dos ministros de Justo: Federico Pinedo de Economía y Luis Duhau de Hacienda, en las que se demostraba claramente el trato preferencial que recibían estas empresas que prácticamente no pagaban impuestos y a las que nunca se las inspeccionaba. Mientras que los pequeños y medianos frigoríficos nacionales eran abrumados por continuas visitas de inspectores impositivos. De la Torre probó cómo se ocultaba información contable en cajas selladas por el ministerio de Hacienda y demostró hasta dónde llegaba la impunidad de los frigoríficos ingleses.
En septiembre de 1934, el senador de la Torre ya había denunciado en el parlamento:
El ministro argentino, señor Duhau, parece el ministro de algunos de los dominios británicos. El ministro de Agricultura sabe perfectamente que los frigoríficos constituyen un monopolio escandaloso; el ministro de Agricultura sabe perfectamente que realizan ganancias ilícitas; el ministro de Agricultura sabe mejor que yo que se quedan con la mitad de los cambios. Esta es obra del monopolio.
En julio de 1935, el senador santafesino por el Partido Demócrata Progresista, Enzo Bordabehere, ante el ataque de un matón cubrió el cuerpo del senador de la Torre. Fue asesinado en la Cámara Alta de la Nación, por el ex comisario Ramón Valdez Cora, matón a sueldo del ministro Pinedo.
La película Asesinato en el senado de la Nación narra con fidelidad histórica esta época.